Una semana después del desastre, los vecinos aun cuantifican sus pérdidas
La basura sigue siendo un problema. Siete días después de este hecho, nuevamente se encontró basura en las bocas de tormenta. El Secretario de Medio Ambiente de la Alcaldía pide a los ciudadanos ser más conscientes del daño que causan al dejar basura en las calles
La familia Gareca ha perdido prácticamente todo, poco han podido recuperar
A otra intensa lluvia. Es lo que temen las más de 120 familias que fueron afectadas por el desborde de la quebrada El Monte. El mayor daño se registró en el barrio Avaroa, en el embovedado de la Víbora Negra, aunque también hubo familias afectadas en barrio Lourdes, El Trigal y 3 de Mayo. Por toda esa zona aún hay lodo, basura, colchones y frazadas tendidas al sol, sus propietarios tienen la esperanza que sequen. Solo quieren recuperar algo de lo que perdieron.
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Pasaron siete días de aquel domingo 3 de mayo, cuando en 45 minutos llovió lo que suele llover durante enero, el mes más pluvioso en Tarija. El tiempo fue suficiente para causar estragos. El agua bajó con tal intensidad que el embovedado, que mide unos cuatro metros de profundidad, quedó pequeño. Arrasó con todo lo que pudo.
Siete días después, las secuelas de este desastre natural aún están latentes y, en algunos casos, tiende a empeorar, pues con la humedad y el moho vienen las enfermedades respiratorias. Siete días después, los damnificados recuerdan cómo vivieron esos 45 minutos de intensa lluvia, que parecieron eternos.
Siete días después, la familia Gareca aún trata de hacer algunos arreglos en su vivienda, aunque sus miembros son conscientes, lo han perdido todo.
“Todo se tiene que voltear”, es el primer diagnóstico que le han dado. Una parte de la pared cayó por la fuerza del agua. Los cuartos aún están llenos de barro, como los muebles y demás pertenencias. La humedad ya está carcomiendo algunas partes de la casa.
“Todo pasó en cuestión de segundos”, recuerdan. Hace 22 años pasó algo similar y pese a ello no se tomaron previsiones.
Al recorrer la Víbora Negra, donde unos 200 comerciantes venden sus productos los sábados y domingos, se pudo observar que en varias partes el piso se hundió y quedó hueco. También se pudo ver que la basura sigue siendo un problema latente.
Quizás la parte más crítica se halla en la calle General Trigo, donde está el tobogán. Las marcas que dejó el agua aún se observan en las paredes, en ciertos lugares sobrepasó los 1,60 metros de altura.
Los hermanos Lucrecia y Vicente Cruz tenían una sala de juegos, de donde siguen sacando agua y lodo.
Lucrecia nos mostró cómo está su negocio ahora. Todos los juegos están enlodados. “Sacamos barro de un lado y hay en otros, limpiamos encima, pero abrimos las máquinas y están todas llenas de tierra, ya nada sirve”, comenta.
Cuando llegó el agua apenas y pudieron reaccionar, por la fuerza se rompió la puerta de blindex y luego las vitrinas. Su vehículo tuvo que ser desmantelado porque estaba enlodado.
“Mi hermano anda como zombi, no sabe qué hacer, no tenemos ni idea qué vamos a hacer. Limpiamos, sacamos un poco de lodo, nos cansamos, volvemos a limpiar. No hemos podido ni dormir”, indica.
Vicente estima que arreglar cada juego le costará unos 600 bolivianos, pero duda que pueda recuperar algo.
En las calles ya no hay ese barro espeso que dejó inicialmente el desborde la quebrada, pues los trabajadores municipales y voluntarios apresuraron los trabajos de limpieza. Se estima que en los primeros días retiraron más de 19 toneladas de basura, barro y otros desechos que trajo el agua.
En las viviendas la labor es más complicada, pues se debe hacer con pala. Los propietarios aún están escogiendo lo que se puede salvar, algún mueble, ropa o incluso juguetes, algo que les quite esa sensación de que se quedaron sin nada.
“Aunque va ser difícil”, comenta un vecino, pues lo que seca tiene un olor a barro y humedad.
Luis Carlos Garzón Molina ha convertido su vivienda en una especie de cuartel general. Sus vecinos llegan hasta ahí para gestionar ayuda, para preguntar qué pueden hacer para registrarse y ser beneficiarios de algunas donaciones, como alimentos.
Él, al igual que los demás habitantes del barrio Avaro, perdió sus pertenencias y su negocio. “Lo único que se salvó fue mi carnet de identidad, porque la tenía en mi billetera”, dice.
Garzón estaba en su negocio “Chicken George” cuando empezó a llover, notó que el agua comenzó a subir rápidamente, por lo que intuitivamente corrió a sacar algo de dinero y ponerse unas botas, que hasta ahora las lleva puesta, pues es el único calzado que le quedó.
“He cerrado mi persiana y mi esposa fue a sacar a mi hijo, cuando de pronto el agua entró, las motos que estaban fuera se entraron y prácticamente nos cerraron el paso, empecé a patear todo y así pudimos subir al segundo piso, mis clientes ya estaba ahí y me ayudaron a subir a mi hijo. El agua lo volteó todo, mis cocinas industriales que tenía como 50 litros de aceite, fue un desastre. Todo se perdió”, nos cuenta.
Pese a todo, Garzón cree que fue una desgracia “con suerte”, si se puede decir así, ya que no hubo fallecidos. Recuerda que la altura del agua era algo que no podía creer en ese momento.
“Era algo realmente doloroso ver cómo gritaba la gente porque se entraba el agua a sus casas y no podían salir. Don Roberto Cuadros la estaba sosteniendo a su esposa, doña Julia, y ya no daba, justo pasó flotando un lavador de fierro y en eso pudo pararse para poder sacar su cabeza y respirar”, recuerda.
Garzón Molina se ha dedicado estos días a ayudar a sus vecinos. Las autoridades de la Alcaldía lo tienen como referencia de apoyo, pues se ha encargado de elaborar una lista con los nombres de damnificados, de cuantificar las casas afectadas, de ver quiénes necesitan ayuda más urgente. Aunque es complicado, pues cada caso es distinto al otro, para algunos su desgracia es mayor que la de otros.
Mientras unos demandan la rápida atención de las autoridades, otros, como don Carlos, un adulto mayor que tenía un pequeño taller en su casa, se ha como que resignado. Sabe que su vivienda está en peligro por la cantidad de lodo que tiene dentro, pero se niega a salir de ella y solo se dedica a limpiar lo poco que tiene. El pasado jueves recién pudo dormir un poco, pues recibió un pequeño colchón y frazadas.
El gran, pero gran problema de la basura
Uno de los principales problemas que identificaron tanto autoridades como damnificados fue la basura estancada en las bocas de tormenta, lo que evitó que el agua fluya con mayor rapidez. Si bien es cierto que en 45 minutos llovió lo que usualmente llueve en un mes, la basura que arrastró el agua tapó las bocas de tormenta, lo que facilitó el desborde de la quebrada.
Una semana después de este hecho, los camiones de EMAT siguen llevando toneladas de basura de todo tipo, cartones, botellas de plástico, bolsas de karpil, llantas, todo tipo de desechos.
“La gente no ha escarmentado”, dice una vecina y nos muestra la alcantarilla, que otra vez está con bolsas de basura en su interior.
Paul Castellanos, secretario de Medio Ambiente del Gobierno Municipal, no oculta su molestia por esta situación. Asegura que personal de la Alcaldía todos los viernes limpia las boca de tormenta de esa zona, y aunque lo hiciera todos los días, cree que aun así se encontraría basura.
“Es una cuestión de educación ciudadana, estamos acostumbrados a botar todo a la quebrada, porque pensamos que la lluvia se va llevar todo, y aquí están las consecuencias. Hemos llegado a encontrar hasta repuestos de motocicletas en las bocas de tormenta, animales muertos, todo, todo botan aquí”, dice.
Castellanos todos los días está por la zona de desastre, supervisando los trabajos de limpieza, atiendo los reclamos de los vecinos o simplemente escuchándolos, pues es consciente de la desesperación que viven.
“Es complicado, hay mucho por hacer, hay historias que dan mucha pena realmente. Los tarijeños no nos damos cuenta de lo criminal que podemos ser al tirar basura a las calles. Yo no estoy en contra de quien genera basura, todos la generamos, pero no la votemos en las calles, no la dejemos afuera si sabemos que no pasa el carro basurero. Tenemos que ser un poco más consciente”, recalca.
Una Tarija solidaria
Al conocer la magnitud del daño que provocó el desborde la quebrada El Monte, la solidaridad no se dejó esperar. Desde apoyo con mano de obra, como lo hizo las Fuerzas Armadas que puso a disposición a los conscriptos para que ayuden a los trabajos de limpieza, hasta donaciones de todo tipo para aliviar un poco la preocupación de los afectados.
El Gobierno Municipal organizó una teletón y logró recaudar unas dos toneladas de ayuda, entre alimentos, ropa y frazadas. También ha preparado ollas comunes, que son distribuidas por los guardias municipales.
El gobernador, Oscar Montes Barzón, igual se hizo presente con colchones y alimentos. Recordó no es primera vez que se desborda la quebrada, pero no con esa magnitud.
“En algunos sitios el agua se empozó hasta los dos metros, y eso no es normal. Habría que ver qué es lo que pasó. (…) La gente está todavía asustada, los niños pequeños, han perdido gran parte de sus cosas”, indicó.
Mientras que el alcalde, Johnny Torres, promulgó el Decreto 093 de emergencia por efecto de las precipitaciones fluviales, anegamiento de viviendas y zonas afectadas.
La autoridad detalló que con dicha norma se podrá simplificar todo acto administrativo para la adquisición de víveres, frazadas, colchones y otros insumos que tienen que ver con la emergencia.
Y así van pasando los días, entre limpieza, evaluación de daños y distribución de ayuda.
Los damnificados no pueden dormir tranquilos, no solo porque perdieron sus pertenencias, sino porque la época de lluvia apenas ha empezado. Cada tarde nublada, con vientos y truenos es un martirio para ellos, pues no saben qué puede pasar.
LOS DAMNIFICADOS SIGUEN CUANTIFICANDO LOS DAÑOS
Varios comerciantes perdieron sus puestos y mercadería
El barro no se acaba
Lucredia Cruz nos mostró cómo quedó la sala de juega que tenía con su hermano Vicente. El lodo no solo está en el piso, sino también en todos los aparatos electrónicos que tenía. El barrio se incrustó en cada rincón, lo que dificulta la limpieza.
Todo lo que pueda secar
Al recorrer las calles del barrio Avaroa se pueden observar todo tipo de objetos que la gente busca recuperar. Los ponen al sol para que sequen un poco, muebles, colchones, frazadas, ropa, juguetes. Aunque tienen ese olor a lodo y humedad.
Cuartel general
“Chicken George” se ha convertido en el punto de referencia para los vecinos. Hasta ahí llegan para gestionar ayuda, para recoger alimentos o ser aconsejados por el propietario, Luis Carlos Garzón Molina, quien se ha brindado para apoyar a quienes lo necesiten.