En el mundo de los negocios, el verdadero poder no reside en tener todas las respuestas, sino en saber formular las preguntas correctas; aquellas que desafían el pensamiento y mueven al cliente a la acción. Cuando dominamos esta habilidad, pasamos de ser simples vendedores a consultores estratégicos, capaces de cuestionar el pensamiento del cliente generando un impacto positivo.
Hacer las preguntas correctas va mucho más allá de obtener información. Se trata de hacer frente el status quo del cliente. Un gran ejemplo es la historia detrás de Polaroid: una niña preguntó por qué no podía ver la foto de inmediato y, esa curiosidad, desafió el pensamiento convencional y dio lugar a una revolución tecnológica sin precedentes en aquella época.
Se deben hacer preguntas que generen una urgencia estratégica y lleven al cliente a querer tomar acción fuera de su zona de confort. Preguntas como “¿Qué costo tiene para vos no resolver esto ahora?” o “¿Qué consecuencias podrías enfrentar si no actúas?”, profundizan en la situación actual y despiertan emociones muy íntimas que impulsan a la acción. La clave no está en empujar, sino en liderar su proceso de decisión; entendiendo o creando, hábilmente, una necesidad.
El principio de Pareto “80/20” también es esencial: el cliente debería hablar el 80% del tiempo mientras escuchamos activamente. Pero cuidado, no se trata de un interrogatorio; es una danza donde las preguntas son el ritmo que mantiene el interés y la confianza. La meta no es imponer soluciones, sino que el cliente las descubra por sí mismo, fomentando su empoderamiento y satisfacción con el proceso y decisión final.
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El cierre perfecto no ocurre cuando el vendedor persuade al cliente, sino cuando el cliente se convence a sí mismo. Ese momento mágico, cuando el cliente pregunta “¿Cuándo podemos empezar?”, es el reflejo de una venta realmente consultiva y elegante.
En resumen, las buenas preguntas no solo venden; generan confianza, construyen relaciones duraderas y evitan arrepentimientos postventa. En un mundo saturado de discursos y promesas, donde todos quieren hablar; quien domina el arte de preguntar y escuchar, se distingue como un verdadero aliado, capaz de guiar a su cliente hacia decisiones auténticas y con muchísimo valor.
Roberto Ortiz Ortiz
MBA con experiencia corporativa en banca y telecomunicaciones