Crisis oficialista: la mala hora en el MAS

La politóloga Susana Bejarano analiza la crisis interna del partido de gobierno, sus raíces históricas y sus implicaciones para el futuro político de Bolivia de cara a las elecciones de 2025.

Por Pablo Deheza



Fuente: La Razón

En el convulso panorama político del país, el Movimiento al Socialismo (MAS) enfrenta la crisis más aguda de su historia. La fuerza que redefinió la política boliviana al irrumpir como vehículo de las demandas históricas de las clases populares está hoy fracturada entre dos bloques: el evismo, liderado por Evo Morales, y el arcismo, encabezado por el presidente Luis Arce. Este conflicto interno no solo amenaza la continuidad del partido en el poder, sino que también ha expuesto tensiones estructurales que permanecían latentes desde hace años. La pugna intestina, sumada a un escenario de fragmentación política y crisis económica, plantea preguntas urgentes sobre el futuro del MAS y de Bolivia de cara a las elecciones de 2025.

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Para arrojar luz sobre este escenario, la politóloga Susana Bejarano ofrece un análisis lúcido y a profundidad. Reconocida por su aguda lectura de los procesos políticos y sociales en Bolivia, Bejarano destaca por su capacidad de conectar los conflictos actuales con dinámicas históricas más amplias. En esta entrevista, analiza las causas estructurales de la crisis del MAS, las implicancias de la pugna entre sus facciones y los desafíos que enfrentan tanto el bloque oficialista como las oposiciones.

Las ideas de Bejarano trascienden el análisis coyuntural. Sus reflexiones no solo ofrecen una radiografía del presente, sino que también invitan a pensar en los legados del proceso de cambio impulsado por el MAS y en las posibilidades de una renovación política en Bolivia. En un contexto donde el debate público está marcado por la polarización y la superficialidad, su perspectiva crítica y serena permite entender los desafíos que enfrenta una nación que, aunque transformada profundamente en las últimas décadas, todavía brega con consolidar una democracia inclusiva y representativa.

Una pelea destructiva

Para Bejarano, la lucha entre las facciones de Evo Morales y Luis Arce ha alcanzado niveles preocupantes. «Estamos en una pelea tan grotesca que el país los mira atónitos, preguntándose hasta dónde son capaces de llegar», señaló. Esta pugna ha desnudado las carencias internas del MAS, exponiendo un partido fracturado, pero también el agotamiento de un modelo político que durante años centralizó el poder en torno a un liderazgo carismático y hegemónico.

“El evismo marcha, bloquea, hace huelga de hambre y pide la renuncia de Arce abiertamente», explicó la politóloga, quien resaltó que, aunque Evo Morales sigue teniendo un núcleo de apoyo sólido, su capacidad de convocatoria se ha reducido a ciertos sectores geográficos y sociales. «El evismo muestra fuerza, pero también sus limitaciones», afirmó, señalando que la influencia de Morales se concentra en el Chapare y que ha perdido terreno entre las clases medias urbanas y los sectores profesionales.

Por otro lado, el gobierno de Luis Arce tampoco ha salido indemne. Bejarano destacó que el arcismo «ha mostrado las garras» a través de estrategias judiciales contra Morales, incluyendo el caso de estupro que ha dañado profundamente la imagen del expresidente. Sin embargo, estas acciones no han bastado para consolidar al arcismo como una fuerza política autónoma. «Más allá de estas disputas, quien pierde es el bloque popular en su conjunto», subrayó la politóloga.

MAS e institucionalidad

Desde su fundación, el Movimiento al Socialismo (MAS) ha sido una fuerza política atípica en el escenario boliviano. Como bien señala Susana Bejarano, el MAS nunca operó como un partido político en el sentido clásico. «No es un partido con una estructura institucional organizada ni con parámetros de democracia interna», explicó. En lugar de ello, surgió como un «instrumento político», un vehículo para articular demandas históricamente irresueltas de diversos sectores sociales, como los campesinos, los indígenas y los obreros, quienes se habían mantenido al margen de los espacios de poder.

Este carácter instrumental, que inicialmente fue una fortaleza, se ha convertido en una de las principales debilidades del MAS. Según Bejarano, «el MAS no tenía una tradición institucionalista; era un conglomerado de causas que, aunque a veces contradictorias, lograron cohesión en torno a un liderazgo fuerte y una narrativa inclusiva». Esta estructura poco convencional le permitió al MAS movilizar sectores populares sin los intermediarios tradicionales de los partidos políticos, pero también lo dejó vulnerable a conflictos internos y a la falta de reglas claras para la sucesión de liderazgos.

Antecedentes de la crisis

Un ejemplo claro de esta ausencia de institucionalidad se dio en 2015, cuando el MAS perdió importantes bastiones en las elecciones subnacionales. La derrota en El Alto, un símbolo del poder masista, expuso tensiones profundas. «La elección de candidatos como (Edgar) Patana, respaldados por ciertas organizaciones sociales pese a su desgaste y cuestionamientos, mostró la debilidad de un proceso interno que carecía de mecanismos democráticos y respondía más a pactos coyunturales que a una estrategia política sólida», recordó Bejarano. Este episodio marcó un punto de inflexión, evidenciando la formación de “roscas», grupos de poder que comenzaban a cristalizarse tras una década en el gobierno.

Otro hito en esta trayectoria de crisis fue la salida de David Choquehuanca de la Cancillería, que según la analista estuvo motivada por «la percepción de que Choquehuanca, uno de los hombres más fuertes de Evo Morales, tenía aspiraciones de sucederlo». Este hecho reveló la renuencia del liderazgo del MAS a aceptar la rotación de poder, una de las tensiones más profundas en el devenir del partido.

La falta de institucionalidad también se manifestó en 2016, cuando el MAS perdió el referéndum que buscaba habilitar a Morales para un nuevo mandato. «El discurso del MAS cambió radicalmente tras esa derrota. Pasó de un enfoque en el desarrollo, la industrialización y la modernización, a uno marcado por el antiimperialismo y la victimización», señaló Bejarano. Esta respuesta no solo alienó a sectores clave del electorado, sino que también marcó el inicio de una crisis de legitimidad que el MAS no ha logrado superar.

Sentidos de la democracia

El problema de fondo, como subraya la politóloga, radica en que el MAS nunca adoptó los principios de una democracia interna o representativa. «Sus victorias hegemónicas se lograron bajo los parámetros de la democracia liberal y representativa, pero internamente el partido nunca abrazó esos principios», explicó. En lugar de fortalecer su institucionalidad, el MAS se apoyó en la figura de Morales como su principal activo político, un modelo que ahora muestra claras señales de desgaste y crisis.

Para Bejarano, esta falta de institucionalidad no solo ha debilitado al MAS como organización política, sino que también ha afectado al sistema político boliviano en su conjunto. «El MAS era la promesa de un acceso directo de los sectores populares al poder, pero sin un marco institucional sólido, esa promesa se ha desdibujado», aseveró. A medida que el MAS enfrenta nuevos desafíos, desde la fragmentación interna hasta la creciente competencia electoral, su capacidad para reinventarse dependerá de si logra construir una estructura partidaria que trascienda las figuras individuales y se base en principios democráticos claros.

Crisis y judicialización

Bejarano resaltó que uno de los mayores problemas del MAS ha sido el uso del sistema judicial como herramienta política, una práctica que no solo ha debilitado la democracia, sino que ha minado la legitimidad del propio partido. «El fallo del Tribunal Constitucional que desconoció el referéndum de 2016 fue un precedente funesto para la institucionalidad boliviana», afirmó. Para la politóloga, este episodio no solo consolidó una percepción de autoritarismo en el MAS, sino que también sentó las bases para que otros actores políticos utilizaran el poder judicial en su beneficio.

En el contexto actual, esta dinámica se ha profundizado. Morales enfrenta varios procesos judiciales que lo han marginado políticamente, mientras que el gobierno de Arce busca utilizar su control institucional para consolidarse. «Hoy tienes un Evo cercado, que no podrá participar en las elecciones de 2025, aunque sus seguidores se paren de manos», sentenció Bejarano.

Fragmentación y crisis

De cara a las elecciones de 2025, Bejarano anticipa un escenario de alta fragmentación. «Vas a tener unas tres grandes candidaturas desde la oposición y, probablemente, dos desde el bloque popular», pronosticó. Según la politóloga, esta dispersión recuerda a la época de la democracia pactada, donde múltiples fuerzas negociaban acuerdos en el parlamento para garantizar la gobernabilidad.

Sin embargo, el MAS enfrenta un desafío inédito: la necesidad de reinventarse sin Morales como su figura central. Bejarano destacó la figura de Andrónico Rodríguez, un líder joven que ha sabido marcar distancia de Morales y Arce, construyendo un perfil propio. «Es la primera vez en cinco años que alguien une al MAS en torno a una figura, lo que podría convertirlo en una sorpresa electoral», afirmó.

La oposición, por su parte, sigue careciendo de una propuesta sólida que conecte con los sectores populares. «La fortaleza del MAS está en la incapacidad de la oposición para leer el nuevo país», explicó Bejarano. A su juicio, la oposición sigue atrapada en narrativas tradicionales que no reconocen los avances en inclusión social logrados durante el proceso de cambio.

Legado del proceso de cambio

A pesar de sus crisis internas, el MAS sigue siendo el único partido que habla directamente a los sectores populares y reconoce su papel central en la política boliviana. Bejarano señaló que el mayor legado del MAS es el empoderamiento de estas clases, un proceso irreversible que ha transformado profundamente al país. «La inclusión social y política es la herencia más perdurable del MAS», afirmó, destacando que este cambio se refleja en figuras como Andrónico Rodríguez, «un joven quechua hablante, educado y conectado con las nuevas generaciones».

Sin embargo, este legado también plantea un desafío para el futuro: cómo consolidar una democracia que integre estas transformaciones y supere las divisiones actuales. Para Bejarano, el futuro de Bolivia dependerá de la capacidad de sus actores políticos para construir un nuevo pacto social que reconozca la diversidad del país y ofrezca soluciones a sus problemas más urgentes.

«El MAS cambió Bolivia, pero el país de hoy necesita una política que reconozca sus nuevos desafíos», concluyó Bejarano. Mientras el escenario político se redefine, el destino del MAS y de Bolivia siguen en la incertidumbre, que, por ahora, es la nueva normalidad.

Fuente: La Razón