Una conversación con Marité Zegada y Yerko Ilijic sobre las transformaciones sociales en el país y su impacto en la disputa política.
Por Pablo Deheza
Fuente: La Razón
El cambio social en Bolivia durante las últimas dos décadas ha sido profundo y multifacético. Este proceso, caracterizado por la inclusión de sectores históricamente excluidos, ha reconfigurado las dinámicas sociales, económicas y políticas del país. A medida que Bolivia se acerca a las elecciones de 2025 y a su Bicentenario, estas transformaciones presentan desafíos y oportunidades para el sistema político, que debe adaptarse a una realidad cada vez más diversa y compleja.
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Para reflexionar sobre este tema, conversamos con Yerko Ilijic, abogado y analista político con estudios en Alemania, y Marité Zegada, socióloga y académica de renombre, quienes han dedicado años a estudiar los procesos sociopolíticos del país. Ilijic aporta una perspectiva crítica sobre la evolución de la democracia boliviana y la identidad popular, mientras que Zegada analiza los cambios estructurales que han modificado el tejido social y cultural. Ambos coinciden en que Bolivia vive un momento de transición crucial.
El futuro político del país depende de cómo los actores políticos y sociales comprendan y respondan a estos cambios. La consolidación de la identidad popular indígena, el desencanto con los partidos tradicionales y las tensiones internas del Movimiento al Socialismo (MAS) configuran un panorama en el que los errores del pasado y los desafíos del presente se entrelazan. En este contexto, las elecciones de 2025 podrían marcar un punto de inflexión para el país.
Cambio social
El cambio social boliviano, descrito por Ilijic como una aceleración de procesos que antes tomaban un siglo, ha derivado en una sociedad que redefine constantemente su identidad. “En un cuarto de siglo hemos vivido lo que se vivió en todo el siglo XX”, afirmó el analista, quien subraya que la democracia boliviana aún es “muy infante, de unos cinco o seis años”, y necesita madurar para responder a las demandas ciudadanas.
Para Marité Zegada, el proceso constituyente marcó un antes y un después en la historia del país: “Este nuevo horizonte que se traza Bolivia a inicios de siglo es una conquista de la larga lucha de los pueblos indígenas”. La socióloga enfatizó cómo, por primera vez, el Estado reconoce las identidades étnico-culturales y la plurinacionalidad, un hito que ha permitido la incorporación de sectores históricamente excluidos al ámbito público. Un cambio sustancial.
Cambios e identidades en tensión
Uno de los fenómenos más destacados del cambio social en Bolivia ha sido la emergencia de una identidad popular indígena urbana, que hoy se perfila como uno de los actores más influyentes en la política y la economía del país. Yerko Ilijic describió a esta identidad como una combinación única de informalidad, emancipación y conservadurismo, acompañada de un profundo nacionalismo. Según el analista, estas características han moldeado una sociedad que, aunque inserta en procesos globales, mantiene firmes sus raíces culturales. “Somos informales, emancipatorios, pero también conservadores y profundamente nacionalistas”, afirmó Ilijic, enfatizando que esta identidad no solo se manifiesta en el ámbito cultural, sino que tiene un impacto directo en la economía y la política.
Marité Zegada también abordó este fenómeno, subrayando cómo las migraciones internas del campo a la ciudad, particularmente desde finales del siglo pasado, han dado lugar a un tejido social híbrido. Este grupo, que exprsa el cambio y que combina elementos tradicionales con prácticas modernas, se ha consolidado como un motor económico a través del comercio, los servicios y la producción local. “Estos sectores, lejos de alejarse de sus identidades étnicas, han creado una coexistencia con el mundo moderno”, explicó la socióloga. Ejemplos emblemáticos de esta interacción son las ferias comerciales en ciudades como El Alto, La Paz y Santa Cruz, donde los comerciantes no solo manejan capital significativo, sino que también invierten en tradiciones como las fiestas del Gran Poder, reafirmando su identidad cultural.
Sujeto político y cambio
Este sujeto político y social, que Zegada describe como “nacional popular, pluriclasista y pluricultural”, no se limita a las categorías tradicionales de lo indígena o lo campesino. Por el contrario, representa un amplio espectro que abarca capas urbanas y periurbanas. Sin embargo, la fuerza de esta identidad no se limita al ámbito cultural o económico. Su influencia política es indiscutible y se refleja en elecciones recientes, donde estos sectores han demostrado su capacidad de organización y movilización. A pesar de su inicial asociación con el MAS, su autonomía ha quedado clara en casos como la victoria de Eva Copa en El Alto, que ocurrió incluso en oposición al partido oficialista.
El reto, según Ilijic y Zegada, radica en que ni el MAS ni los partidos opositores han logrado canalizar plenamente las demandas de este grupo emergente. Ilijic señaló que “la estatalidad moderna del MAS no siempre ha sido compatible con las necesidades emancipatorias de este sector”, mientras que Zegada destacó el desencanto de estas poblaciones con los partidos tradicionales. Esta tensión entre una identidad consolidada y un sistema político que no la representa completamente plantea interrogantes clave para el futuro del país, especialmente en un contexto electoral tan decisivo como el de 2025.
Representación política
Si bien el MAS fue el vehículo que canalizó las demandas de inclusión en el pasado, hoy enfrenta desafíos internos y externos que complican su rol como representante de este sector. Según Zegada, el MAS no ha sabido adaptarse a las transformaciones sociales recientes: “Hay una sensación de desencanto. El MAS ya no es la representación idónea de estos intereses”.
Ilijic agregó que las disputas internas entre el “evismo” y el “arcismo” han debilitado al partido, dificultando su capacidad de consolidar una narrativa política que abarque a toda la población. Sin embargo, ambos coincidieron en que la identidad popular indígena sigue siendo una fuerza política resiliente. “En 2020, el MAS ganó con un 55% de los votos, demostrando que esta identidad persiste independientemente de Evo Morales”, señaló Zegada.
A pesar del desencanto con el MAS, Zegada subrayó que las fuerzas opositoras no han logrado captar el apoyo de estos sectores. “Ninguna fuerza política está sabiendo interpelar a esta gran masa de sectores populares”, afirmó. Esto se debe, en parte, a un desconocimiento de la realidad social emergente y a un historial de exclusión que dificulta la construcción de puentes entre las élites tradicionales y los sectores populares.
Ilijic fue tajante al señalar la desconexión de la oposición con la realidad popular: “Hay una aversión histórica hacia lo urbano, popular e indígena”, que ha perpetuado lógicas de confrontación.
2025, el Bicentenario
Ambos analistas coincidieron en que las elecciones de 2025 serán una oportunidad para redefinir el pacto social boliviano. Ilijic planteó que este periodo debe ser visto como un “gobierno de transición” hacia un modelo más inclusivo y representativo. “El Bicentenario debería ser un momento de enmiendas, de reflexión sobre los errores del pasado”, propuso.
Zegada destacó la importancia de la gobernabilidad en un país profundamente fragmentado. “Necesitamos un pacto social que permita trascender los conflictos y construir consensos a largo plazo”, afirmó. Sin embargo, advirtió que, sin una representación política adecuada, el desencanto podría derivar en una mayor inestabilidad.
El futuro
En el horizonte, Ilijic visualiza una Bolivia tecnológica y conectada con el mundo, pero profundamente arraigada en sus identidades locales. “El futuro del indígena boliviano es altamente tecnológico y con empoderamiento en sus territorios. Lo indígena futurista será clave”, afirmó. Este proceso, añadió, dependerá de la capacidad de los líderes políticos para construir alianzas identitarias y económicas con lo popular boliviano, la identidad dominante del siglo XXI.
Por su parte, Zegada enfatizó la necesidad de que los actores políticos comprendan y se adapten a esta nueva realidad. “Este es un país en el que lo popular indígena ya no está en los márgenes, sino en el centro del escenario. La política debe responder a esta transformación”, concluyó.
De cara al Bicentenario, Bolivia enfrenta el desafío de construir una nación que reconozca su diversidad, supere las fracturas históricas y abrace las oportunidades del futuro. La tarea no será sencilla, pero los cambios sociales recientes ofrecen una base sólida para imaginar un nuevo pacto social en el siglo XXI.
Fuente: La Razón