Hubo un bosque en la Antártida: ¿por qué el ámbar lo prueba?

En la hoy árida Antártida, crecieron árboles hace millones de años, aseguran investigadores de Alemania y Reino Unido, que han descubierto una prueba: el ámbar.

Hasta ahora, los hallazgos de ámbar más australes se habían descubierto en la cuenca de Otway en el sur de Australia y como parte de la Formación Tupuangi en las Islas Chatham de Nueva Zelanda.Imagen: Hans-Joachim Schneider/chromorange/picture alliance

Fuente: DW

 



Hasta ahora, se había demostrado y descrito la presencia de ámbar en casi todos los continentes del mundo, excepto en la Antártida.

El equipo de investigación dirigido por el geólogo marino Johann P. Klages, del Instituto Alfred Wegener del Centro Helmholtz de Investigaciones Polares y Marinas, en Bremerhaven, Alemania, ha hecho un descubrimiento que cambia esta afirmación.

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El equipo, compuesto por investigadores de centro alemanes y británicos, encontró pequeños fragmentos de resina de árbol fósil en un núcleo de perforación de la Bahía Antártica de Pine Island. Este ámbar, ahora llamado ámbar de Pine Island es el ámbar más austral jamás encontrado.

Según Klages, esto proporciona “una visión directa de las condiciones ambientales de la Antártida occidental hace unos 90 millones de años” y es un testimonio del bosque que crecía en ese lugar en aquella época, reporta la revista National Geographic.

Piedra de ámbar.
Algunas resinas vegetales pueden fosilizarse bajo ciertas condiciones y conservarse en el registro geológico como ámbar.Imagen: hjschneider/Depositphotos/IMAGO

Primer descubrimiento de resina fósil antártica

El núcleo de la perforación con el que se sacaron a la luz estos fragmentos de ámbar ya fue perforado a principios de 2017 con el rompehielos de investigación Polarstern, explica la revista.

En ese momento, un equipo de investigación recuperó muestras del fondo marino de Pine Island Bay utilizando la plataforma de perforación de fondos marinos MARUM-MeBo70 a una profundidad de 946 metros, en el mar de Amundsen, Antártida occidental.

Pero es ahora que se extrajo el ámbar del material y se analizó en el marco de un estudio publicado en la revista especializada Antártida Science.

En el artículo, los investigadores informan del “primer descubrimiento de resina fósil antártica (comúnmente conocida como ámbar) dentro de una capa de lignito de unos 5 cm de espesor, que constituye la parte superior de una lutita carbonácea de unos 3 m de largo rica en palinomorfos y con raíces del Cretácico medio.”

¿Qué significa este descubrimiento?

La resina “es un producto vegetal directo definido como una mezcla soluble en lípidos de compuestos volátiles y no volátiles que generalmente exuda una planta o en su superficie”, explican los investigadores. Y algunas resinas vegetales pueden fosilizarse bajo ciertas condiciones y conservarse en el registro geológico como ámbar.

Hasta ahora, los hallazgos de ámbar más australes se habían descubierto en la cuenca de Otway en el sur de Australia (ámbar de Otway) y como parte de la Formación Tupuangi en las Islas Chatham de Nueva Zelanda (ámbar de Tupuangi).

Hace unos 90 millones de años los continentes que hoy conocemos aún estaban muy juntos. De modo que el lugar del hallazgo del ámbar de Pine Island que ahora se ha examinado estaba mucho más cerca de lo que hoy parece de los dos lugares donde se encontró antes ámbar en Australia y Nueva Zelanda, territorios que en ese momento estaban ubicados junto a la Antártida.

En este descubrimientoLas partículas de materia orgánica preservadas en los sedimentos de lutita carbonácea que contienen el lignito portador de ámbar indican un ambiente de selva templada pantanosa de mediados del Cretácico (hace entre 92 y 83 millones de años) cerca del Polo Sur, que estaba dominado por coníferas.

Estas condiciones ambientales son ideales para la preservación y fosilización de la madera y sus resinas vegetales asociadas porque requieren la presencia de árboles que produzcan resina con una composición química adecuada para la fosilización, así como condiciones de enterramiento carentes de oxígeno.

Editado por Rosa Muñoz Lima, con información de Antártida Science y National Geographic.