Los crímenes perpetrados en nombre de una causa justa desafían nuestras concepciones de moralidad y justicia. Desde la rebelión colectiva en Fuenteovejuna de Lope de Vega hasta el reciente caso de Luigi Mangione, acusado de asesinar a Brian Thompson, CEO de una de las mayores aseguradoras en Estados Unidos, United Health, las narrativas que involucran actos de violencia con trasfondo moral generan una fascinación inquietante y desconcertante.
Fuente: https://ideastextuales.com
En Fuenteovejuna los habitantes de un pequeño pueblo se unen para asesinar al comendador Fernán Gómez, un hombre cuyo abuso de poder había llevado a su comunidad al límite de la desesperación. Este acto colectivo, ejecutado con premeditación, busca restaurar un orden moral donde la justicia oficial ha fallado. Cuando el juez intenta descubrir al culpable, la respuesta unánime es: “Fuenteovejuna lo hizo”. Esta representación de la venganza colectiva como una forma de justicia popular encuentra ecos modernos en el caso de Mangione, quien justificó el asesinato de Brian Thompson como una represalia simbólica contra un sistema de salud percibido como corrupto y explotador.
Éste captura la atención pública debido a su compleja narrativa: un joven brillante, proveniente de una familia acomodada, que decide enfrentarse a una de las máximas representaciones del poder corporativo en Estados Unidos. Mangione habría dejado un manifiesto que calificaba a las aseguradoras de “parásitos” y describía su acto como una “honestidad brutal” necesaria. En un guiño casi teatral, las balas utilizadas tenían grabadas las palabras “Negar”, “Defender” y “Deponer”, simbolizando las prácticas corporativas que, según él, justificaban su acción.
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Ambos casos, aunque separados por siglos, comparten elementos comunes que invitan a la reflexión. La opresión estructural, la percepción de un sistema de justicia ineficaz y el acto de violencia como último recurso. Sin embargo, también divergen en aspectos fundamentales. En Fuenteovejuna, el acto es colectivo, un grito de desesperación que emana de una comunidad entera. En el caso de Mangione, el acto es ejecutado por una sola persona que busca erigirse como portavoz de una causa social.
El contexto mediático contemporáneo también juega un papel crucial. Mientras que los habitantes de Fuenteovejuna defendieron su acto en la privacidad de una investigación judicial, Mangione se convirtió en una figura pública casi instantáneamente, con seguidores en redes sociales que lo describen como un “antihéroe moderno”. Este fenómeno no es nuevo. Casos similares, como el de Ted Kaczynski, Unabomber, han demostrado cómo las narrativas de justicia y venganza pueden resonar con audiencias contemporáneas, especialmente cuando se perciben estructuras opresivas.
No obstante, esta fascinación con el antihéroe plantea preguntas éticas complejas. ¿Podemos justificar el asesinato cuando el sistema falla? ¿Hasta qué punto un individuo o una comunidad tienen derecho a tomar la justicia en sus manos? Y, más importante, ¿es la violencia una herramienta válida para cambiar estructuras sociales?
En Fuenteovejuna, Lope de Vega parece justificar la acción violenta, presentando a los aldeanos como víctimas de un abuso intolerable. Pero en el caso de Mangione, la línea entre justicia y venganza se difumina. Mientras algunos lo ven como un Robin Hood moderno, otros lo consideran un criminal cuyos actos no tienen justificación.
El atractivo de estos relatos radica en su capacidad para confrontarnos con nuestras propias contradicciones. Queremos creer en un sistema de justicia que funcione, pero también empatizamos con quienes toman medidas extremas cuando este falla. Tanto Fuenteovejuna como el caso de Mangione nos obligan a hacernos la pregunta ¿qué haríamos nosotros frente a la injusticia?
En última instancia, la historia nos enseña que la violencia rara vez soluciona los problemas estructurales que la originan. En Fuenteovejuna, el asesinato del comendador no pone fin a la opresión sistémica, aunque restablece temporalmente el equilibrio en la comunidad. Del mismo modo, el acto de Mangione, aunque cargado de simbolismo, no altera las prácticas corporativas que denunciaba. Quizás la verdadera revolución radica en encontrar formas de justicia que no requieran sacrificar vidas, ni la de la víctima ni la del perpetrador.
La literatura y la vida nos presentan a menudo espejos oscuros donde nuestras aspiraciones de justicia chocan con nuestras realidades más crudas. Y aunque los crímenes cometidos en nombre de causas justas puedan fascinar y provocar debate, también nos recuerdan la importancia de construir sistemas que hagan innecesario recurrir a ellos. Este, en el fondo, es el desafío más grande de nuestra humanidad.
Por Mauricio Jaime Goio.