La cercanía entre el líder estadounidense y Jair Bolsonaro obliga al presidente del gigante sudamericano a buscar estrategias políticas y comerciales para mantener estable la relación con Washington
El entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, estrecha la mano del entonces presidente brasileño, Jair Bolsonaro, antes de asistir a una cena de trabajo en el resort Mar-a-Lago en Palm Beach, Florida, Estados Unidos, el 7 de marzo de 2020. REUTERS/Tom Brenner/Foto de archivo
Fuente: infobae.com
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La toma de posesión de Donald Trump es un momento importante no sólo para Estados Unidos, sino también para Brasil, que desde hace semanas se pregunta cómo evolucionarán sus relaciones con la nueva administración. La incógnita parece aún mayor después de que el juez del Supremo Tribunal Federal (STF), Alexandre de Moraes, negara la devolución del pasaporte al ex presidente Jair Bolsonaro, invitado por Trump a su ceremonia de investidura. Bolsonaro siempre ha estado tan cerca del nuevo presidente que ha sido apodado “el Trump tropical”. En su lugar acudieron a Washington su esposa Michele y su hijo Eduardo. Junto a ellos, también se han ido una treintena de diputados y senadores tanto del Partido Liberal (PL) del ex presidente como del partido Novo. La delegación de parlamentarios brasileños asistió ayer al acto Make America Great Again (MAGA) en el Capital One Arena, no lejos de la Casa Blanca, en presencia de Trump.
El propio Bolsonaro, en el aeropuerto de Brasilia, donde acompañó a su esposa, llevó la famosa gorra roja de campaña de Trump con la inscripción “Make America Great Again”. Anteriormente, había dicho a los periodistas presentes que “sería genial irse. Al Presidente Trump le habría encantado, tanto que me ha invitado. Estoy conmocionado, todavía estremecido. Estoy enfrentando una enorme persecución política por parte de una persona”, dijo refiriéndose al juez Moraes. Bolsonaro también dijo sentirse como un “preso político” y se dirigió directamente a Moraes. “Espero que Su Excelencia no quiera ponerme una tobillera electrónica para humillarme de una vez por todas”, dijo. Su esposa, Michelle, también se pronunció antes de partir sobre el rechazo del STF al viaje de su marido, afirmando que no aprovecharía el viaje para huir de Brasil “porque no ha cometido ningún delito. Siento un sentimiento de tristeza, pero tenemos la certeza de que el ex presidente Jair Bolsonaro, que tuvo 58 millones de votos, está siendo perseguido por el poder judicial”, agregó. Moraes también rechazó la apelación de Bolsonaro, después de su primer no, diciendo que estaba de acuerdo con la Procuraduría General de la República (PGR) en que este viaje no es de interés público y que las condiciones que causaron la incautación de su pasaporte siguen existiendo, a saber, el peligro de fuga.
El expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, besa a su esposa Michelle Bolsonaro antes de su partida hacia la investidura del presidente estadounidense Donald Trump, en el Aeropuerto Internacional de Brasilia, en Brasilia, Brasil, el 18 de enero de 2025. REUTERS/Adriano Machado
Todo este asunto ha suscitado polémica tanto en Estados Unidos como en Brasil. El presidente argentino, Javier Milei, durante el baile de gala celebrado el sábado en Washington para celebrar la inminente investidura de Trump, culpó al “régimen de Lula” de impedir que Bolsonaro llegara a Estados Unidos. “Bolsonaro es un gran amigo y lamento mucho que el régimen de Lula no lo haya dejado venir”, dijo Milei. En Brasil, el presidente del Partido Liberal, Domingos Sávio, dijo que la decisión de Moraes muestra “su perfil autoritario”, recordando que “Lula fue culpado, no fue imputado, sin embargo viajó a varios países. Bolsonaro no es culpable y se le prohibió aceptar la invitación de la mayor autoridad del mundo democrático”, dijo Sávio. Otro motivo de fricción, según informa Eliane Cantanhêde en el diario O Estado de São Paulo, es que a la toma de posesión de Trump fue invitado el ex presidente “pero no Lula”. Por eso, “tal vez por coincidencia, tal vez no tanto, Lula programó para hoy la primera reunión ministerial del año. Queda por ver si para ignorar la toma de posesión de Trump o para dejar que la tensión, las broncas y los llantos de la reunión pasen a un segundo plano en los medios brasileños, porque, reconozcámoslo, el Gobierno no pasa por su mejor momento”, escribe Cantanhêde.
“Pragmatismo y respeto mutuo”. Esto es lo que espera el asesor especial de política exterior de Lula, Celso Amorim, sobre el futuro de las relaciones entre Brasil y Estados Unidos con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. También es optimista el ministro de Asuntos Exteriores, Mauro Vieira. “Las relaciones entre Brasil y Estados Unidos siempre serán muy buenas, como siempre lo han sido. Son relaciones de Estado; el propio presidente Lula tuvo la mejor relación posible con Bush en el pasado. Los intereses de los Estados son siempre más importantes”, declaró el canciller al diario O Globo.
El expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, reacciona después de despedirse de su esposa Michelle Bolsonaro cuando ella parte hacia la investidura del presidente estadounidense Donald Trump, en el Aeropuerto Internacional de Brasilia, en Brasilia, Brasil, el 18 de enero de 2025. REUTERS/Ueslei Marcelino
Sin embargo, el Gobierno de Lula sigue temiendo a Trump, sobre todo de cara a las presidenciales de 2026, en las que la alianza Trump-Bolsonaro podría hacer bascular a la izquierda, a pesar de que Bolsonaro no podrá presentarse a las elecciones porque es inelegible según la justicia electoral hasta 2030. El apoyo de los dos principales magnates de las redes sociales, Elon Musk y Mark Zuckerberg, a la nueva administración también es visto con ojos críticos por el Gobierno brasileño, que libra una batalla contra las fake news. No es casualidad que Lula esté intentando crear una alianza alternativa con Europa en este asunto, de ahí las recientes llamadas telefónicas con el presidente francés, Emmanuel Macron, y con el socialista António Costa, el nuevo presidente del Consejo Europeo. Luego está el miedo a los aranceles, ya amenazados por Trump en la campaña electoral.
Según el diario estadounidense Wall Street Journal (WSJ), la nueva administración podría utilizarlos con países que usan el sistema judicial para perseguir a opositores políticos, y Trump podría incluir a Brasil en esta categoría. Fuentes cercanas al presidente dijeron al WSJ que veían con malos ojos la tardanza de Moraes en responder a la petición de Bolsonaro de recuperar su pasaporte. Dani Rodrik, profesor de economía política internacional en la Harvard Kennedy School, evaluó en un artículo para Project Syndicate que el impacto del aumento de aranceles dependerá no sólo del “alcance y la magnitud de los derechos, sino también del propósito para el que se apliquen”. Incluso teniendo en cuenta la imprevisibilidad de las acciones de Trump, según la mayoría de los analistas, dada la relación histórica entre Brasil y Estados Unidos, es poco probable que el aumento de aranceles se extienda a Brasil. Nunca las transacciones comerciales entre los dos países han ido tan bien como en 2024. El año pasado, las exportaciones brasileñas a EEUU crecieron un 9,2%, hasta 40.330 millones de dólares, mientras que las importaciones aumentaron un 6,9%, hasta 40.583 millones de dólares. El saldo favorable para EEUU fue de 253 millones de dólares.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. REUTERS/Ueslei Marcelino
La otra incógnita tiene que ver con el evento estrella de Brasil este año, la COP30, la Conferencia de la ONU sobre el Clima que se celebrará del 10 al 21 de noviembre en Belém, en el estado de Pará. Si Trump retira a su país del Acuerdo de París, la conferencia brasileña corre el riesgo de perder peso político. Sobre todo porque la oposición bolsonarista planea celebrar una cumbre paralela en los mismos días, pero en Manaos, en el estado de Amazonas, con los principales líderes ultraconservadores del mundo.
Además, persiste el temor de que las relaciones de Brasil con China, Rusia e Irán puedan crear fricciones con Washington, en un año en el que el gigante latinoamericano ejerce la presidencia del bloque BRICS. El reciente acuerdo entre Rusia e Irán sobre cooperación en materia de defensa, así como la continua expansión de China en América Latina, incluido Brasil, podrían generar una dura reacción de la administración Trump hacia los países que mantienen relaciones políticas con estos países. Venezuela desde este punto de vista es la prueba de fuego, al ser un régimen autoritario apoyado por estos mismos países. La ambigua posición de Brasil, que envió a su embajador a presidir la toma de posesión de Maduro, podría enfriar aún más las relaciones con Trump, que siempre se ha mostrado extremadamente duro con el régimen venezolano. El sábado, Juan Guaidó, el ex líder opositor venezolano reconocido por 60 países democráticos en 2019 como presidente interino y que ahora vive en Miami, atacó a Lula. “Tiene que dejar de hablar y empezar a hacer algo por Venezuela”, dijo.
En esta imagen de izquierda a derecha, el presidente de Irán, Masoud Pezeshkian; el de Egipto, Abdel Fattah el-Sisi; el de China, Xi Jinping; el de Rusia, Vladímir Putin; el de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa; el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, y el ministro de Exteriores de Brasil, Mauro Vieira, asisten a una conferencia en la cumbre de los BRICS en Kazan, Rusia, el 24 de octubre de 2024. (Maxim Shemetov, Pool Foto vía AP, archivo)
Sin mencionar a Trump, el viernes Lula se despidió de Biden con un post en X. “Quiero expresar mi agradecimiento al Presidente Joe Biden por el trabajo conjunto de estos dos años. Nuestras acciones coordinadas en defensa de la democracia, la agenda climática y la alianza por los derechos de los trabajadores han demostrado lo mucho que Brasil y Estados Unidos pueden lograr juntos en la búsqueda de un mundo más justo y un planeta sostenible”, escribió Lula. El presidente también expresó su satisfacción por la decisión de Biden, anunciada el martes, de retirar a Cuba de la lista de países que patrocinan el terrorismo. Según miembros de la administración estadounidense, Lula había pedido directamente al presidente de EEUU que retirara a Cuba de la lista. En cuanto a Trump, desde su victoria hasta hoy nunca ha hablado por teléfono con Lula. La razón oficial es que la fecha propuesta por EEUU, según dijeron fuentes de Brasilia a Infobae, coincidía con el G20. Sin embargo, en su discurso ante el Senado hace quince días, ni siquiera el senador Marco Rubio, nuevo secretario de Estado, mencionó una sola vez a Brasil. El pasado mes de septiembre había criticado al juez Moraes por bloquear X en Brasil, calificando su decisión de “última maniobra del juez Alexandre de Moraes para debilitar las libertades fundamentales” y la medida de “autoritaria” y parte de una “campaña de censura”. Mientras tanto, la diplomacia brasileña ya ha dado sus primeros pasos. La embajadora brasileña en Washington, Maria Luiza Ribeiro Viotti, ya tuvo un primer contacto con el equipo de Trump, donde transmitió el mensaje de un Brasil que quiere abrir canales de diálogo con la nueva administración. Antes de las elecciones presidenciales estadounidenses, un equipo de la cancillería brasileña había viajado a Washington para dialogar con el ala republicana y algunos grupos conservadores.
Quedan algunas preocupaciones. En primer lugar, las de los migrantes brasileños que viven ilegalmente en Estados Unidos, especialmente en Maryland, que según datos de Pew Research es entre los estados de EEUU con mayor número de ilegales. En total, hay 230.000 brasileños indocumentados en Estados Unidos, frente a los 100.000 que había en 2021. Entre las principales promesas de campaña de Trump está la de repatriar a los inmigrantes ilegales. El primer estado, según el anuncio, debería ser Illinois, donde a partir de mañana las autoridades comenzarán a identificar a los ilegales y a expulsarlos. Ya en su primer mandato, Trump había dificultado la residencia temporal, obligando a los migrantes a solicitar asilo en su país de origen para poder optar a esta categoría de visado en Estados Unidos.
En total, hay 230.000 brasileños indocumentados en Estados Unidos, frente a los 100.000 que había en 2021. REUTERS/Jose Luis Gonzalez
Por último, existe el riesgo de que aumente la presencia de las organizaciones criminales brasileñas en EEUU, donde ya tienen actividades de blanqueo de capitales y tráfico de armas. El imán podría ser el interés de la nueva administración por expandir el sector de las monedas virtuales, aún poco regulado. El adjunto de Trump, James David Vance, es un gran defensor de las criptodivisas y en el pasado ha recibido financiación de Peter Thiel, cofundador de PayPal. Thiel invirtió el año pasado 200 millones de dólares en criptodivisas y Ethereum. En general, son muchos los entusiastas de las criptomonedas que pretenden transformar el sistema monetario del país. Entre las propuestas más recientes figura la de la senadora republicana Cynthia Lummis, según la cual la Reserva Federal debería utilizar sus reservas para emitir certificados de compra de bitcoins, alcanzando así una reserva estratégica de un millón de bitcoins en un plazo de cinco años.