COLUMNA – BUSCANDO LA VERDAD
Gary Antonio Rodríguez Álvarez (*)
Entre las difíciles preguntas que los periodistas y medios de comunicación plantean cada inicio de año, hay tres que, definitivamente, están cantadas: ¿Cuáles son los principales retos para la gestión? ¿Mejorará o empeorará la situación del país? ¿Cómo acabará la economía este año? En verdad, habría que ser adivino para dar certeras respuestas -especialmente cuando quien decide las políticas públicas es el gobierno- por lo que, no siendo tal, lo que se suele hacer es recurrir a la teoría, la ciencia y sobre todo a la experiencia, para intentar algunas aproximaciones en cuanto al desempeño económico esperado, estableciendo para ello supuestos o consideraciones previas que apuntalen el vaticinio hacia su cumplimiento.
No es de extrañar que, cuando la prensa inquiere sobre cómo le irá al país, los pronósticos de legos y entendidos proliferan -unas veces con prudencia y, otras, como “papel aguanta todo”, especialmente para aquellos que “siempre tienen un problema para cada solución”- resultan tan nocivos que provocan que las expectativas de la población cambien para mal, se tornen más negativas aún y lleven a neutralizar la eficacia de las políticas públicas, entonces se produce lo que en el campo de la sicología se llama la “autoprofecía cumplida”, esto es, la confirmación de predicciones de indeseados acontecimientos que terminan haciéndose realidad, principalmente, cuando se desencadenan sucesos alimentados por el temor.
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Pero, no solo los economistas, analistas y opinadores realizan prognosis, de hecho, el gobierno nacional también hace sus propias proyecciones, por ejemplo, el pasado año, al momento de presentar a la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) el proyecto de Presupuesto General del Estado, fijó como metas oficiales para el 2025 un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del 3,51%; una inflación del 7,5%; un déficit fiscal del 9,2% y un nivel de inversión pública de 4.024 millones de dólares, apuntando a revertir los magros indicadores del 2024, sobre la base de la “combinación de inversión pública y privada, el desarrollo de sectores estratégicos, la mejora de la productividad agrícola y la puesta en marcha de decenas de industrias estales”, en el marco de la industrialización con sustitución de importaciones que promueve, apuntando a “generar un ahorro de divisas y reducir el déficit fiscal”, según afirmó el Ministro de Economía y Finanzas Públicas (“Ministro Montenegro perfila un 2025 mejor con la puesta en marcha de industrias estatales y mayores ingresos”, Agencia Boliviana de Información, 26.12.2024).
Lo cierto es que, solamente Dios -en su omnisciencia- sabe cómo le irá a la economía del país este año, así como, también, conoce las intenciones del corazón de cada uno de nosotros, gobernantes y gobernados, y deja que tomemos decisiones, buenas o malas, en uso de nuestro libre albedrío y es aquí donde está la clave para que las cosas mejoren durante esta gestión, asimilando los errores del pasado para no repetirlos a futuro.
Resulta triste decirlo, pero desde el punto de vista económico el 2024 no fue un buen año, ya que las metas oficiales no se cumplieron por factores externos (cambio climático, caída de precios internacionales) frente a lo cual se podía haber tomado algunos recaudos, pero también, por factores internos (bloqueos, avasallamientos a predios productivos, anormalidad en la provisión de diésel, escasez y encarecimiento del dólar, no aprobación de créditos externos en la ALP, freno a las exportaciones, acaparamiento, ocultamiento, especulación y contrabando de productos subvencionados) sobre lo que sí se puede incidir con buenas políticas públicas y el adecuado funcionamiento de las instituciones.
De ahí que, a la hora de hablar de los retos para el 2025, resulta inevitable la necesidad de: 1) Mantener la estabilidad de precios (la inflación se disparó al 9,97% en 2024, superando la meta oficial del 3,6%); 2) Promover la inversión privada, nacional o extranjera, para que haya un mayor crecimiento y empleo (se estima que en 2024 el PIB pudo crecer apenas por encima del 2% frente al 3,71% pronosticado, además que continúa la precarización del empleo); 3) Que el comercio exterior salga de su situación deficitaria (en 2024 se consagró un segundo desbalance consecutivo por la caída de la exportación en cerca de 2.000 millones de dólares y la baja de la importación por casi 1.700 millones, hasta noviembre), en este último acápite, vital para la estabilidad y la economía, se recomienda la promoción selectiva de exportaciones en sectores de rápida reacción como el agropecuario/agroindustrial y forestal/maderero, para generar a corto plazo los dólares necesarios para importar lo esencial: Equipos de transporte, insumos, bienes de capital y combustibles.
Para lograr un mejor 2025 se precisará: Seguridad jurídica (cero avasallamientos y bloqueos); seguridad de mercados (libre exportación) y seguridad de una sinergia público-privada para vencer los desafíos y aprovechar las oportunidades.
(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional
Santa Cruz, 22 de enero de 2025
Fuente: eju.tv