Neurología y utopía


En el imaginario colectivo, la utopía ha sido siempre un destino inalcanzable, un horizonte que se desplaza a medida que avanzamos. Sin embargo, en los últimos años, la neurotecnología ha comenzado a trazar rutas concretas hacia ese futuro anhelado.

Fuente: https://ideastextuales.com



La posibilidad de interactuar con el mundo a través de interfaces cerebro-computadora y la promesa de una mayor autonomía para quienes han perdido capacidades son hitos que parecen extraídos de la ciencia ficción, pero que hoy se están materializando en laboratorios y quirófanos.

Esta disciplina se ha convertido en un punto de intersección entre la ciencia y la utopía. Empresas como Neuralink, con su dispositivo Blindsight, y Science Corporation, con su implante de retina PRIMA, no solo buscan superar las limitaciones humanas, sino también redefinir lo que significa ser humano. Durante décadas, la discapacidad visual ha sido una barrera insalvable para millones de personas en el mundo. Hoy, la posibilidad de devolver la vista mediante la estimulación neuronal es una realidad tangible.

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Max Hodak, ex presidente de Neuralink y actual líder de Science Corporation, ha desarrollado un dispositivo que permite a pacientes con degeneración macular volver a leer y reconocer rostros. PRIMA, su innovador implante, traduce la luz en impulsos eléctricos que el cerebro interpreta como imágenes. Esta invención no solo representa un avance médico, sino que se inscribe en la historia de la humanidad como una demostración de que la ciencia, cuando es aplicada con un propósito claro, puede hacer tangibles los sueños más relucientes de la humanidad.

El desarrollo de tecnologías como PRIMA y Blindsight no solo resuelve problemas individuales, sino que plantea un cambio de paradigma en la manera en que concebimos la discapacidad y la rehabilitación. Si en el pasado las limitaciones físicas definían el destino de una persona, hoy la ingeniería biomédica está ofreciendo segundas oportunidades. Este avance científico, lejos de ser un simple triunfo técnico, es una invitación a repensar el futuro de la inclusión y la accesibilidad.

En el mundo de la ciencia, la promesa de la utopía no se mide en discursos grandilocuentes, sino en resultados. En ensayos clínicos, 38 pacientes con atrofia geográfica han logrado mejorar significativamente su agudeza visual gracias a PRIMA. Algunos de ellos pasaron de ver solo sombras a distinguir rostros, leer textos y desplazarse sin ayuda. Este es un testimonio de que las fronteras de lo posible están en constante redefinición.

Si bien se trata de un avance con alcances revolucionarios, no deja de plantear interrogantes sobre el acceso y la equidad. La posibilidad de recuperar la vista a través de un implante es un logro extraordinario, pero ¿quién podrá acceder a estas soluciones? ¿Serán privilegio de unos pocos o se democratizarán como ocurrió con las vacunas y los antibióticos?

La ciencia puede construir utopías, pero solo si la voluntad social y política lo permite. La inclusión tecnológica será clave para definir si estos avances se convierten en una herramienta de justicia social o en un nuevo motivo de desigualdad. La gran pregunta es si lograremos hacer de esta revolución un derecho universal en lugar de un lujo inalcanzable.

Esta encrucijada entre el progreso y la ética nos obliga a replantearnos qué tipo de mundo queremos construir. No es solo una cuestión de innovación, sino de principios. La posibilidad de restaurar la vista es un hito, pero su verdadero impacto se medirá en función de quiénes puedan beneficiarse de él. La utopía, entonces, no es un destino imposible, sino un plan en construcción. Y la ciencia, con todas sus contradicciones y posibilidades, es su mejor arquitecta.

Por Mauricio Jaime Goio.


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