Líderes del grupo, incluyendo a Rohan Sandeep Rane y Colin John Thomas Walker, enfrentan severas penas por coordinar una red de explotación y abuso infantil.
Por Kevin Moreno
Fuente: Infobae
Un caso de explotación infantil de alcance internacional salió a la luz tras la acusación formal contra cuatro hombres vinculados a una red en línea que promovía el neo-nazismo, el nihilismo y la pedofilia como principios fundamentales.
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Según informó el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, los acusados habrían utilizado plataformas digitales para manipular y coaccionar a menores de edad, obligándolos a producir material de abuso sexual infantil y a realizar actos de autolesión. Los crímenes habrían ocurrido entre 2019 y 2022.
Entre los acusados se encuentran Colin John Thomas Walker, de 23 años y residente de Bridgeton, Nueva Jersey; Clint Jordan Lopaka Nahooikaika Borge, de 41 años, originario de Hawái; Rohan Sandeep Rane, un ciudadano francés de 28 años; y Kaleb Christopher Merritt, de 24 años, procedente de Texas.
De acuerdo con la acusación, los cuatro hombres eran miembros de un grupo conocido como CVLT, que operaba en línea y tenía como objetivo reclutar seguidores sádicos y manipular a menores vulnerables. Según detalló New York Post, los acusados enfrentan cargos por participar en una empresa de explotación infantil, un delito que podría conllevar penas de entre 20 años y cadena perpetua.
Un patrón de abuso sistemático y coerción psicológica
El grupo CVLT se dedicaba a identificar y explotar a menores que enfrentaban problemas de salud mental o que habían sido víctimas de abuso sexual previo. Los miembros de la red utilizaban tácticas de manipulación psicológica para someter a sus víctimas, obligándolas a realizar actos degradantes como cortarse el cabello y comerlo, beber su propia orina, autolesionarse con cuchillas y grabar los nombres de los miembros del grupo en su piel.
Además, los menores eran forzados a insultarse a sí mismos con términos racistas y a realizar actos sexuales explícitos, algunos de los cuales involucraban a mascotas, otros niños o incluso objetos peligrosos como cuchillos y cactus.
La acusación también señaló que los sujetos enviaban a sus víctimas videos de contenido extremadamente violento, incluyendo tortura animal y violaciones, como parte de su estrategia de intimidación. En algunos casos, los miembros de CVLT presionaban a los menores para que se suicidaran en transmisiones en vivo. Cuando las víctimas intentaban resistirse o amenazaban con denunciar los abusos, los acusados las extorsionaban con la difusión de imágenes comprometedoras que ya habían obtenido.
Liderazgo y estructura de la red criminal
Según informó Fox 8, los tres hombres dirigían las actividades del grupo y coordinaban los esfuerzos para reclutar a otros miembros y ampliar su alcance. Aunque no está claro cómo se conocieron los acusados, las autoridades han señalado que su colaboración permitió la creación de una red organizada con un propósito explícito de abuso y explotación.
El Departamento de Justicia detalló que Rane se encuentra actualmente en prisión en Francia, donde fue arrestado en 2022 por cargos no relacionados de explotación infantil.
Por su parte, Merritt cumple una condena de 350 años en una prisión de Virginia tras ser declarado culpable en 2021 de viajar desde Texas para violar a una niña de 12 años que había conocido en línea. Tanto Walker como Borge fueron arrestados el jueves pasado en sus respectivos estados.
Impacto global y víctimas identificadas
Las autoridades han identificado al menos 16 menores de diferentes partes del mundo como víctimas de CVLT, incluyendo a dos residentes del sur de California. Según Fox 8, los acusados seleccionaban a sus víctimas basándose en su vulnerabilidad emocional y su historial de abuso, lo que facilitaba su manipulación. Los menores eran obligados a producir material explícito que luego era compartido entre los miembros del grupo, perpetuando el ciclo de abuso.
El Departamento de Justicia subrayó que, en algunos casos, los acusados cumplieron con sus amenazas de difundir imágenes comprometedoras cuando las víctimas se negaron a seguir participando en las actividades del grupo. Este patrón de coerción y represalias agravó el daño psicológico sufrido por los menores, quienes ya enfrentaban situaciones de extrema vulnerabilidad.