La gestión de la información económica por parte del gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS) ha estado marcada por un optimismo desmedido, impulsado en gran medida por el Modelo Económico Social Comunitario y Productivo (MESCP). Desde sus inicios, este modelo se ha presentado como la solución definitiva a los problemas económicos de Bolivia, prometiendo un futuro próspero y equitativo. En agosto de 2007, el entonces presidente Evo Morales proclamó que Bolivia se convertiría en un país similar a Suiza en una década. Más tarde, en enero de 2014, Luis Arce, quien en ese momento era ministro de Economía, afirmaba que la economía boliviana estaba «blindada». Sin embargo, la realidad ha demostrado que este modelo, que se basa en la venta de materias primas y la redistribución de recursos, ha comenzado a mostrar sus debilidades, dejando a la economía boliviana en una encrucijada.
El MESCP se ha presentado como un modelo redistributivo, pero no generador de riqueza. Su aparente éxito se debió a la coincidencia con una coyuntura económica favorable, algo que nunca antes había experimentado un país exportador de materias primas. Durante los años de bonanza entre 2006 y 2015, el MAS atribuía su éxito a su modelo económico, sin reconocer que este se sustentaba en un superciclo de precios del gas. Nunca se mencionó que el gasoducto que permitió ingresos por 65.000 millones de dólares fue una obra de gobiernos anteriores, a los que el MAS descalificaba como «de derecha». La demagogia fue tal que, en ocasiones, parece que los propios líderes del MAS llegaron a convencerse de que el éxito era resultado de su modelo.
El modelo económico también se basa en un sistema de subvenciones que, aunque inicialmente buscaba fortalecer ciertos sectores, ha terminado por abarcar toda la economía. Desde 2004, las subvenciones a los hidrocarburos se han extendido a todos los sectores económicos y a las familias, creando una dependencia insostenible. El congelamiento del tipo de cambio desde 2011 ha sido otra forma de subvención, permitiendo al gobierno inyectar dólares en la economía a través de la exportación de gas. Sin embargo, la disminución de las exportaciones de gas, debido a una menor producción, ha puesto al gobierno en una situación crítica, incapaz de mantener estas subvenciones. Esto ha llevado a un aumento de precios que ha generado preocupación y malestar en empresas, negocios y familias en todo el país.
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La incapacidad del gobierno para sostener las subvenciones ha comenzado a sincerar la economía, resultando en un aumento de precios que impacta directamente a los bolivianos. Los precios de los productos importados, que son esenciales como materia prima, continúan en ascenso, lo que agrava aún más la situación económica. Este panorama incierto es el resultado de un modelo que ha fracasado en su esencia. Entre 2007 y 2023, Bolivia ha importado aproximadamente 143 mil millones de dólares, impulsada por una coyuntura económica favorable. Sin embargo, si no hubiera existido el colchón financiero generado por la exportación de gas, el país no habría podido aumentar significativamente la inversión y el gasto público. En ese caso, las importaciones totales en el mismo período habrían sido de solo 73 mil millones de dólares, lo que significa que las importaciones han sido el doble, creando así una burbuja económica que ha fomentado el crecimiento del sector informal.
Una variable económica que ilustra la ineficacia del modelo económico del MAS es la informalidad laboral. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la informalidad en el empleo en 2006 era del 62.4%, mientras que, en 2023, un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) indica que Bolivia tiene un alarmante 80.8% de empleos informales, el valor más alto en América Latina. Este aumento en la informalidad es un claro indicador de que la situación ha empeorado en 18 años. Bolivia continúa liderando la tasa de trabajo informal en la región, con un 80.8% de los trabajadores en la informalidad, comparado con un promedio regional de 48%. La situación es aún más grave entre las mujeres, con un 83% de ellas empleadas en la economía informal, frente al 78% de los hombres.
Las subvenciones han tenido efectos secundarios latentes, como el incremento del sector informal, que, de alguna manera, no sentía angustia. Además, han fomentado la creación de grandes consorcios de contrabando que se han vuelto millonarios gracias a la compra de mercancías más baratas por el tipo de cambio y a un costo de transporte reducido por la subvención de hidrocarburos. Este fenómeno ha distorsionado aún más la economía, creando un entorno donde la competencia desleal se ha vuelto la norma y donde las empresas formales luchan por sobrevivir frente a la informalidad.
En resumen, el modelo económico del MAS es inviable porque no hay forma de sostener las subvenciones en el contexto actual. La realidad es que el despertar a esta situación será doloroso para muchos sectores económicos del país. La dependencia de un modelo que se basa en la venta de materias primas y en subsidios insostenibles ha llevado a Bolivia a una crisis que se manifiesta en el aumento de la informalidad, la inflación y la falta de oportunidades laborales.
Miguel Ángel Amonzabel Gonzales
Investigador y analista socioeconómico