“Sembrar el litio”


Emilio Martínez Cardona

Hace casi 90 años, el escritor y periodista venezolano Arturo Uslar Pietri, uno de los intelectuales latinoamericanos más relevantes del siglo XX, proponía “sembrar el petróleo”, o en otras palabras, apalancar una diversificación de actividades económicas para no depender en el futuro de ese ingreso único.



Con el pasar de las décadas y las generaciones, queda claro que no se hizo caso a su propuesta visionaria, y hoy en día Venezuela sigue siendo tremendamente dependiente de esa virtual monoexportación, lo que ha servido de base de sustentación económica para un régimen dictatorial, a través de la captura burocrática, clientelista y discrecional del petróleo.

En Bolivia, hubieron voces que, al inicio del gobierno de Evo Morales en 2006, recomendaron “sembrar el gas”, de forma que la pasajera bonanza que ya se advertía en el horizonte sirviera para un despegue duradero, superando los conocidos ciclos extractivistas de boom y contracción.

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Entre esas voces, del ámbito técnico y también de la oposición parlamentaria de entonces, se propuso estudiar el caso del Fondo Soberano de Noruega, como un modelo a seguir dentro de lo factible, asegurando una inversión inteligente y de largo plazo de los beneficios del gas.

Sin embargo, desde el gobierno se hicieron oídos sordos a la idea, que habría impedido o minimizado la capacidad de gasto arbitrario, de despilfarro cortoplacista, que era el verdadero plan a aplicar. Y así llegamos a la situación actual, donde a pesar de haber recibido ingresos extraordinarios por casi una década y moderados en los años siguientes, Bolivia acumuló un déficit de 38.000 millones de dólares en ese período, cubierto a través de la deuda pública.

Hoy en día, se habla del litio como el salario nacional de un futuro próximo. Pero vista la experiencia, tanto de años recientes como de anteriores ciclos extractivistas bolivianos, sería hora de plantear la necesidad de “sembrar el litio”, rescatando aquella idea de analizar y adaptar el paradigma del Fondo Soberano noruego, que ha llegado a ser uno de los fondos de inversión más grandes del mundo.

La entidad recibe ingresos de los impuestos a las empresas petroleras y de los derechos de exploración y producción de petróleo y gas, que se invierten en una amplia variedad de activos financieros en todo el mundo, incluyendo acciones, bonos y bienes raíces. Con esto se logra preservar el capital y obtener importantes rendimientos.

La clave para el buen funcionamiento del fondo es la autonomía técnica y meritocrática del Norges Bank Investment Management (NBIM), una división del Banco Central de Noruega, que se encarga de implementar la estrategia de inversión y de gestionar el riesgo.

En medio del naciente debate electoral, sería relevante abrir la discusión sobre un “fondo soberano” del litio, autónomo y meritocrático, que evite la repetición del despilfarro y la discrecionalidad que caracterizaron al manejo de los hidrocarburos.

 


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