Mgr. Fernando Berríos Ayala
Politólogo
Estudios, nacionales y de organizaciones internacionales especializadas en la materia, perciben una crisis generalizada en nuestro país, obviamente que los únicos que no se enteran de aquello son los del gobierno. Todos coinciden en las tendencias con otras de diferentes grupos y medios, reafirma que estamos ante el fin de ciclo del proceso de cambio, lo que nos deja un escenario electoral abierto y preocupante. El mayor detonante es la falta de solución a la crisis económica acompañada de la fractura interna del MAS que ha terminado de desdibujar el proyecto masista porque ahora no tiene sus principales puntales, estabilidad económica y estabilidad política. ¿Será que esta historia que ya no se basa en una lucha de ideologías va camino de una democracia liberal? Una democracia que privilegie la estabilidad económica, recupere el Estado de Derecho y anteponga la paz social por encima de todo.
No cabe duda que aquello supondría un giro completo en la política y en el país, desterrar el Socialismo del siglo XXI por el fracaso económico en el que ha dejado a Bolivia desde que el MAS se ha hecho cargo del gobierno. Un eventual nivel cero de reservas internacionales después de haber dilapidado 14 mil millones de dólares, una deuda interna y externa que supera los 25 mil millones de $us y un inédito déficit fiscal del 12% producto del gasto que implica poco más de $us 5.000 millones por encima de los ingresos percibidos dejando a nuestro país con una inflación por encima del 10%, imposibiltan mirar a otro lado si no vemos la ausencia de divisas, la falta de combustible y la subida de los precios de la canasta familiar. La crisis del MAS ha derivado en la crisis del sistema político y la crisis del Estado boliviano. La persistencia de los azules por aferrarse a la centralidad, tratar de imponer su hegemonía y pretender superponer un tejido social implícitamente endógeno comunitario, han inviabilizado el supuesto cambio sustancial en la generación de un Estado de y para todos en la vida nacional. La conmoción masista tiene dimensiones históricas producto de la irracional resistencia de Evo y sus seguidores por aceptar el cambio interno dentro del MAS, por el otro lado, el gobierno de Lucho simplemente ha trazado como principal tarea política, su supervivencia, esa es la agenda de la crisis.
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Pero, ¿Qué significaría que después de 19 años de gobierno masista, sea el fin del Socialismo como sistema político? Es obvio que estamos ante un nuevo sistema que entienda la urgencia de reformas en lo económico y en lo político; el fin de un gobierno autoritario, un Estado que retorne al estado internacional y que aliente la competitividad del mercado interno, que recupere la institucionalidad y que defienda la libertad individual basada en la igualdad ante la ley, es fundamental las libertades políticas y la independencia de los poderes del Estado, seguridad jurídica a las inversiones locales y extranjeras, una nueva doctrina política social y económica con un Estado regulador.
El MAS ya no es el partido que ostentó la mayoría en las dos últimas décadas. Hay una nueva mayoría que quiere que se vayan, quizás es lo único que une a esa nueva colectividad, no es homogénea y la polarización a partir de varios candidatos está impidiendo articular a esta nueva mayoría, es un desafío para los líderes opositores modular y organizar tras una sola propuesta el cansancio ciudadano con el sistema político del oficialismo. Esta polarización de candidatos puede terminar hastiando a la gente, no entender que estemos ante el agotamiento del proyecto político del MAS y el fin de un régimen político improductivo e ineficiente, puede ser un arma de doble filo que permita, incluso, que el MAS pese a todo, se quede en el poder.
No todo se reduce al desmoronamiento de la popularidad o preferencia por Luis Arce, hay otras vías que intranquilizan, el presidente para quedarse en el poder necesita de un “milagro electoral” o torcer las reglas democráticas. Dada la fragilidad de nuestras instituciones del sistema democrático, no suponen ninguna garantía para confiar en la imparcialidad de estas. La continuidad de los magistrados autoprorrogados y que en las pasadas elecciones judiciales han metido mano al sistema electoral ignorando olímpicamente el principio de preclusión, debe ser un dato de preocupación de todos. Las señales de alarma están ahí, estarán siempre; el Tribunal Supremo Electoral está nuevamente convocando a un pacto político para garantizar las elecciones y el respeto a sus resultados, incumplió sus compromisos del anterior pacto y resulta ridículo que sus acciones estén supeditadas a un acuerdo político, desnaturalizando su independencia y condicionando el cumplimiento de sus especificas funciones. Permitir la auditoria biométrica al Padrón y permitir el sistema de trasmisión de resultados preliminares el día de les elecciones, deben ser una muestra de la imparcialidad de Órgano Electoral, lo contrario es negarse a la transparencia de las elecciones nacionales.
La oposición parece confundida, el MAS irreconocible e irreconciliable, hay un vacío enorme en el sistema político, todos en un progresivo distanciamiento con la sociedad y sus necesidades. Los actores tradicionales que han reaparecido no cuentan con estructura sostenible y que pueda ser funcional; en el MAS no predomina aquella conciencia reivindicativa de sus bases sociales. Es necesaria una propuesta integral de país que incluya a la mayoría de los segmentos de la población, aquel liderazgo que logre aquello será exitoso electoralmente, sobre esas bases, la balanza se inclina por un nuevo liderazgo, un actor que no haya sido parte del poder, allí los políticos se han aplazado, los del MAS y los tradicionales. Es necesario el cambio.
Fuente: eju.tv