Novia Santa Cruz, la niña bonita del idilio electoral de cada cinco años



Por: Teresa Gutiérrez Vargas

Soplan vientos electorales y, una vez más, el departamento de Santa Cruz se convierte en la «niña bonita» de la clásica tropa de viejos y nuevos políticos, que la llenarán de halagos y frases engalanadoras. Como en una vieja serenata, los candidatos—especialmente aquellos que dicen representar a la bolivianidad y no nacieron en esta tierra grigotana—le cantan promesas al oído, le juran amor eterno y le prometen todo tipo de atenciones. «Novia Santa Cruz, contigo me quiero casar», parecen decir mientras despliegan caravanas, discursos y banderas en un intento de enamorar al electorado cruceño, cuya influencia en las urnas parece determinante para cualquier aspiración presidencial.



Este fin de semana, el romance electoral cobró intensidad con la llegada de tres figuras clave a Santa Cruz: los paceños Manfred Reyes Villa y Samuel Doria Medina, junto al cochabambino Jorge Quiroga. Cada uno, con su propio estilo, buscó seducir al electorado cruceño con discursos cargados de promesas y referencias a la pujanza regional.

Reyes Villa, exalcalde de Cochabamba y precandidato por la alianza APB-Súmate, oficializó su acuerdo con la agrupación SAO en un acto en el estadio de Real Santa Cruz. Con un discurso, centrado en la crisis económica y la escasez de dólares, destacó su liderazgo y experiencia. “Transformé Cochabamba y ahora transformaré Bolivia con el apoyo de todos ustedes”, proclamó, asegurando que su alianza era con la gente y no con “cinco políticos reunidos en un hotel para hacer acuerdos”.

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Por su parte, Jorge Quiroga reafirmó su defensa del modelo productivo cruceño en un evento en la Pampa de la Isla. “A Santa Cruz no se la debe vilipendiar, sino agradecer, porque tres de cada cuatro platos de comida en Bolivia vienen de esta región”, sostuvo, criticando las políticas gubernamentales que afectan al sector agroindustrial. Igualmente, en un encuentro con vecinos del barrio Los Lotes, Samuel Doria Medina se comprometió a solucionar la escasez de dólares y combustibles en 100 días, enfatizando con un enérgico “¡Carajo!”. Reconociendo también la fragmentación existente dentro del bloque opositor, planteó: “A finales de marzo, vamos a preguntarle a la población quién debe ser el candidato de la unidad”.

Mientras tanto, el candidato Chi Hyung Chung, uno de los postulantes que desde Santa Cruz se destaca en algunas encuestas, utilizó las redes sociales para enseñar a sus seguidores a «bolear», en un intento por conectarse con el electorado juvenil cruceño, como si el consumo de coca fuera parte de nuestra identidad regional. Por otro lado, el expresidente cívico Branko Marinkovic se arremetió contra Luis Arce Catacora en Twitter, criticando duramente la crisis actual que atraviesa el país. «Sos un mediocre, cínico e incapaz. Hace casi 20 años que estás a cargo y tenés destruida nuestra economía. Enero 2025 es el enero más inflacionario desde 1993», sentenció en su publicación.

Pero más allá de los discursos y las estrategias para conquistar el voto cruceño, hay una ausencia que resuena con fuerza: ¿dónde están las candidatas presidenciales? Amparo Ballivián, también promotora de la unidad opositora, mantiene un perfil silencioso. Afirma “ofrecer su trabajo gratis y sin pedir pega al candidato que tenga más posibilidades de ganar” y ha recorrido mercados cruceños, escuchando a la gente y comprometiéndose a no permitir la quema de un solo árbol más en su propuesta de gobierno.

Con casi el 30% del padrón electoral, la preferencia de Santa Cruz puede inclinar la balanza en una elección nacional. No es casualidad que los discursos de los candidatos, muchas veces con escaso conocimiento de la idiosincrasia cruceña, se impregnen repentinamente de halagos a la pujanza, el desarrollo y la hospitalidad de la región; hablando de autonomía, desarrollo agroindustrial y descentralización como si fueran propios de su ideario político, aunque en el pasado hayan defendido posturas contrarias.

Sin embargo, este idilio es efímero. Pasadas las elecciones, los flamantes «pretendientes» vuelven a sus antiguas prioridades, dejando a Santa Cruz con las mismas demandas históricas sin respuesta: infraestructura deficiente, centralismo asfixiante y una brecha cada vez más grande entre su contribución económica y la inversión pública que recibe. El romance se desvanece y el olvido se instala, al menos hasta el próximo ciclo electoral.

Santa Cruz no necesita coqueteos de un bloque de unidad que ya está fragmentado por dentro. Precisa un candidato que no solo se enamore de la “novia Santa Cruz”, sino que tenga la capacidad de ofrecer soluciones reales para todo el país. Un líder que no solo intente captar el voto cruceño con discursos llenos de halagos, sino que asuma que Bolivia atraviesa una crisis profunda, agravada por la corrupción y la ineficiencia de casi 20 años de administración masista. La división interna por la que actualmente atraviesa el MAS, podría abrir una oportunidad clave para conquistar el voto de un electorado desencantado, que busca un rumbo distinto y soluciones concretas. Esa es una oportunidad que no debemos perder.


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