Estamos entrando en un proceso electoral nacional donde el principal objetivo de la sociedad parece ser sacar al MAS del poder. Sin embargo, en medio de este panorama, las encuestas han pasado de ser una herramienta de medición a un factor que condiciona la estrategia de los candidatos y, en muchos casos, perpetúa la mediocridad política.
𝗘𝗹 𝘂𝘀𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝗲𝗻𝗰𝘂𝗲𝘀𝘁𝗮𝘀 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗮𝗿𝗺𝗮 𝗽𝗼𝗹í𝘁𝗶𝗰𝗮
Las encuestas, con sus múltiples variables e interpretaciones, han sido utilizadas por diferentes grupos para reforzar a su candidato o desacreditar a sus adversarios. En lugar de verlas como un insumo para la toma de decisiones estratégicas, se han convertido en munición para la polarización. Se ha dejado de considerar a los rivales como adversarios políticos y se les trata como enemigos, alimentando un clima de confrontación visceral que termina alejando a los votantes que no están politizados y que, en última instancia, decidirán la elección.
El problema es que este escenario no toma en cuenta el calendario electoral ni la dinámica del comportamiento del electorado. En lugar de generar propuestas serias, los candidatos han optado por estrategias basadas en la polarización y las emociones, un enfoque que es insostenible en el tiempo. La política basada en el amor, el resentimiento, la traición o cualquier otro recurso emocional es efímera: lo que hoy genera entusiasmo puede desaparecer en cuestión de semanas o días, haciendo que el voto migre con facilidad.
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𝗨𝗻𝗶𝗱𝗮𝗱 𝘀𝗶𝗻 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗲𝗻𝗶𝗱𝗼: 𝗲𝗹 𝗲𝗿𝗿𝗼𝗿 𝗲𝘀𝘁𝗿𝗮𝘁é𝗴𝗶𝗰𝗼
Los candidatos deben reflexionar: la unidad sin contenido no será suficiente para ganar esta elección. Hemos visto a Jorge «Tuto» Quiroga y su equipo dar clases de moral, cuando su trayectoria política es, como mínimo, cuestionable. Su entorno no genera confianza y sus propuestas parecen el trabajo escolar de un estudiante sin experiencia. Su enfoque estatista y centralista es un retroceso, disfrazado de modernización del Estado.
Manfred Reyes Villa, por su parte, no ha presentado una propuesta clara. Su campaña se basa en reaccionar ante sus contrincantes, repitiendo un eslogan vacío: «su experiencia basta». Sin embargo, olvida que su pasado es su mayor debilidad. Además, su campaña en el oriente es prácticamente inexistente y su alianza con Medrano, solo revive recuerdos de traición, sin aportarle un verdadero valor estratégico.
Samuel Doria Medina es uno de los pocos candidatos con una propuesta clara, pero no está sabiendo comunicarla. En lugar de enfocarse en su plan económico, se ha perdido en confrontaciones con sus propios aliados, dejando de lado el mensaje que podría diferenciarlo: una alternativa real al estatismo y al centralismo.
Branko Marinkovic tiene una propuesta radical de reducción del Estado, una visión clara que genera temor en los tibios y en la vieja clase política. Su desafío es conectar con un candidato a vicepresidente que complemente su discurso y construir una estructura política fuerte en el oriente para luego expandirse al occidente. La historia ha demostrado que las propuestas audaces y bien estructuradas convencen, pero necesitan una estrategia sólida para lograrlo.
𝗘𝗻 𝗽𝗼𝗹í𝘁𝗶𝗰𝗮 𝘀𝗲 𝗴𝗮𝗻𝗮 𝗰𝗼𝗻 𝗽𝗿𝗼𝗽𝘂𝗲𝘀𝘁𝗮𝘀, 𝗻𝗼 𝘀𝗼𝗹𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝗲𝗺𝗼𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀
Después de este breve análisis de fortalezas y debilidades, es necesario hacer una recomendación clara a los candidatos, a sus seguidores y a sus equipos de campaña: deben buscar el voto en los desencantados del MAS, no en los opositores. La pelea interna sobre quién es «más o menos traidor» o «más o menos funcional» solo beneficia al oficialismo. La política requiere innovación basada en propuestas, no solo en emociones pasajeras.
Si los candidatos no logran construir un discurso sólido que capture la atención de los votantes indecisos y desencantados, el MAS tendrá el camino libre para perpetuarse en el poder. El desafío está en transformar la indignación en un proyecto de país con visión de futuro.
Arturo Mendivil