«La ignorancia ha tomado el poder, la mediocridad está gobernando en todos los sectores y todos los niveles, mientras tengamos políticos mediocres, mientras tengamos funcionarios con un grado tremendo de ignorancia en cuanto a la cultura, esto no se va a resolver» Profesor Edgar Lora Gumiel.
Hoy sólo cabe acusar y reclamar al poder político que gobernó Bolivia desde su fundación hasta nuestros días el haberle negado la educación a su gente, la misma que es el don más preciado que puede tener una persona y la primera obligación de un buen gobernante.
Lamentablemente, la historia de Bolivia se ha caracterizado por las constantes y encarnizadas luchas por la silla presidencial, y el menosprecio de los caudillos gobernantes hacia la intelectualidad.
Mientras en 1871 en la vecina Argentina, su presidente Faustino Sarmiento centraba su mayor esfuerzo en impulsar la educación pública y el progreso científico de su país, en Bolivia el llamado Príncipe de las letras bolivianas, nuestro ilustre escritor, Gabriel René Moreno era falsamente acusado de traidor a la patria y el presidente Tomás Frías Ametller, ilustrado potosino y gran impulsor de la educación era derrocado y apresado. Igual suerte tuvo el brillante escritor paceño Alcides Arguedas con su ensayo sociológico Pueblo Enfermo, publicado en 1909, que escribió “por el choque y dolor que le provocó su regreso a Bolivia desde Europa y haber comprendido que su misión como hombre honrado era mejorar el medio donde vive”. Su libro es un llamado de atención a la falta de educación del pueblo boliviano sometido al peor de los males, como es la falta de acceso al conocimiento científico, ético y moral del mundo civilizado. Sin embargo, los estamentos del poder dominante, lejos de tomar conciencia de la necesidad de educar al pueblo boliviano, lo criticaron duramente y se lo estigmatizó como al peor enemigo y difamador de la patria. La revolución nacionalista de 1952 en el poder repartió tierras a los campesinos, pero no les brindó capacitación ni herramientas de trabajo. Dio el derecho a voto a analfabetos, indígenas y mujeres, pero no educación y más bien repartió armas al pueblo, creando milicias armadas para sustentar su afán de poder y dominación y promover la toma de tierras y la lucha entre bolivianos. Sí, esas mismas hordas de milicianos salvajes que en 1958 envió el poder central para escarmentar a los cruceños.
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Luego este sería el modus operandi del poder hasta nuestros días: reyezuelos con sus cortes de corifeos sin mayor mérito que su desmedida obsecuencia, a cambio gozan de las granjerías del poder frente a la pasividad de un pueblo sin ideales, sin valores éticos, domesticado, que ha normalizado la actuación de los gobiernos y se ha resignado a sobrevivir adaptándose a las peores condiciones de precariedad material y social.
Sin embargo, aún queda la esperanza de que este 2025 la sociedad civil organizada pueda elegir el cambio radical de las bicentenarias estructuras del poder por una nueva visión de la política boliviana para iniciar la tercera centuria buscando el bienestar de los ciudadanos.
¿Cuál sería hoy ese cambio paradigmático para el ciudadano boliviano? Pues… la emancipación de la esclavitud mental a la cual ha sido sometido durante dos siglos, a través de una gran GESTA EDUCATIVA que se sustenta en una verdad incuestionable: el recurso natural más valioso de un país es su gente, como muy bien lo tenemos comprobado en Bolivia cuyo pueblo enfermo de ignorancia ha sido presa fácil de la pérdida de su territorio, el saqueo inmisericorde de su riqueza y la pobreza extrema material y moral de la mayoría de sus habitantes, hoy en riesgo de perder libertad y democracia.
¿Qué hacer? Atender lo URGENTE, como es corregir la desastrosa economía del país, recortar la frondosa burocracia y erradicar la corrupción generalizada existente; y lo IMPORTANTE, que consiste en invertir en educar al pueblo boliviano, que ha sido estafado durante dos siglos por todos sus gobernantes. El nuevo gobierno debe implementar una POLÍTICA DE ESTADO que garantice la educación pública con un alto estándar de calidad, comedor, transporte, textos y medios pedagógicos a la que todos tengan igualdad de derechos con la implementación de políticas educativas que permitan que todos los alumnos independientemente de su origen socioeconómico puedan convertirse en ciudadanos intelectualmente autónomos, emocionalmente maduros y socialmente responsables.
No hay que inventar nada, sólo copiar a los países que a diferencia de Bolivia tuvieron la suerte de contar con estadistas visionarios como gobernantes y no simples mandatarios afectos a la silla presidencial.
El gran ejemplo es Singapur, que tiene la mejor educación de todo el mundo. Después de independizarse del Reino Unido, en 1945, priorizó la educación como la mejor inversión para desarrollar su único recurso natural disponible: su gente. Su PIB hoy es de 86.000 dólares.
También Costa Rica tiene una buena lección para Bolivia al haber abolido su ejército en 1948 después de haber sufrido una guerra civil. Hoy Costa Rica es una democracia plena, ubicado entre los 20 mejores sistemas democráticos de todo el planeta, con un PIB de 14.500 dólares. Esta debe ser la política a seguir en Bolivia y convertir los cuarteles en escuelas técnicas para capacitar a nuestros jóvenes. En vez de adiestrarlos a usar armas para la guerra, cultivar sus mentes para la convivencia, la fraternidad, el trabajo, las artes, el deporte. No hay que olvidar que el ejército es el brazo armado del poder de turno para sustentar su dominio. ¿Qué es la salvaguarda de nuestras fronteras? Todo lo contrario, son nuestros vecinos los que hoy cercan las suyas. Con este cometido, el abultado presupuesto de defensa nacional se destinaría para salud y educación.
Los beneficios de invertir en educación se obtendrán en toda su magnitud en el largo plazo, quince, veinte o treinta años. Sin embargo, ya desde el primer año se irá generando un importante movimiento económico con la demanda de alimentación, transporte, personal, textos y medios educativos que significará un beneficio directo para las familias bolivianas con hijos en edad escolar. En lo social ya no habrá niños o jóvenes en las calles sin escolarización y se habrá anulado la infame ley que permite el trabajo de los menores a partir de los 14 años, surgiendo círculos virtuosos de una nueva cultura de ilustración y prosperidad. Vale citar al reconocido epistemólogo suizo Jean Piaget, quien señala que «La meta principal de la educación es crear hombres que sean capaces de hacer cosas nuevas, no simplemente de repetir lo que otras generaciones han hecho; hombres que sean creativos, inventores y descubridores. La segunda meta de la educación es la de formar mentes que sean críticas, que puedan verificar y no aceptar todo lo que se les ofrece»
En este sentido cabe pensar que es justamente la educación la gran y única esperanza que tenemos los bolivianos para cambiar el destino del país, porque como dice Paulo Freire: «La educación no cambia al mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo».
Se puede asegurar que fruto de la educación, en quince años, Bolivia tendrá una nueva generación de electores con pensamiento crítico y nunca más la comparsa de precandidatos –como muy bien se los ha denominado– fanáticos del poder, donde el ilustrado no cabe.