La loba ha vuelto


La mujer latinoamericana es una fuerza tectónica en constante movimiento. Un temblor que sacude estructuras y un magma que, lejos de destruir, fertiliza.

Fuente: https://ideastextuales.com



Carga sobre sus hombros el peso de siglos de opresión, pero en vez de ceder ante la inercia del destino, se reinventa. Es la campesina que trabaja la tierra con la misma intensidad con la que sostiene una familia, la migrante que atraviesa fronteras con la dignidad intacta, la activista que alza la voz en un mundo que pretende silenciarla. No se trata solo de resistencia, sino de una reinvención perpetua, un renacer cotidiano que desafía el tiempo y las circunstancias. En su andar, la mujer latinoamericana no solo sobrevive, se transforma. Nunca deja de anunciar un nuevo comienzo.

Es indudable que la cantante colombiana Shakira es una mujer muy latinoamericana. Tras años de turbulencias personales y mediáticas, vuelve a los escenarios con una nueva gira mundial, reafirmando su capacidad de transformar las adversidades en un espectáculo de resistencia y pasión. Su historia es la de muchas. Como tantas otras enfrenta traiciones, pérdidas y dudas, pero se levanta con más fuerza.

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A sus 48 años no solo sigue moviendo caderas, sino que demuestra que la edad es solo un número cuando se trata de resiliencia, reinvención y liderazgo en la industria musical. Con su gira Las mujeres ya no lloran, vuelve a los escenarios tras un período de turbulencias personales y mediáticas. Su regreso, marcado por un espectáculo de proporciones épicas y una conexión más íntima con su público, no es solo el triunfo de una estrella global, sino también la confirmación de una artista que encarna el poder y la resistencia de la mujer latinoamericana.

Desde que saltó a la fama en los años noventa, Shakira ha demostrado que no pertenece a un solo molde. Su transición de la cantante de baladas de Pies Descalzos a la estrella pop global de Hips Don’t Lie, y de ahí a la experimentación con el reguetón y la música urbana, es un reflejo de su capacidad de adaptación y su entendimiento de la industria. Tras una mediática separación con el exfutbolista Gerard Piqué y una batalla legal con la Hacienda española, ha tomado su dolor y lo ha convertido en arte, con canciones que resuenan como himnos de empoderamiento.

No es casualidad que su gira haya iniciado en Brasil y que su siguiente destino fuera Barranquilla, su ciudad natal. Jugando de local, su música se entrelaza con la identidad festiva de su pueblo, y su regreso es recibido como el de una hija pródiga que, más que nunca, representa la voz de una Latinoamérica que lucha, se cae y se levanta. Los números también reflejan su impacto. Dos conciertos en Barranquilla agotados en cuestión de horas. Más que un espectáculo, su regreso es un fenómeno social.

En un mundo donde la edad sigue siendo un factor de discriminación en la industria musical, especialmente para las mujeres, Shakira desafía la norma y reclama su espacio con un show que combina tecnología, danza, música y un carisma inquebrantable. Un despliegue que transita entre géneros, desde el rock y la bachata hasta la champeta y el reguetón. La presencia de mujeres de todas las edades en sus conciertos refuerza la idea de que Shakira es más que una cantante. Es un símbolo cultural intergeneracional.

En este punto de su carrera, Shakira ya no necesita demostrar nada. Ha vendido más de 95 millones de discos, ha batido récords en plataformas de streaming y ha recibido reconocimientos en los Grammy. Pero su verdadera victoria es haber convertido cada tropiezo en una oportunidad para renacer. Como tantas mujeres en Latinoamérica, su historia es la de alguien que ha tenido que reconstruirse, enfrentarse a la crítica pública y redefinir su identidad.

La loba ha vuelto. Y esta vez, no pide permiso para aullar.

Por Mauricio Jaime Goio.


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