El litio y el capitalismo de mafia


¿Qué ha significado la famosa nacionalización emprendida por el MAS y su máximo líder, don Evo Morales? Ha significado promover un capitalismo de mafia. ¿Por qué? Ya sabemos que las empresas, al nacionalizarse, se volvieron bolivianas. Ese fue el eje del discurso nacionalizador. Las empresas, pues, ya no podrán ser saqueadas por el capital transnacional. He ahí la apretada síntesis de esta política. Sin embargo, no es verdad. ¿Por qué lo digo? Lo digo porque es imprescindible saber que el gobierno quiere cerrar un contrato con dos empresas, una china, otra rusa, para manejar el litio, a pocos días de abandonar, felizmente, el cargo.

He escuchado críticas contundentes negando la viabilidad de esta iniciativa. Escuché con atención el programa Diálogos al Café liderado por el notable economista Roberto Laserna dedicado al tema del litio. ¿Las conclusiones? Sería negocio si vendemos a 20.000 dólares la tonelada de litio y vendemos 100.000 toneladas anuales. Hoy el precio está a 10.000 dólares y producimos 3.000 toneladas anuales. No hay, pues, el menor chance. Ya vimos que en 2022 el precio por tonelada llegó a subir a ¡80.000!, dólares la tonelada y los chilenos consiguieron vender litio con un rédito de 5.000.000 de dólares. ¿Y nosotros? Nosotros gastamos 1.000 millones desde 2008. ¿Por qué no logramos generar litio masivamente ganando a nuestra competencia chilena y argentina habiendo invertido tanto? Porque la inversión no fue a parar a la generación de litio exportable. La inversión fue a parar a los hermanos del MAS encargados del tema.



Me explico: el gobierno del MAS no tuvo como propósito final exportar litio. Parece absurdo afirmarlo, pero no lo es tanto. Lo que sucede es simple: este capitalismo de mafia sirve precisamente para enriquecer a la mafia enquistada en el gobierno. Es necesario entender que el capitalismo mafioso crece “hacia adentro”. No crece, como el capitalismo empresarial clásico, “hacia afuera”, tratando de ganar mercados. No, este capitalismo funciona al revés. ¿Cómo es eso de que este capitalismo funciona al revés? No se contrata a los mejores empresarios dedicados al rubro. Se contrata a los “amigos políticos” que tienen la predisposición de pagar por este canje: “nosotros bolivianos te damos nuestro litio y tú finges que produces y nos das un porcentaje de lo que invirtamos en ti”. Ese es el meollo. Se procede a teatralizar la marcha económica: el gobierno actúa de empresario eficiente y los extranjeros que vienen a “invertir” en el país actúan de socios estratégicos. ¡Aplauso! El sketch funciona y el público aplaude en el escenario. Sin embargo, sepámoslo: es una pantomima de repartición de dinero público a actores privados. ¿Quiénes son esos actores privados? Los funcionarios públicos involucrados en esta trama a solicitud de la oligarquía gubernamental. Se hacen pasar por actores públicos –“somos el gobierno”-, pero logran lo impensable: privatizar lo público.

Ellos, y sólo ellos, son los dueños. Han engañado a todo un país jurando impulsar las empresas bolivianas bajo el rótulo de ilusionismo cósmico: “nacionalización”. ¿Qué son estas empresas, entonces? Cortinas de humo para enriquecer a sus circunstanciales poseedores. “Las empresas son nuestras, la nacionalización es nuestra”, afirman sin rubor. Y tienen razón. Sólo que omiten un detallito: cuando dicen “nuestras” no se refieren a los 11,3 millones de bolivianos, se refieren a no más de cien sujetos pertenecientes a una cleptocracia hegemónica, de los que una decena, a lo sumo, son el eje dominante.

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¿No sucedió lo mismo con la urea, el Mutún, las plantas de polipropileno y etileno de 1.000, 600 y 600 millones de dólares “invertidos” por el gobierno para hacerlas andar?

Me interesa resaltar lo que digo citando los ejemplos más vistosos: todas esas empresas han funcionado mal. ¡Todas! Podríamos alegar que la CPE entorpeció la inversión extranjera. Sí, seguro que sí, pero no es lo más relevante. Por el contrario, este capitalismo no ahuyenta a los inversores extranjeros por error, ¡lo hace intencionalmente para mantener el monopolio! Por tanto, la CPE es bendita: facilita el escape de los potenciales interesados que, en verdad, son sólo perjudiciales competidores. ¿Qué significa eso? Que este capitalismo no se equivoca. Despeja el camino a su regalada gana no solo a través de nuestra carta magna, sino solidificando una ideología de esplendor patrio donde las “empresas gringas”, “los cipayos del imperialismo”, “las transnacionales” son el perfecto mecanismo de purificación del monopolio estatal masista. El monopolio de una casta corrupta y abusiva.

En suma, no caigamos en la trampa: esos contratos del litio son sólo la extensión de este miserable capitalismo de mafia que el MAS ha sabido entronar.

Diego Ayo es PhD en ciencias políticas.


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