En el mundo se han dado varios casos «sorpresa» que siguiendo diversas estrategias, personas de fuera de la política, o de rincones marginales, han alcanzado el poder, pero en Bolivia no está claro si se consolidará una opción real de voto similar o solo expresa protesta
Fuente: El País.bo
Hace unos años era la palabra de moda en política: el “outsider”. Convencionalmente se refería a una persona que desde “fuera de la política”, irrumpía en una campaña electoral y la ganaba para hacerse presidente, pero luego el concepto se fue ampliando y acomodando.
Por ejemplo, bajo la figura de outsider se acomodaron millonarios de los de siempre, que siempre estuvieron en las mesas rodeadas de políticos, pero que llegaban con discursos nuevos. Fue el caso del propio Donald Trump en EEUU, de Sebastián Piñera en Chile o Mauricio Macri en Argentina. En Bolivia este rol lo intentó ocupar Samuel Doria Medina en 2014 sin demasiado éxito.
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Luego hubo algunos políticos profesionales que se desperezaron de repente para subirse a la ola del momento, adaptando sus ideas a los nuevos tiempos: Jair Bolsonaro en Brasil, José Antonio Kast en Chile o López Obrador en México. En Bolivia el más parecido es Tuto Quiroga, hecho el liberal de la nueva hornada tras compartir gobierno y heredar el poder del ultranacionalista Hugo Bánzer.
Hay muy pocos que salen de la academia disparados a la política, aunque muchas veces con un largo paso por las cadenas de televisión. Es el caso de Pablo Iglesias en España o Javier Milei en Argentina. En Bolivia este puesto está más bien vacante, aunque podrían acercase los libertarios Jaime Dunn o Mauricio Ríos, sin suficiente cancha mediática.
Hay, por supuesto, los “herederos”, aquellos cuyos padres ostentaron el poder político o económico y se creen con designio divino para continuar “la misión”. Es el caso de Keiko Fujimori en Perú, Máximo Kirchner en Argentina, o más recientemente, Daniel Noboa en Ecuador, hijo del hombre más rico del país que se hizo pasar por alguien nuevo. En Bolivia el caso está representado en Rodrigo Paz Pereira, que no pudo presentar su candidatura en el departamento en el que es senador, pero también por Andrónico Rodríguez, absolutamente subordinado a su mentor Evo Morales.
¿Y entonces dónde está el outsider?
Los analistas dicen que la tradición democrática y sobre todo, la naturaleza conservadora del boliviano, impide la emergencia de un “outsider” acreditado, y de momento parece que tienen razón.
En 2019 por ejemplo Virginio Lema – con familia y pasado político – intentó representar un soplo de renovación política en el escenario con nuevas formas de comunicar y cuidando al detalle el personaje, y acabó con un 0,69% posteriormente anulado.
En aquella campaña también emergió Chi Hyun Chung, pastor presbiteriano, coreano a todos los efectos, despotricando contra mujeres, abortos y niños malcriados y acabó sumando un 9% en una campaña donde Evo Morales amenazaba la Constitución y Carlos Mesa luchaba por entrar en la segunda vuelta.
Los analistas de entonces establecieron diferencias entre lo que es un voto por un outsider, que se supone te da nuevas ilusiones de futuro, con un voto protesta o castigo. En 2020, cuando se repitieron las elecciones y Bolivia se la jugaba en serio, apenas logró un 1.5%.
En 2025, sin embargo, Chi Hyun Chung no se ha dado por vencido: el escenario es similar al de 2019 y tener una bancada de bloqueo es un sueño húmedo de las corrientes más conservadoras de las iglesias cristianas del continente, que en Bolivia ya se han revuelto ante las mínimas propuestas progresistas del gobierno.
Chi no tiene un programa en particular que defender, pero siembra en todas las polémicas de la batalla cultural: homosexuales, impuestos, educación… además defiende a conveniencia la participación del Estado en la economía y tiene un as en la manga: el apoyo asiático.
Su primer “gran fichaje” es Jaime Soliz, un abogado que ocupó cargos en los 90 y que ha hecho una campaña profunda hablando de los prejuicios de los bancos en la economía real, ayudando a cientos de personas, sobre todo mujeres, en todo el país, pero que cuando se pone las gafas de sol parece un mafioso uruguayo en la Costa del Sol. Aún así, el binomio no parece convencer como “outsider” de los que gana, sino de los que cabrea.
Lo cierto es que a estas alturas no parece que haya tiempos para nuevos outsider, ni de un lado para otros. Con estos bueyes hay que arar, y quien sabe, evitar la melancolia.
Fuente: El País.bo