El presidente en su laberinto 


 

 



Las medidas anunciadas por Arce son como él, sin personalidad, convicción, creatividad ni fuerza. Ratifican que no puede fingir gobernar más que siguiendo un libreto desgastado y que no tiene ni la más mínima consistencia. Son una admisión de impotencia, una artillería de papel que no tiene la hombría de bien de admitir la realidad, el anuncio oficial de la fase terminal del masismo.

Por mucho empeño que le ponga para aparentar estar indignado y atribuirles a otros el estrepitoso fracaso del seudo modelo social comunitario productivo impulsado por Evo Morales y el mismo, Arce no tiene ya credibilidad alguna y sus “medidas” agravan su caso.

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Diez medidas que son una genuina burla al dramatismo de la situación económica y a la escasez de hidrocarburos, meros enunciados que no cambiarán ni un ápice el fondo del problema y que son tan frívolos que desmerecen la institución presidencial, son propuestas de un escolar mediocre.

Reducir el parque automotor del sector público no tendrá más que un impacto marginal, puesto que no representa ni el 1% del parque vehicular total y aun así es la más concreta de las medidas anunciadas.

Las medidas 2, 5, 6 y 10 son olímpicos saludos a la bandera, puesto que incrementar la distribución, priorizar el abastecimiento a determinado sector, garantizar la provisión a otros o reforzar el control en las fronteras no son más que declaraciones de intención sin ninguna fuerza ni seriedad, ya que no se menciona, ni por asomo, los mecanismos concretos para lograr esos objetivos.

Permitir el teletrabajo o la teleducación no necesitaba de un anuncio presidencial, el horario continuo o el funcionamiento del teleférico en La Paz mucho menos, lo que reduce la perorata del primer mandatario a informar que se creará una aplicación que de todas maneras no es necesaria, puesto que todos los conductores de cualquier cosa que requiera gasolina ya tienen grupos de este tipo en WhatsApp u otras plataformas.

Ninguna de las decisiones anunciadas toca siquiera el principio del problema que es la escasez de dólares y el excesivo gasto estatal. Como lo sugiere Andrés Pucci, medidas mitigadoras de la crisis de combustible hubiesen sido “Eliminar los combustibles de actividades ilícitas, permitir la libre importación y comercialización por parte de surtidores, quitar la subvención a los combustibles y asumir el costo político de ello renunciando a la reelección”. Esta última obviamente requeriría de un 1% de nobleza y amor a Bolivia, algo inexistente en la identidad masista.

Arce ha tocado fondo, es la expresión de indigencia retórica y conceptual más descarnada que se haya visto jamás en Bolivia, solo superada por su absoluta impotencia en proponer intentos de solución a los desafíos que enfrentamos. Constreñido por sus limitaciones personales y las de la mayoría de la gente que lo rodea, con alguna excepción aun por identificar, un grupo de mediocres y sinvergüenzas, el presidente se aferra a la ortodoxia del populismo demagógico e irresponsable. Y en el proceso se ha vuelto un presidente de papel, en lo moral, con las gravísimas sindicaciones que pesan sobre sus propios familiares, en lo político, menesteroso sin apoyo más que el de los oportunistas y traidores de su corriente de origen, carente de ideas, ajayu o energía alguna.

Los historiadores del mañana quizás rescaten la contribución que hizo al debilitar en forma inexorable al monstruo mayor, lo que, en rigor, le reconozco y hasta agradezco. Pero podía haber ido muchísimo más allá, podía haber tenido el coraje de reconocer ante la historia el fracaso de su seudo modelo y la hombría de bien de actuar en consecuencia, el gesto de grandeza de renunciar a la reelección. Podría haber escogido la apuesta de la audacia, prefirió perseverar en imitar a Pilatos y a otros cobardes y miserables.

 

Por Luis Eduardo Siles

Analista y político


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