Ciudadanos que realizan una correcta gestión del Estado


 

La política no debería ser solo una lucha por el poder, sino un intento de resolver los problemas comunes y buscar el bienestar general”. Pukymon.



La sociedad democrática ha construido su comprensión del mundo sobre el respeto de las normas y los procedimientos, con lo que se ha convertido en una sociedad de abogados y jueces. Un dirigente en la época de la Revolución Francesa decía: “En la época de la Revolución, lo primero que hay que hacer es matar a todos los abogados”.

La sociedad se ha venido degradando, las leyes se elaboran y aplican de acuerdo al interés de los gobernantes y los burócratas. En consecuencia, la sociedad se enfrenta básicamente a dos tipos de leyes: Justas e Injustas y el ciudadano no solo tiene la responsabilidad legal, sino también moral, para obedecer las leyes justas. Pero fundamentalmente tiene la responsabilidad moral y cívica, para desobedecer y eliminar las leyes injustas que atentan contra la libertad y los derechos de los ciudadanos.

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En nuestra inseguridad hemos construido sistemas administrativos que sólo pueden justificar su existencia, produciendo cada vez más normas, cuya suma total nos obliga a vivir avasallados, oprimidos y para protegernos nos llenamos de normas.

Pero el problema no es la existencia de normas, pues hay buenas normas y algunas son útiles, el problema es su exceso sin límites y que además son manejadas generalmente por instituciones a cargo de gente inepta y sin principios éticos.

La mayoría de estas normas son muy exageradas o injustificadas, otras muchas son fuente de enriquecimiento de la burocracia pública. Todo el mundo es consciente de ello, hemos burocratizado todo, pero no se hace nada para oponerse a ello.

Los dirigentes demócratas, que son incapaces de defender los derechos de los ciudadanos, invocando el respeto a las normas y obviando los graves problemas de fondo que enfrenta la sociedad, nos están dando una respuesta equivocada.

Como ciudadanos responsables tenemos que asumir nuestra responsabilidad y para avanzar tenemos que ser capaces de ¡decir no!, a todo lo que atenta y degrada nuestra libertad, nuestra humanidad y estar dispuestos a pagar el precio requerido, porque el mayor riesgo de todos es la libertad.

Gestión del Estado Nacional a cargo de Estadistas capacitados y con ética.


Hemos construido un Estado democrático que cuenta con Instituciones soberanas que regulan la vida de las naciones y los ciudadanos.
En el ámbito de un territorio nacional, las funciones de este Estado son varias y muy amplias, ente ellas: La defensa e integridad territorial de la Nación así como del monopolio de la fuerza pública, las relaciones exteriores del país, la protección de la vida, la seguridad jurídica, la libertad y los bienes de sus habitantes, la administración de justicia, la educación y la salud, sin intervenir en el ámbito de la propiedad y la actividad empresarial de las personas.

Para administrar la complejidad del Estado se necesita de Estadistas, gente que tenga formación y experiencia en administración, economía, política internacional, manejo de equipos profesionales y especialmente principios y valores éticos. Sin embargo, los dirigentes que hemos elegido y tenemos últimamente son un Cocalero y un Cajero.

El Cajero hace bien su trabajo, cada vez que entran esos cochinos dólares en la caja, él la deja limpia. El cocalero hace muy bien el suyo y en el Chapare prosperan los sembradíos de coca y se la industrializa para llegar al mercado mundial. Pero ambos no tienen capacidad ni interés en solucionar los graves problemas del país.

Enfrenando nuestros problemas.

Conocemos que el principal problema que tenemos en Bolivia es el Gobierno del MAS y su gente, y si no los cambiamos nada va a solucionarse. Lo lamentable es que hasta ahora no logramos unirnos, trabajar juntos y respetar nuestros compromisos.

Usando el sentido común con buen criterio, y superando nuestros miedos, podemos descubrir el principio vital de nuestra existencia y así vivir plenamente. El primero y más poderoso de estos principios es la sed de libertad: Vivir libre. El segundo principio, valioso e íntegro: El amor a la vida.

Utilizando el sentido común, tenemos que entender que, si no cambiamos la Receta y al Cocinero, el locro será incomible o nos envenenará.

 

 


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