Borrachera de poder


 

Quien ha bebido, ha experimentado los síntomas del chaki (físico y moral). Pero el dolor de cabeza, el mal estomacal, el destemple del cuerpo y la vergüenza sólo son algunas de las consecuencias de la borrachera. Y qué época más adecuada que la que viene después del carnaval para hablar de estas.



En el año del bicentenario, mucho más que otros, padecemos las consecuencias del consumo excesivo de bebidas espirituosas. El dedo amputado en una gradería en Oruro solo es una anécdota si se lo compara con los 95 fallecidos y 275 heridos que se registran producto de accidentes de tránsito relacionados con el alcohol.

A esto se le pueden sumar otra cantidad de heridos y otras muertes a consecuencia de riñas entre compatriotas en estado etílico. Pero el desastre no acaba ahí, robos, asaltos y millones en objetos extraviados son otras situaciones por considerar. Y es de no acabar, si lo vemos desde otras perspectivas, engaños, estafas y otras situaciones aparecen en el inventario. Familias desintegradas y en quiebra, hospitales aún más saturados, lesiones de por vida, en fin, problemas en toda dirección.

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Si las consecuencias de la borrachera de un carnaval son así de grotescas, provoca pánico dimensionar las consecuencias de una borrachera de poder de dos décadas. Y aunque recién se siente, el chaki político que le aguarda a nuestro país es de proporciones bíblicas, así como lo fue la farra del MAS: la resaca también huele a corrupción, a impunidad, a mentiras recicladas con olor a trago barato.

No sólo se farrearon la plata del gas, sino que se farrearon los ingresos del futuro, la deuda pública asciende a más del 80% del PIB. Por otro lado, nos dejan con una moneda que se devaluó cerca al 80% en algo más de un año y una escasez de divisas que hace imposible importar insumos básicos como combustible y medicamentos.

Pero la borrachera de poder no sólo produce un chaki financiero, sino también deja síntomas en todo el cuerpo estatal. Infraestructura deficiente que se cae a pedazos a lo largo y ancho del país, empresas deficitarias y llenas de deudas, y cientos de miles de empleados públicos de funciones dudosas son otros de los síntomas.

Más no todos son síntomas físicos, la moral de un país está por los suelos tras haber caído en cuenta de que el proyecto del MAS corrompió la dignidad de los pueblos indígenas, aplastó los sueños de las nuevas generaciones, humilló a las mujeres y se robó el ahorro de los jubilados. Pensar en el descaro con el que hicieron y hacen política los masistas me hace creer que el lamento boliviano parece tener mucho de que alimentarse durante la siguiente década.

La borrachera de poder del MAS deja un país en ruinas. No obstante, toca recomponerlo; toca levantar moral y económicamente la patria; alejarla de los vicios y meterla a rehabilitación. A todos los bolivianos nos esperan años duros y de sacrificio porque las consecuencias de una borrachera de 20 años no se curan en un año o dos.


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