Una década de retroceso: la inversión extranjera en Bolivia cae hasta un 79,1%


Expertos advierten que el país se volvió poco atractivo para el capital foráneo por la falta de seguridad jurídica y un entorno restrictivo, el BCB destaca una leve recuperación de flujos netos desde 2021. Bolivia solo captó el 0,2% de la IED regional

Ernesto Estremadoiro Flores

 

Para los expertos, la Ley de Hidrocarburos vigente desincentiva las inversiones al concentrar las utilidades en el Estado central
Para los expertos, la Ley de Hidrocarburos vigente desincentiva las inversiones al concentrar las utilidades en el Estado central

 



Fuente: El Deber

De acuerdo con datos del Banco Central de Bolivia (BCB), durante el primer semestre de 2024 la IED neta alcanzó apenas $us 136 millones, muy por debajo de los $us 648 millones registrados en 2014, cuando Bolivia atravesaba una etapa de fuerte dinamismo económico, impulsada por el boom del gas y elevados ingresos por exportaciones de gas natural.

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Para los expertos, este retroceso refleja los desafíos que enfrenta la economía nacional, que pasó de ser una de las más dinámicas de Sudamérica a una de las más frágiles. En 2014, Bolivia lideraba el crecimiento regional con un PIB del 5,4 %, sustentado en los altos precios del gas y una relativa estabilidad macroeconómica.

Actualmente, con una inflación que comienza a presionar los precios de productos básicos, las proyecciones son poco alentadoras. Incluso, calificadoras internacionales como JP Morgan y Moody’s han emitido reportes negativos sobre el país.

Pese a este escenario, el Gobierno mantiene un discurso optimista y sostiene que los informes de estas agencias no reflejan la “realidad económica y financiera” de Bolivia.

¿Dónde se invierte aún?

Hasta el primer semestre de 2024, el sector de hidrocarburos lideró la recepción de inversión extranjera con $us 59 millones, lo que representa el 43,4% del total. Sin embargo, estas operaciones dependen principalmente de la reinversión de utilidades, sin señales de nuevos actores ni ampliaciones significativas. La caída en la producción de gas y petróleo ha reducido el margen de reinversión y las expectativas de expansión.

La industria manufacturera recibió $us 43 millones, concentrados en la ampliación de plantas de alimentos, bebidas y productos químicos, principalmente con capitales europeos y canadienses. A pesar de mostrar mayor estabilidad, este sector evidencia signos de estancamiento ante una demanda interna debilitada.

En minería, el capital extranjero alcanzó los $us 25 millones. Aunque baja, esta cifra resulta significativa dada la riqueza del país en minerales críticos. El interés internacional por el litio persiste, pero los inversores esperan mayor certidumbre normativa y claridad sobre el rol del Estado antes de asumir riesgos mayores.

El informe del BCB detalla que países como España, Suecia, Francia y Canadá continúan figurando entre los principales orígenes de la IED, aunque con montos cada vez más reducidos.
Brasil, en cambio, lidera la región con $us 65.897 millones en IED, pese a una caída del 10%. Argentina sorprendió con un crecimiento del 48,7%, alcanzando los $us 22.911 millones, gracias a reformas que favorecieron la inversión, como la reducción del déficit fiscal y la eliminación del cepo cambiario. Chile y Colombia también reportaron cifras positivas, especialmente en sectores como minería, energía y servicios.

Bolivia, por su parte, apenas atrajo el 0,2% del total de la inversión extranjera regional.

Tendencia difícil de revertir

La tendencia decreciente de la IED no se revertirá a corto plazo. Así lo advierte el economista Germán Molina, quien califica la situación de Bolivia como un aislamiento frente a los capitales internacionales y asegura que el problema es estructural.

Molina identifica tres factores clave detrás de este declive: un marco jurídico restrictivo, una elevada carga fiscal y la inestabilidad institucional.

“La Constitución limita la inversión extranjera directa en sectores estratégicos como minería, gas, petróleo y litio. Mientras esa norma esté vigente, Bolivia no será atractiva”, afirmó. También advirtió que el proceso para abrir una empresa en el país es lento y burocrático, lo cual desincentiva la llegada de nuevos capitales.

“No existe libre movimiento de capitales, los controles de precios son rígidos, la tasa de interés está intervenida y no hay suficiente disponibilidad de dólares. Todo esto genera señales negativas para el exterior”, explicó.

Consultado sobre la posibilidad de que el actual gobierno revierta la situación, Molina fue categórico: “Este gobierno no lo hará. Su modelo está basado en una visión estatista, no en la apertura ni en el incentivo al capital privado”.

A su juicio, solo un cambio de gobierno con una visión económica distinta podría generar un giro estructural. Propone un programa de ajuste y una reforma económica profunda, incluyendo un régimen cambiario alternativo con bandas que permitan una flotación controlada del dólar.

Además, plantea la transición hacia una economía social de mercado donde el Estado cumpla un rol regulador y no intervencionista. Entre sus reformas clave están la simplificación tributaria, la desburocratización del proceso empresarial y la garantía de estabilidad jurídica a largo plazo para brindar seguridad a los inversores.

Para Fernando Romero, presidente del Colegio de Economistas de Tarija, la caída de la inversión extranjera va más allá de las cifras: responde a un entorno político, jurídico y económico percibido como inestable, restrictivo y poco predecible desde el exterior.

A estos factores se suman constantes conflictos sociales, paros, bloqueos y marchas, así como un marco normativo que no brinda garantías claras a los inversionistas.

Romero también se refirió a la reciente decisión del BCB de pignorar reservas de oro como un síntoma más del deterioro económico. En su opinión, esto demuestra que el país atraviesa una crisis de liquidez preocupante.

Entre las reformas urgentes que sugiere están la creación de una nueva Ley de Inversiones con incentivos reales, una reforma tributaria que reduzca la presión fiscal y amplíe la base impositiva, mayor inversión en infraestructura básica y un régimen legal que prohíba los bloqueos como forma de protesta.

País en zona de alto riesgo

Las señales de alerta sobre la salud económica de Bolivia se intensificaron tras los recientes reportes de JP Morgan y Moody’s, dos de las agencias más influyentes en el análisis financiero global. Ambas ubicaron al país en niveles críticos de riesgo e inestabilidad, con indicadores que reflejan una combinación de fragilidad macroeconómica, incertidumbre política y deterioro institucional.

Según el índice EMBI (Emerging Markets Bond Index) de JP Morgan, Bolivia alcanzó en abril los 2.190 puntos. Paralelamente, Moody’s rebajó la calificación crediticia de Bolivia de Caa1 a Caa3, ubicándola entre los países con mayor riesgo de impago.

De acuerdo con este análisis, las reservas internacionales cerraron 2023 en apenas $us 1.700 millones, lo que equivale a menos de dos meses de cobertura de importaciones. Ante esta situación, el Ministerio de Economía replicó que la calificación “no refleja la realidad económica y financiera” del país, y aseguró que se están tomando medidas para “garantizar la estabilidad macroeconómica, la sostenibilidad fiscal y la liquidez externa”.

Mientras tanto, el BCB sostuvo que, salvo los años 2019 y 2020 marcados por la crisis política y la pandemia, el ingreso de recursos por IED ha superado las salidas, lo que ha permitido mantener una evolución positiva de la IED neta. En 2024, por ejemplo, estas entradas alcanzaron los $us 247 millones.

Según el ente emisor, la mayor parte de los recursos provienen de reinversión de utilidades y créditos entre empresas vinculadas (intrafirma), mientras que las salidas están asociadas principalmente a la amortización de estos préstamos.

El BCB argumenta que desde 2021 se observa una recuperación sostenida de la IED, con un promedio anual de $us 269 millones entre 2021 y 2024, muy por encima de los $us 93 millones registrados entre 2015 y 2020. Sin embargo, reconoce que dicha recuperación pudo haber sido mayor de no ser por factores externos.

“El contexto internacional fue desafiante debido a conflictos geopolíticos y políticas monetarias restrictivas en economías desarrolladas, lo que afectó los flujos globales de capital”, puntualizó la entidad.

Fuente: El Deber


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