La politiquería en Bolivia está llena de gestos vacíos, pactos bajo la mesa y simulacros de unidad que, en el fondo, solo buscan preservar privilegios. Por eso, cuando Jaime Dunn, precandidato a la Presidencia, les dijo que NO a diferentes actores políticos, algunos líderes de una sigla y otros candidatos, no fue una simple negativa: fue un acto de coherencia, una declaración de principios y un punto de inflexión en la manera de hacer política en Bolivia. Les duele el NO de Jaime. Porque esperaban encontrar un candidato ingenuo, manipulable, sin equipo ni estrategia. Se equivocaron. Jaime no es un improvisado ni un instrumento de intereses ajenos. Es un líder con convicción, con preparación, con un propósito claro: transformar Bolivia desde las raíces, no maquillarla con alianzas que repiten los mismos errores del pasado.
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Lo que estas siglas tradicionales ofrecían no era una alianza, sino una carga: conflictos internos, exigencias absurdas, mentiras disfrazadas de propuestas y un cúmulo de irregularidades que, lejos de sumar, restan. En vez de unidad, traían incertidumbre; en vez de construir, exigían rendición. Es momento de decirlo con claridad: la renovación que el país necesita no se limita al masismo. La oposición también debe transformarse. Basta de estructuras políticas tradicionales que viven del cuoteo, del prebendalismo y de la manipulación electoral. Bolivia no saldrá adelante con reciclajes ni retornos de quienes ya tuvieron su oportunidad y la desperdiciaron.
Jaime Dunn ha puesto sobre la mesa una nueva forma de hacer política: basada en principios, en propuestas, en visión de país. No en repartijas, ni en porcentajes, ni en nombres impuestos. Porque hacer política no es negociar el futuro del país como si fuera un botín. Es liderar un proyecto con dignidad, con ética, con la mirada puesta en el bien común. Si de verdad queremos una Bolivia diferente, tenemos que empezar por actuar diferente. Jaime ya lo está haciendo. Y ese NO que hoy incomoda a muchos, es la mejor noticia para un país que está cansado de lo mismo y exige, de una vez por todas, una transformación real.