Durante la mañana del 25 de abril, ingresé al mercado P2P de Binance (una plataforma de intercambio «persona a persona» que permite la compraventa directa de criptomonedas) y observé que el USDT (dólar cripto) pasó de cotizarse a Bs 14,00 a Bs 14,25 en cuestión de horas. Esta subida abrupta refleja una tendencia que ya no puede ocultarse; el dólar paralelo ha duplicado la tasa oficial establecida por el Banco Central de Bolivia (Bs 6,96). Esta brecha cambiaria es el resultado acumulado de las tensiones políticas y económicas que se arrastran desde el fin del superciclo de las materias primas, allá por 2016.
¿Cómo llegamos a este punto?
Desde 2006, Bolivia adoptó un modelo económico centrado en la nacionalización de los recursos naturales, particularmente el gas, acompañado de un rol protagónico del Estado en la economía. Este modelo dio resultados interesantes como la reducción de la pobreza y otorgó gobernabilidad. Sin embargo, el agotamiento de los yacimientos y la falta de nuevas inversiones (en exploración) han hecho que las exportaciones de gas se reduzcan a menos de la mitad en la última década. Sin una estrategia clara de diversificación productiva, el país ha transitado de un modelo de gas a uno de deuda.
El gobierno de Arce, en el poder desde 2020, ha optado por la continuidad del modelo económico de su antecesor (Evo Morales), resistiéndose a implementar reformas estructurales. A pesar de la creciente escasez de divisas y combustibles, el presidente ha defendido su enfoque, anclado en el “respaldo” de algunas organizaciones sociales, aunque los indicadores macroeconómicos internacionales comienzan a mostrar señales de agotamiento.
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La economía ha comenzado a resentirse seriamente. El mercado negro, el dólar paralelo y las criptodivisas se han convertido en mecanismos de supervivencia financiera para los importadores y empresarios privados. Las reservas internacionales netas han caído a niveles críticos, y los informes de organismos multilaterales, pese a ser desmentidos por el gobierno, advierten un escenario inflacionario creciente y sostenido (según el FMI 15,8%).
En este contexto, la política se ha vuelto aún más impopular. En un ambiente electoral enrarecido, con alianzas efímeras y una oposición fragmentada, el oficialismo ensaya una reestructuración con el objetivo de retener el poder. Pero lo económico desborda lo político, y el ciudadano de a pie empieza a desconfiar tanto del discurso gubernamental como de la falta de propuestas en la oposición.
El caso argentino puede ofrecer lecciones valiosas. Enfrentando una situación cambiaria similar, el gobierno de Milei aplicó un paquete de medidas orientadas a estabilizar la economía como la más reciente; “la eliminación parcial del cepo cambiario” (control estatal sobre la compra de divisas), el recorte del gasto público, y negociación directa con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Estas acciones, aunque algunos analistas advierten que estas acciones han sido dolorosas en lo social por el aumento de tarifas, inflación y pérdida de poder adquisitivo, han comenzado a reducir la brecha cambiaria y estabilizar las expectativas del mercado en la macroeconomía.
En Bolivia, es urgente aprender de estas experiencias antes de que el colapso económico sea inevitable. Es responsabilidad de los actores políticos (en especial de los precandidatos presidenciales y sus equipos) plantear con seriedad una hoja de ruta económica seria. ¿Estamos dispuestos a seguir postergando los cambios? De no ser así, estas son algunas de las medidas mínimas e imprescindibles:
- Reforma del modelo económico: diversificar la matriz productiva, reduciendo la dependencia del gas y de las materias primas.
- Transparencia institucional: fortalecer las entidades estatales y promover una gestión pública con rendición de cuentas claras, eliminando el gasto público innecesario.
- Política cambiaria flexible: adoptar un sistema de bandas cambiarias que permita ajustar el tipo de cambio oficial a las condiciones reales del mercado, reduciendo así la brecha con el dólar paralelo. Si bien un tipo de cambio fijo puede contribuir a la estabilidad, su mantenimiento debe ser coherente con la evolución de la economía nacional para evitar distorsiones y desequilibrios financieros
- Acuerdos internacionales responsables: negociar mecanismos de financiamiento externo sin comprometer la soberanía nacional.
- Diálogo político: promover un consenso amplio que incluya a sindicatos, gremios empresariales, universidades, organizaciones sociales y partidos políticos, para implementar las reformas con respaldo social.
Los bolivianos debemos comprender que esta crisis no es simplemente coyuntural. Es el resultado de decisiones políticas sostenidas en el tiempo y de una estructura económica ya obsoleta. Salir de este laberinto requiere audacia (técnica), pero sobre todo voluntad política. Superar los intereses sectoriales, dejar de administrar la escasez y construir una nueva visión de país es, hoy más que nunca, una urgencia nacional. Esto se debe hacer lo antes posible y tal vez así no tengamos que escuchar, una vez más, aquella amarga advertencia: «Bolivia se nos muere.»
Lic. Dennys Peredo Borda
Vicepresidente Colegio de Politólogos Santa Cruz