En tiempos de ruido y vértigo, Joan Manuel Serrat encarna la antigua figura del juglar: un artista que canta, cuenta y preserva.
Fuente: https://ideastextuales.com
Su obra no solo ha dignificado la canción popular, sino que ha tendido puentes entre generaciones, preservando la lengua española como un espacio de memoria, emoción y resistencia.
Hay épocas en que las palabras se desgastan de tanto repetirse, y el idioma parece diluirse entre algoritmos, pantallas y vacíos discursos. En medio de este naufragio cultural, la figura de Joan Manuel Serrat se alza como la de un juglar contemporáneo, un tejedor de melodías y palabras que supo anclar su arte en la memoria colectiva. Más allá de sus canciones, que acompañaron los sueños, los amores y las despedidas de varias generaciones, Serrat ha sido un verdadero custodio de la lengua española, un embajador sentimental que merece ser reconocido con el Premio Nobel de Literatura.
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Su reciente homenaje en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes no es solo un gesto simbólico. Es el reconocimiento a una vida dedicada a darle al idioma un lugar cálido en la vida de la gente. Depositar allí la partitura original de Mediterráneo, una antología de Miguel Hernández y una vieja máquina de escribir es, en sí mismo, un acto de amor a la palabra, a la cultura y a la memoria. Serrat no ha escrito pensando en la posteridad, pero la posteridad lo ha abrazado igual.
Como los antiguos juglares, Serrat ha sido voz, testigo y eco de su tiempo. Su obra musicalizó la poesía de Machado, Hernández, Alberti y Lorca, dándoles nueva vida y acercándolos al oído popular. En sus canciones, la alta literatura se volvió cercana, íntima, como un susurro que atraviesa la vida cotidiana de
quienes quizá nunca abrieron un libro de versos, pero encontraron en su voz la dignidad del lenguaje hecho música.
No solo su obra personal, sino su impulso por tender puentes entre generaciones y lenguas, el castellano y el catalán conviven de forma natural en su arte, hacen de Serrat un artista total. No se limita a cantar. Es un narrador de la historia emocional de España y América Latina en la segunda mitad del siglo XX, haciendo de sus canciones pequeñas gestas que condensan siglos de memoria y sentimiento. Su poder de síntesis, comparable al de los juglares que transmitían las gestas de héroes antiguos, transformó la historia de un pueblo en una canción que se canta en todas las latitudes hispanohablantes.
Serrat ha defendido la lengua no como un objeto de museo, sino como un organismo vivo, tierno y combativo. En un tiempo donde las medias verdades amenazan con colonizar el lenguaje, su lealtad a la palabra justa, a la belleza desnuda, a la crítica honesta, se vuelve aún más urgente. Como Don Quijote, el ideal que él mismo reivindica, Serrat ha cabalgado contra los molinos del olvido, de la banalidad, del conformismo.
Otorgarle el Premio Nobel de Literatura sería más que un homenaje a su trayectoria artística, sería reconocer que, en la era de la fugacidad y la fragmentación, todavía existen artesanos de la lengua capaces de emocionar, conmover y preservar. Un Nobel a Serrat sería, en última instancia, un Nobel para la lengua española en toda su riqueza, su diversidad y su vitalidad. Joan Manuel Serrat no pidió nunca un lugar en la posteridad. Pero como los viejos juglares que sin quererlo fundaron epopeyas, sus canciones seguirán sonando mientras haya quienes necesiten recordar que el idioma, como la vida, es un territorio que se defiende cantando.
Nobel de Literatura:
Premisas tradicionales de la Academia vs. Aplicación a Joan Manuel Serrat (elaboración propia)
Fuente: Elaboración propia.
Por Mauricio Jaime Goio.