Dios y el mundo os premien


 

Hace exactamente 7 años, en esta misma columna, expresamos nuestra sorpresa por la inesperada, como abrupta destitución del excanciller de los Estados Unidos,  Rex Tillerson, por parte del presidente Donald Trump, a pocos meses de estar cumpliendo tan importantes funciones.



Dicha medida, como era de esperarse del ramplón mandatario, fue ejecutada a través de un mensaje de Twitter, agradeciendo sus servicios y revelando como reemplazo a Mike Pompeo, director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) Asimismo dijo, por el mismo medio, que el nuevo funcionario “”Haría un fantástico trabajo!”.

La sorpresiva destitución y la de varios funcionarios militares de alto nivel, que hacían parte de la cúpula gubernamental, despertó una serie de especulaciones que, al margen de ocasionar un justificado revuelo en los medios de Washington y del mundo entero, sembró serias dudas sobre las verdaderas razones de dichas inexorables determinaciones.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

Desde un principio hemos afirmado que el gobierno de Trump es el resultado del notorio debilitamiento de la potencia norteamericana frente a sus tradicionales adversarios, como: Rusia, Irán, el terrorismo, el narcotráfico, etc., por lo que era urgente optar por un régimen más severo, aún a riesgo de reanudar la Guerra Fría.

En dicho afán, la presencia del ex alto ejecutivo de la Exxon Mobil Corporation, Rex Tillerson era importante, cuando todavía el petróleo marcaba las pautas de la política interna y externa de los EE.UU. empero, cuando dichas circunstancias variaron y los enfrentamientos se trasladaron, del escenario económico al político, la amplia experiencia petrolera de Tillerson se iba tornando cada vez más perjudicial,  ya que esta se orientaba más hacia una negociación diplomática, con gobiernos hostiles como Rusia, Irán, Corea del Norte y Venezuela, lo que despertó la suspicacia de sus principales -léase Trump, militares e Israel- por sus enormes diferencias con dicha forma de enfoque.

En efecto, no es ningún secreto que la estrecha amistad de Tillerson con el presidente ruso Vladimir Putin, que le valió la medalla al “Orden de la Amistad” con la que lo condecoraron en 2013, influiría negativamente en las políticas que el Departamento de Estado y el Pentágono venían planeando respecto a esa potencia, especialmente, cuando ciertos acontecimientos sucedidos en el Reino Unido, con el envenenamiento del espía ruso Sergey Skripal, su hija Yulia y un agente de policía británico que acudió a socorrerlos, hicieron saltar por los aires las buenas relaciones con ese reino y con los países europeos que se solidarizaron.

Por su parte, a más de tres años de la cobarde, como infructuosa “Blitzkrieg” que Putin lanzó sobre la valerosa Ucrania, pensando que su ocupación sólo duraría tres días, EE. UU. está en la obligación de adecuar sus cuadros a esta coyuntura reemplazando a los pacifistas con un grupo de halcones, con miras a ejercer un bloqueo económico al indómito Zar ruso, frenando sus aspiraciones de resucitar el imperio de Pedro el Grande. Reconstruir su poderío en todo el Medio Oriente, apuntando sus baterías hacia Irán, a fin de evitar la creciente expansión de este peligroso enemigo. Para el cumplimiento de dichas tareas. De nada le valdrá al señor Trump enfrentar a  la reciente y victoriosa unidad europea, Tener carácter no significa tener mal carácter, por el contrario, pasará a la historia jurando a lo boliviano: “Dios y el Mundo os premien, de lo contrario, os lo demanden”.