La erosión del Estado de Derecho Constitucional en Bolivia: captura política, corrupción sistémica e instrumentalización judicial


La administración de justicia en Bolivia se encuentra inmersa en una profunda crisis institucional que cuestiona los fundamentos mismos del Estado Constitucional de Derecho. La independencia judicial, principio cardinal consagrado en el Artículo 178 de la Constitución Política del Estado, ha sido objeto de un sistemático menoscabo a través de la injerencia política. Este fenómeno ha transformado al sistema judicial en una extensión operativa del poder ejecutivo, desdibujando la esencial función de contrapeso democrático que le es inherente. Esta distorsión estructural se articula en torno a tres ejes problemáticos interconectados: la captura política de los mecanismos de designación judicial, la corrupción endémica que permea las instituciones y la aplicación selectiva de la ley, diseñada para favorecer a los aliados gubernamentales mientras se instrumentaliza contra la oposición política.»

Captura Política y Elecciones Judiciales: El experimento de las elecciones judiciales, implementado a partir de 2011 bajo la narrativa de una ‘democratización’ de la justicia, paradójicamente, se ha erigido como el principal vector de control político sobre el sistema judicial. Contraviniendo la lógica de la separación de poderes y la necesidad de autonomía judicial, el proceso estipulado en el Artículo 182 de la CPE, que exige una preselección legislativa con una mayoría calificada de dos tercios, ha sido repetidamente instrumentalizado por el partido gobernante para asegurar la postulación y elección de magistrados afines. Los contundentes resultados de las elecciones judiciales de 2011 y 2017, donde los votos nulos y blancos superaron el 60%, no solo evidencian un profundo rechazo ciudadano hacia lo que se percibe como un ejercicio electoral fraudulento, sino que también cuestionan la legitimidad democrática de los magistrados electos. Esta falta de legitimidad social, aunada a la deuda de lealtad política hacia quienes facilitaron su ascenso, genera un conflicto de interés estructural que compromete severamente su independencia e imparcialidad.



Autoprórroga Inconstitucional y Quiebre Institucional: La autoprórroga inconstitucional de los magistrados del Tribunal Constitucional Plurinacional y del Tribunal Supremo de Justicia en diciembre de 2023 representa un punto álgido en esta crisis. La declaración constitucional 0049/2023 y el Auto Constitucional 0113/2024-O, al extender indefinidamente los mandatos judiciales, constituye una flagrante violación del principio de temporalidad de los cargos, un pilar fundamental de la arquitectura constitucional. El aval tácito del gobierno de Luis Arce a esta decisión revela una preferencia por mantener una justicia maleable antes que fomentar una genuinamente independiente, consolidando un escenario de ‘justicia cautiva. Esta acción no solo erosiona la separación de poderes, sino que también sienta un precedente peligroso para la continuidad del Estado de derecho.

Corrupción Sistémica y Vulnerabilidad Judicial: La corrupción judicial, un fenómeno complejo y multifacético, se manifiesta en diversos niveles dentro del sistema boliviano. Desde la compraventa directa de fallos judiciales, hasta la manipulación de concursos de méritos para favorecer a jueces leales al poder político. La elevada proporción de jueces transitorios (más del 45% según el Observatorio de Justicia Boliviano) crea un ambiente de precariedad laboral que los expone a presiones políticas y económicas, minando su capacidad para actuar con independencia. La autonomía financiera del Órgano Judicial, garantizada en el Artículo 180 de la CPE, se ve socavada por su dependencia presupuestaria del Ministerio de Economía, generando una ‘asfixia financiera’ que obstaculiza cualquier intento de reforma o fortalecimiento institucional. Esta dependencia económica explica, en parte, la parálisis de casos emblemáticos de corrupción que involucran a figuras prominentes del Movimiento al Socialismo (MAS), como el caso del desfalco del Fondo Indígena.

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Aplicación Selectiva de la Justicia e Instrumentalización Política: La aplicación selectiva de la justicia constituye una de las manifestaciones más evidentes de la instrumentalización política del sistema judicial. Mientras que ex autoridades del MAS implicadas en graves violaciones de derechos humanos – como las masacres de Sacaba y Senkata en 2019 – disfrutan de impunidad de facto, figuras de la oposición enfrentan procesos judiciales caracterizados por irregularidades y violaciones al debido proceso (Artículo 115 de la Constitucion). El caso de Jeanine Añez, condenada en un juicio sumario por el ambiguo delito de ‘derroche constitucional’, ejemplifica esta disparidad de trato. En contraste, el exministro de Gobierno Carlos Romero, acusado de enriquecimiento ilícito, permanece con un proceso judicial inexplicablemente estancado. Las fluctuantes decisiones judiciales en torno a la orden de aprehensión contra Evo Morales por el caso de presunta trata de personas son un claro indicio de la influencia de factores extrajurídicos en la administración de justicia.

Raíces Históricas y Reformas Urgentes: La crisis judicial boliviana no es un fenómeno reciente, sino que hunde sus raíces en una tradición histórica de debilidad institucional y subordinación del poder judicial a los intereses políticos de turno (Gargarella, 2010). Las reformas constitucionales de 2009, aunque con la intención declarada de fortalecer la justicia, paradójicamente agravaron el problema al introducir mecanismos como las elecciones judiciales que, en la práctica, se han convertido en herramientas para profundizar la politización del sistema. Organismos internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y Transparencia Internacional han documentado el progresivo deterioro del Estado de derecho en Bolivia, señalando la creciente impunidad para los poderosos y la persecución selectiva de voces críticas.»

Conclusiones: El sistema judicial boliviano atraviesa una crisis de independencia sin precedentes, donde la función de los jueces se ha desviado hacia la de operadores políticos, transgrediendo el principio fundamental de separación de poderes y el mandato constitucional del Artículo 178. La combinación de la autoprórroga inconstitucional de magistrados y un sistema de elecciones judiciales manipulado ha engendrado un sistema carente de legitimidad y subyugado al poder ejecutivo, consolidando un modelo de ‘justicia cautiva’ que socava el equilibrio institucional indispensable para una democracia funcional. La corrupción sistémica, exacerbada por la precariedad laboral de un elevado número de jueces transitorios, crea un caldo de cultivo para la manipulación de sentencias y el tráfico de influencias. La aplicación selectiva de la ley, que otorga impunidad a los oficialistas de turno, mientras persigue a la oposición, pone de manifiesto la instrumentalización política del sistema judicial, vulnerando principios constitucionales fundamentales como la igualdad ante la ley.

Para la reconstrucción de un poder judicial independiente y la restauración del Estado de derecho en Bolivia, se requieren reformas urgentes y profundas que trasciendan los cambios normativos. Estas reformas deben incluir: (a) la abolición del sistema de elección judicial y su reemplazo por un modelo técnico basado en la meritocracia y la evaluación por consejos ciudadanos independientes, garantizando la participación de la sociedad civil y la academia en la selección de magistrados idóneos; (b) la garantía efectiva de la autonomía presupuestaria mediante la asignación de un porcentaje fijo del Presupuesto General del Estado (PGE) no menor al 3%, sustrayendo al poder judicial de la discrecionalidad del ejecutivo; (c) la depuración exhaustiva del sistema a través de la investigación y sanción de casos de corrupción judicial, fortaleciendo los mecanismos de control interno y externo; y (d) el establecimiento de una carrera judicial meritocrática con garantías de inamovilidad funcional, promoviendo la profesionalización y protegiendo a los jueces de presiones políticas.

La superación de esta crisis estructural exige, primordialmente, una genuina voluntad política para desmantelar décadas de manipulación partidista del sistema judicial. Mientras esta voluntad no se materialice, Bolivia permanecerá atrapada en un círculo vicioso donde la justicia, en lugar de ser un derecho fundamental garantizado para todos los ciudadanos, continuará siendo un instrumento al servicio de intereses políticos particulares. El costo de esta profunda distorsión institucional lo asumen millones de bolivianos cuyos derechos son vulnerados ante la inacción de un sistema judicial que, en su esencia, debería ser su garante.