Tras décadas de activismo político y vida compartida, Uruguay despide este lunes al ex presidente uruguayo, fallecido a los 89 años, dejando atrás una profunda historia junto a su esposa.
Fuente: Infobae
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Cuando José Mujica asumió la presidencia de Uruguay el 1 de marzo de 2010, el protocolo dictaba que fuera Lucía Topolansky, la senadora más votada entonces, quien le tomara juramento en el Palacio Legislativo. Aquella ceremonia, emotiva y sobria, encapsulaba décadas de historia compartida y una relación que Mujica alguna vez definió como “una dulce costumbre”. El ex presidente uruguayo murió este lunes a los 89 años.
El primer encuentro entre ambos sigue envuelto en cierta bruma histórica. Ambos pertenecían al Movimiento de Liberación Nacional (MLN) Tupamaros, enfrentados entonces al régimen uruguayo. Según Topolansky, conoció a Mujica entregándole documentos falsificados. Mujica, en cambio, sostenía haberla visto por primera vez asomando por un túnel que los tupamaros usaban para escapar de prisión.
La precisión sobre este primer encuentro queda relegada frente al impacto emocional. Años más tarde, Mujica confesaría al New York Times que aquella primera impresión fue “como un destello de luz en la noche”. Él tenía 37 años, ella 27. La juventud marcada por la lucha revolucionaria definió desde entonces el rumbo de sus vidas.
Fueron años difíciles. La cárcel, el silencio y la tortura consumieron trece años de sus vidas. Durante ese período, Mujica y Topolansky lograron intercambiar apenas una carta, y sospecharon siempre que el resto fue confiscado por los guardias.
Con el fin de la dictadura uruguaya en 1985, ambos salieron de prisión decididos a reconstruir su vida política. No demoraron en reencontrarse; apenas un día después, ya estaban en reuniones buscando locales para reorganizar el MLN. Desde entonces, la militancia sería el núcleo inalterable de sus vidas.
Junto a otros líderes históricos del MLN, ayudaron a fundar el Movimiento de Participación Popular (MPP) dentro del Frente Amplio. La dedicación a la causa política nunca disminuyó. Mujica lo resumió claramente al diario El Observador en 2015: “Hay adictos al cigarro o a hacer plata, yo a la militancia”.
Su influencia política creció rápidamente. Mujica fue diputado, senador y ministro antes de llegar a la presidencia. Topolansky no se quedó atrás; fue diputada, senadora, primera dama y vicepresidenta tras la renuncia de Raúl Sendic. Ambos encabezaron históricamente la lista 609 del MPP.
En sus primeros años en política, ambos compartían hasta el transporte al trabajo, desplazándose en una moto. Con el tiempo, su vida pública fue más notoria, aunque siempre buscaron mantener un espacio íntimo, lejos del ruido mediático.
Ese espacio lo encontraron en una sencilla chacra en las afueras de Montevideo, donde compartieron gustos simples como cuidar y cultivar flores o escuchar tango. Desde allí, se trasladaban en un viejo Volkswagen Escarabajo azul celeste de 1987 que se hizo emblemático.
En 2005, tras décadas juntos, decidieron casarse en una ceremonia discreta. Sin grandes celebraciones ni rituales elaborados, al caer la noche ya estaban nuevamente militando, una expresión directa del compromiso vital que ambos tenían con sus ideales.
Su relación también fue profundamente marcada por las secuelas de su cautiverio. En más de una ocasión, confesaron que las condiciones padecidas en prisión les impidieron tener hijos. En su lugar llegaron los perros, incluyendo a Manuela, una famosa mestiza de tres patas que acompañó a Mujica durante su presidencia.
El 29 de abril de 2024, fue precisamente Topolansky quien comunicó en conferencia de prensa que Mujica enfrentaba una delicada situación de salud. Primero anunciado como un tumor en el esófago, rápidamente la enfermedad se extendió al hígado.
Mujica atravesó intensos tratamientos, incluyendo radioterapias, cirugías y medicamentos. Finalmente, optó por abandonar los tratamientos invasivos, aceptando la inevitable progresión del cáncer.
En estos últimos meses, Topolansky permaneció siempre a su lado, apoyándolo en todo momento. En una imagen reciente compartida por medios internacionales, se la veía ayudando a Mujica a abrigarse frente a una estufa a leña, un retrato íntimo de complicidad y ternura.
“El amor tiene edades. Cuando eres joven, es una hoguera. Cuando eres viejo, es una dulce costumbre”, reflexionó Mujica poco antes de morir, resumiendo en pocas palabras la esencia profunda de su relación con Topolansky: dos vidas unidas en las utopías del amor y la militancia.