Las Reservas Internacionales están siendo utilizados como una panacea y el ministro Arce ha inflado las cifras con papeles de la Jindal.
El gobierno no tiene muchos logros que mostrar en materia económica. Es más, se podría decir sin temor a exagerar que las deficiencias son mayores que los aciertos. Los espectaculares anuncios sobre faraónicos proyectos se quedaron solo en eso: en simples anuncios.
El gobierno sabe que esa es su principal debilidad y por eso, de tanto en tanto, reflota el tema de las Reservas Internacionales y las muestra como un gran logro de su política económica . Sin embargo no es necesario ser un agudo analista económico para percatarse que en este asunto existe un trasfondo muy oscuro y el Ejecutivo nuevamente está vendiendo a los bolivianos gato por liebre.
Si bien es evidente que las Reservas Internacionales de las cuales es depositario el Banco Central de Bolivia, se han incrementado, es preciso indicar que esto se debe a un singular momento de la economía mundial caracterizado por los altos precios de las materias primas.
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A esto se agrega los recursos que envían los inmigrantes bolivianos, cuyo éxodo al exterior en los últimos cuatro años se ha multiplicado debido precisamente a la falta de fuentes de trabajo en el país.
Sin embargo, estos dos aspectos no explican el espectacular crecimiento que dice el gobierno que tuvieron las reservas. Existe otro elemento que debe ser tomado en cuenta y que maliciosamente no ha sido revelado a la población.
Ocurre que el gobierno sostiene que las Reservas Internacionales sobrepasan los ocho mil millones de dólares pero lo que no dice es que por lo menos una tercera parte de ellas son solo papeles.
El año 2007 la empresa Jindal Steel suscribió con el gobierno boliviano una “fe de compromiso” mediante el cual se comprometía a invertir 3 mil millones de dólares para la explotación de los yacimientos ferrosos de El Mutún. Este documento fue depositado en el Banco Central, pero el pasado mes se le ocurrió al ministro de Hacienda, Luis Arce, la brillante idea de hacerlos figurar como parte de las reservas internacionales, lo cual evidentemente es una acción política dirigida a camuflar una situación económica que se sabe no es de las mejores y que, además, los que saben de economía advierten que empeorará en el próximo año.
A todas luces se trata de un nuevo engaño, diseñado con motivos estrictamente electorales. El documento de la Jindal está ahí pero no significa que el Estado boliviano cuenta con esos recursos a la vista. Es más, existen fuertes rumores que dan cuenta que la Jindal podría rescindir el contrato para la explotación de El Mutún apelando al reciente escándalo de corrupción relacionado con la dotación de terrenos para la instalación de la infraestructura, con lo cual el papel del compromiso se iría literalmente al cesto de los residuos.
Este requisito debe ser cumplido hasta el 31 de octubre próximo y de acuerdo al contrato entre el gobierno y la Jindal, el incumplimiento es motivo de rescisión. En este punto el origen del problema con el ahora procesado Guillermo Dalence surge de la instrucción que recibió de Palacio Quemado para adquirir los terrenos a la brevedad y sin fijarse mucho en el precio o, mejor dicho, el sobreprecio.
Es innegable que el tema de las Reservas Internacionales está siendo utilizado como una panacea para mostrarnos una ficción a los bolivianos sobre una supuesta bonanza económica que está muy lejos de ser real y de paso para justificar el alarmante endeudamiento externo que «sin ningún miedo» le esta metiendo nomás el presidente-candidato, sin detenerse a pensar en las consecuencias que a mediano y largo plazo enfrentará el país.