Un disparo, certero y letal, le atravesó la cabeza, dejándolo sin vida junto a su motocicleta, en el corazón mismo del cuartel donde lideraba operaciones tácticas de selva. La Felcc está tras la pista del asesino.
Charles Muñoz Flores
Fuente: Red UNO
Era casi medianoche del viernes 30 de mayo cuando un estruendo seco rasgó el silencio del Regimiento Manchego, la unidad de élite del Ejército boliviano en Montero. Fue entonces cuando cayó el comandante de este regimiento. No fue en combate, ni en maniobras de selva.
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El reloj marcaba las 23:00 del viernes cuando se escuchó una detonación en el interior de la unidad militar más respetada del país. Dentro del regimiento, también conocido como los Rangers de Bolivia, los centinelas saltaron de sus puestos al oír el disparo. Minutos después, su comandante yacía en el suelo, con el cráneo perforado y la sangre mezclándose con la tierra que tanto defendió.
Había salido en su motocicleta rumbo a una reunión de trabajo. No volvería con vida.
La esposa del coronel, aún en shock, declaró que su marido había salido a una reunión de trabajo a las 21:30, y que, a su regreso, cerca de las 23:00, escuchó la detonación que marcó el final. Lo encontró tendido junto a la moto, aún caliente. Pidió ayuda. Soldados y oficiales acudieron, pero ya era tarde. Lo trasladaron a un centro asistencial, donde solo se pudo confirmar lo evidente: Soliz estaba muerto.
La parte médica indicó una herida por proyecto de arma de fuego con orificio de entrada y salida en la cabeza. Nada más que agregar. Nada que hacer.
Horas después, peritos del Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF) confirmaron lo que el país entero ya sabía: la causa fue un trauma craneoencefálico severo provocado por un disparo directo.
El fiscal Luis Alberto La Fuente lo dijo sin adornos: » Murió por proyectil de arma de fuego. El disparo atravesó el centro encefálico «.
La escena del crimen no fue una calle oscura, ni en otro lugar de madrugada. Fue un cuartel de élite. Un bastión militar que se jacta de su disciplina y seguridad. Allí, dentro de los muros que resguardan a los mejores combatientes de operaciones selváticas del país, se cometió un asesinato que hoy sacude a las Fuerzas Armadas.
Los centinelas, soldados que estaban de guardia, relataron haber visto a un sujeto de contextura delgada, vestido de negro, que huyó entre la maleza. Lo vieron correr tras el disparo. Nadie logró detenerlo. ¿Un civil infiltrado? ¿Un militar traidor? ¿Un sicario?
El Ejército ha sido claro: exige justicia. En un comunicado oficial calificó el hecho como un “acto criminal” y pidió que no se permita la impunidad. La familia, en silencio, llora. El país observa. Y en Montero, el Regimiento Manchego ya no es el mismo.
El comandante Soliz no era un militar cualquiera. Estaba al mando del Regimiento Manchego, también conocido como los Rangers de Bolivia, expertos en operaciones en selva y considerados entre los más preparados del país. Su muerte, dentro de una unidad castrense, en condiciones aún no esclarecidas, ha generado consternación y muchas preguntas sin respuesta.
El coronel Juan Javier Soliz trabajó durante más de 20 años en la vida militar, ahora deja tres hijos en la orfandad.
Fuente: Red UNO