¿SANTI, POR QUIÉN HAY QUE VOTAR?
Bolivia ya entró en modo electoral. Pero nadie —absolutamente nadie— puede decir con certeza qué va a pasar. Ni el bloque nacional popular, que se creía invencible. Ni el mundo liberal, que se presume moderno. Ni los empresarios. Ni los jóvenes. Ni los encuestadores. Ni los estrategas.
Por primera vez en mucho tiempo, no hay un centro gravitacional claro. No hay un líder dominante. No hay un partido hegemónico. Lo que hay es un país fracturado, una sociedad impaciente, y una oportunidad inmensa para pensar diferente.
¿Qué hacer frente a tanta incertidumbre? Pensar. Analizar. Romper moldes. Y sobre todo, entender que la política no es solo quién gana, sino qué se hace con el poder que se gana.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Tres incertidumbres que lo explican casi todo
1. La implosión del bloque nacional popular
El MAS ya no es uno. Es varios (quizás siempre lo fue)
Y todos con rencores acumulados. Cada facción jala para su lado, pero todas quieren usar la misma bandera y el mismo electorado. ¿Resultado? Confusión, superposición de candidaturas, y una fractura que ya no es solo de cúpulas, sino también de bases. Pero cuidado: la Bolivia profunda aún responde a los símbolos, y aunque disminuido, el nacional-populismo no está derrotado.
2. El despertar de un nuevo orden liberal
No hablo del viejo neoliberalismo, ese que solo quería achicar el Estado sin mirar el contexto. Hablo de una nueva visión liberal: aquella que plantea un Estado que no desaparezca, sino que regule con inteligencia, invierta con criterio, y se retire donde estorba. Un Estado que sea árbitro, no jugador; que fomente la inversión, que premie el mérito y que sancione el privilegio. En algún punto me di el atrevimiento de nombrar a esto un liberalismo desarrollista.
3. La revalorización del territorio
Se viene una elección nacional, pero también una batalla por la representación territorial. Por eso, no se trata solo de elegir presidente. Se trata de construir una Asamblea capaz de generar reformas reales. Y eso requiere pensar en las listas, en los uninominales, en los liderazgos regionales con capacidad de negociar, representar y transformar.
Y también en repensar el territorio, comprenderlo en el contexto de un mundo hiper conectado.
El cruceñismo y sus dilemas
Santa Cruz se volvió el corazón económico del país. Pero sigue siendo un actor político incómodo, ambiguo, mal representado. Sus élites oscilan entre el cálculo corto y la resistencia testimonial. Pero el cruceñismo democrático y productivo tiene (tenemos) una deuda con Bolivia: pasar de la queja a la propuesta.
Y si algo puede ofrecerle Santa Cruz al país, es justamente una visión de desarrollo moderno, descentralizado, competitivo, agroindustrial y abierto al mundo. Pero eso solo ocurrirá si sus líderes nos atrevemos a hablarle al país entero, no solo a nuestra parroquia.
Justicia, justicia perseguirás
Sin justicia independiente no hay inversión. Sin reglas claras no hay desarrollo. Sin instituciones creíbles no hay futuro.
Hoy, la justicia en Bolivia es un mecanismo de extorsión, de persecución y de impunidad. Y mientras no se la reforme de raíz —desde la forma en que se nombran los jueces hasta la manera en que se administra la carrera judicial— todo lo demás es castillos de arena. Evo Morales es el monumento más grande de la pudrición del sistema judicial.
La próxima Asamblea tendrá un rol clave en esto. No se trata solo de cambiar magistrados, sino de rediseñar el sistema. Por eso, el voto legislativo es tan importante como el presidencial. Y por eso, la representación territorial debe ser vigilante, lúcida y valiente, pero también moderna y disruptiva.
¿Y entonces, qué es lo que se elige?
Se elige rumbo. Se elige modelo de desarrollo
Se elige —en el fondo— entre resignarse o transformar.