Las actividades en las ciudades cercanas a los ingenios no es la misma que en años anteriores
Fuente: eldeber.com.bo
Hace unos 25 días que empezó la zafra cañera en el Norte Integrado cruceño, la región donde están asentados los cuatro ingenios sucroalcoholeros más grandes del país y que durante unos tres meses generará más de 5.000 empleos directos y otros 10.000 indirectos, según estimaciones del sector.
La zafra cañera tiene un fuerte impacto económico en las ciudades y comunidades cercanas a la industria azucarera, porque no solo es trabajo de campo, sino toda una cadena productiva que la componen transportistas, mecánicos, importadoras de repuestos, reparación de llantas, vendedores de comida y comerciantes, entre otros.
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EL DEBER realizó un recorrido por esta zona productiva y pudo evidenciar que el movimiento en ciudades como Warnes, Montero, Saavedra y Minero, no es la misma como en otros años. La escasez de diésel, la crisis económica y la falta de dólares han reprimido las actividades. La proyección de los industriales es superar los números del año pasado -afectado duramente por la sequía-, cuando se produjeron 11 millones de quintales de azúcar y cerca de 250 millones de litros de alcohol.
Y la gente tampoco tiene los mismos ánimos por el freno que se ha impuesto a la economía de región. Una muestra de ello, son las largas colas en los surtidores, de conductores que esperan cargar gasolina y diésel en sus vehículos. Otra muestra, las “playas” casi desiertas de los ingenios como Guabirá y Unagro, que en otros años ‘hervían’ por ingresar a los predios para descargar la caña para la molienda.
En Montero, por ejemplo, los mototaxistas pierden entre 100 y 150 bolivianos por hacer fila casi todo el día. Henry Chávez, el viernes esperaba cargar gasolina en un surtidor del ‘primer anillo’ de Montero, dijo que después de dos días el combustible llegó al lugar. “Por venir a hacer cola pierdo hasta 120 ‘pesos’ en el trabajo y a veces ya no da para el otro día. Hay que agarrarse (acopiar) lo que se pueda porque se acaba temprano la gasolina”, expresó.
Richard Peñaranda, otro mototaxista, dijo que son hasta Bs 150 que pierde en su trabajo durante el tiempo que tiene que hacer fila y ello afecta a su familia porque merma las compras para la canasta familiar. “Por lo menos unas tres veces a la semana tenemos que hacer fila. A veces agarramos (cargar combustible) y a veces no agarramos y, si nos quedamos sin gasolina ya no trabajamos”, lamentó.
Camiones sin diésel
El viernes, los transportistas y cañeros del Norte Integrado tenían previsto un bloqueo de carreteras, en protesta por la escasez de diésel, pero declinaron de la medida para aprovechar el buen clima para llevar la caña a los ingenios con el poco combustible que tienen almacenado.
Germán Montaño, administrador de una empresa de cosecha y transporte que presta servicios para el ingenio Unagro, dijo que las labores no se han detenido porque la industria les ha proveído diésel y sus motorizados todavía cuentan con combustible para una semana más.
Una vez se termine el líquido, tendrá que hacer fila por dos unas dos semanas, tiempo en que demora en llegar el diésel a los surtidores de esa zona. “Corremos el riesgo de que se quede (sin cosechar) nuestra caña o que vengan las lluvias y haga falta el diésel. Estamos a expensas de YPFB, ya no sabemos qué hacer, la verdad”, señaló Montaño.
Según el transportista, “si se le pone pluma” a las pérdidas por una cosechadora que deja de trabajar un día significa entre 50 mil y 60 mil bolivianos y un camión, entre 10 y 12 mil bolivianos en pérdidas. “Vamos a trabajar hasta donde nos dé el diésel y de ahí, a ver qué vamos a hacer”, subrayó.
Colas de dos semanas
En la localidad de Minero no llega el diésel desde hace dos semanas, según los conductores. EL DEBER pudo evidenciar en dos surtidores que las filas fácilmente superan el kilómetro de extensión, entre camiones, tractores o vehículos livianos con remolques de cisternas de entre 10 y 25 mil litros.
Pocos son los propietarios o conductores que esperan pacientemente que llegue el combustible. Otros cerraron las puertas con llave y se fueron a sus faenas diarias, a la espera del anuncio de llegada. Para ello, se organizaron y numeraron las unidades con papel y marcadores “para no perder el puesto” o que otros intenten “colarse” en la fila.