Vicepresidentes: ¿decoración o poder?


Marité Zegada y Reymi Ferreira reflexionan sobre el rol de los vicepresidentes y de los actuales candidatos al cargo.

Por Pablo Deheza

Fuente: La Razón



Desde la recuperación democrática en 1982, la figura de los vicepresidentes en Bolivia ha estado sujeta a transformaciones sustantivas, que reflejan no solo los cambios institucionales del Estado, sino también las estrategias políticas de los distintos periodos de gobierno. De actor secundario con atribuciones protocolarias, el cargo ha llegado a ser una pieza central del poder político. Sin embargo, en la coyuntura electoral actual, su peso parece haberse diluido nuevamente, lo que plantea preguntas sobre su relevancia real y simbólica.

Para comprender esta trayectoria, Animal Político, de La Razón, consultó las perspectivas de dos voces conocedoras del devenir político nacional: María Teresa Zegada, socióloga e intelectual cochabambina con amplia experiencia en análisis político; y Reymi Ferreira, abogado, exministro de Defensa y exrector de la Univeridad Autónoma Gabriel René Moreno, conocedor directo del poder político desde dentro del aparato estatal. Ambos reflexionan, desde sus miradas críticas, sobre la evolución del rol vicepresidencial, su desempeño en distintos momentos y su incierta proyección en las actuales elecciones.

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Zegada propone entender la Vicepresidencia como un espacio de construcción de liderazgo, articulación institucional y representación simbólica, y alerta sobre su vaciamiento en la actualidad. Ferreira, por su parte, pone el foco en la capacidad política y operativa de quienes han ocupado o aspiran al cargo, y destaca los peligros de reducirlo a una figura decorativa. A partir de sus aportes, se traza una radiografía crítica que conecta pasado y presente para repensar el lugar que ocupa, y debería ocupar, el segundo mandatario del país.

Democracia pactada

Zegada es enfática y afirma que “no se puede menospreciar el rol de los vicepresidentes en el ciclo de la democracia pactada”. En ese periodo, que abarcó desde 1982 hasta 2005, los vicepresidentes jugaron un rol importante como articuladores en un Parlamento multipartidario. También fueron figuras que ampliaron su liderazgo para luego disputar la Presidencia. Ese fue el caso de Jaime Paz Zamora, Víctor Hugo Cárdenas, Jorge Tuto Quiroga y Carlos Mesa. Tres de ellos asumieron la presidencia con visiones y consecuencias diversas.

La Vicepresidencia, entonces, era “un sitio de construcción de liderazgo”, apunta Zegada. La evidencia histórica lo confirma: Paz Zamora fue electo presidente en 1989, Quiroga asumió tras la renuncia de Banzer y Mesa sucedió a Sánchez de Lozada en 2003. En todos los casos, la Vicepresidencia funcionó como plataforma de proyección política.

Reymi Ferreira, por su parte, tiene un enfoque más crítico. Desde su perspectiva, “los vicepresidentes de Jaime Paz (Luis Ossio Sanjinés), y de Víctor Paz (Julio Garret Ayllón) no han tenido mayor incidencia. El único que yo creo que se puede rescatar (en ese periodo) es Víctor Hugo Cárdenas”. En su lectura, el exlíder del MRTKL no solo fue una figura simbólica como primer indígena en ese cargo, sino que “influyó con sus teorías de reivindicaciones indígenas en la Reforma Educativa y en la Reforma Constitucional que planteaba que Bolivia era un Estado pluricultural”.

Zegada coincide en este punto, añadiendo que desde fines del siglo XX comenzó a pensarse la Vicepresidencia como “un complemento que ampliara el escenario de representación”. Cita como ejemplo paradigmático la fórmula de Gonzalo Sánchez de Lozada y Víctor Hugo Cárdenas, que integraba a dos figuras que “no tenían nada en común”, pero cuya complementariedad era clave para legitimar socialmente el proyecto neoliberal.

Transformación del cargo

Un punto de inflexión institucional se produce con la aprobación de la nueva Constitución Política del Estado en 2009. La Carta Magna redefine las funciones del vicepresidente, ampliando su rol más allá de presidir la Asamblea Legislativa. Zegada subraya que el nuevo marco lo convierte también en “articulador con las entidades territoriales autónomas”, con capacidad para formular política exterior junto al presidente y participar en la coordinación del Consejo de Ministros.

Álvaro García Linera encarna como nadie esta transformación. Desde esa posición fue el principal ideólogo y estratega del denominado proceso de cambio. Ferreira es más explícito y asevera que “era el asesor, el consultor personal del presidente (Evo Morales), y formaba parte del Gabinete. Sí hubo un rol activo, pero más que por la Constitución, por la confianza que le dio el primer mandatario”.

Para Zegada, el caso de García Linera marca un antes y un después. Su poder no se limitó a lo constitucional, sino que fue un “cogobernante” con capacidad de interlocución y formulación de políticas públicas. Su vicepresidencia, prolongada entre 2006 y 2019, sentó las bases de una Vicepresidencia con poder real, más allá de su rol legislativo.

En contraste, David Choquehuanca, vicepresidente desde 2020, aparece como una figura desdibujada. Zegada no oculta su decepción y observa que “ha traído muy a menos la vicepresidencia, con grandes dificultades para establecer consenso en la Asamblea Legislativa”. Además, dejó prácticamente inejercido su rol como articulador con las entidades territoriales autónomas.

Ferreira es incluso más duro. “No tiene la misma confianza, no se lo ve que tenga protagonismo. En el caso de García Linera sí hubo una delegación en efectividad de poder, que Choquehuanca no tiene”. Ambos coinciden en que, pese a su fuerte simbolismo indígena y a las expectativas que generó con su discurso de “las dos alas del cóndor”, Choquehuanca no logró consolidar un liderazgo ni influir en la toma de decisiones del Ejecutivo.

El presente electoral

En medio de la actual carrera electoral rumbo a las elecciones del 17 de agosto, tanto Zegada como Ferreira observan con preocupación la debilidad de las candidaturas vicepresidenciales. “Parecería que la elección de un candidato a la vicepresidencia pasa más por la decisión casi personal o del equipo de asesores de un candidato”, dice Zegada. Añade que hoy “no hay partidos, no hay siglas, no hay elementos de identificación”, y por tanto las decisiones sobre los binomios no responden a procesos institucionales sino a cálculos coyunturales.

Ferreira considera que muchos de los actuales candidatos a la Vicepresidencia son figuras “débiles” y “decorativas”. De todos, destaca solo a Jorge Richter (candidato de Eva Copa) como alguien “con capacidad de discusión y de generar consensos, que es lo que hace un vicepresidente”. Desde su punto de vista, José Luis Lupo (candidato de Samuel Doria Medina) es visto como “un tecnócrata” que podría desempeñarse mejor como ministro. El joven empresario Juan Pablo Velasco, acompañante de Tuto Quiroga, “no tiene ideas políticas claras”, y Juan Carlos Medrano, concejal cruceño que acompaña a Manfred Reyes Villa, “no tiene presencia ni despliegue”.

Para ambos analistas, el actual proceso revela un vaciamiento del contenido político de la Vicepresidencia. Zegada apunta que algunos candidatos parecen elegidos “para traer votos o simbolizar algo”, pero sin una reflexión sobre sus funciones institucionales. Ferreira lo resume diciendo que, al seleccionarlos, “han pensado más en temas electorales, en cómo sumar votos, pero no en la gestión”.

En esta lógica, la figura del vicepresidente ha regresado, en muchos casos, a una condición simbólica. “No es como la quinta rueda del carro”, aclara Zegada, “pero parece que volvemos a verla como una figura ornamental, sin incidencia real en el Ejecutivo”.

Entre incertidumbre e improvisación

Zegada es cauta al evaluar el desempeño de los candidatos. “Tal vez hay que darles el beneficio de la duda porque formalmente las campañas aún no han comenzado”. No obstante, admite que hasta ahora “no tienen presencia, salvo unas pocas excepciones”. Destaca, como Ferreira, la visibilidad digital de José Luis Lupo y de Jorge Richter, pero advierte que “la mayoría son prácticamente desconocidos” para la ciudadanía.

Ferreira, por su parte, considera que “los únicos que tienen una campaña sostenida hace tiempo son Samuel Doria Medina y Jorge Quiroga. Los demás, o no han empezado o están arrancando muy débiles”. Señala que la candidatura de Manfred Reyes Villa ha sido errática y que el binomio de Andrónico no tiene claridad ni estructura. “Andrónico siempre planteó participar bajo la hipótesis de que Evo no sería candidato. La aparición de Evo le quita fuerza”, observa Ferreira, sugiriendo que la indecisión del binomio responde a la disputa interna en el MAS.

El rol de los vicepresidentes

Las valoraciones cruzadas de María Teresa Zegada y Reymi Ferreira coinciden en un punto esencial: la Vicepresidencia ha sido, puede ser y debería seguir siendo un espacio de poder efectivo, no solo simbólico. El contraste entre el papel de figuras como García Linera o Cárdenas frente al perfil opaco de Choquehuanca o la liviandad de muchas candidaturas actuales plantea una alerta sobre el empobrecimiento de la representación política en Bolivia.

Zegada propone repensar la Vicepresidencia desde tres ejes: su papel como espacio de liderazgo, como articulador político en contextos de crisis, y como representante simbólico de la diversidad nacional. Ferreira, por su parte, enfatiza la necesidad de que el vicepresidente sea un operador político con capacidad real de incidir en la relación entre Ejecutivo y Legislativo.

Hoy, cuando el país se encamina a nuevas elecciones en medio de un clima político fragmentado y una ciudadanía desconfiada, el rol vicepresidencial se encuentra nuevamente en disputa. No se trata solo de ocupar un cargo, sino de reconstruir su sentido estratégico para la gobernabilidad, la representación plural y la capacidad de diálogo. La historia lo ha demostrado: cuando la Vicepresidencia es relegada al ornamento, el país pierde un eje de equilibrio. Cuando se la piensa con seriedad, puede ser decisiva para el rumbo de Bolivia.

Fuente: La Razón