El bombardeo de los Estados Unidos contra instalaciones nucleares iraníes deja a Teherán vulnerable, mientras el Kremlin evalúa su respuesta mientras lucha sus propias batallas
Vladimir Putin estrecha la mano del ministro iraní de Asuntos Exteriores, Abbas Araghchi, durante una reunión en el Kremlin en Moscú, Rusia. 23 de junio de 2025 (Reuters)
Fuente: infobae.com
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El bombardeo de los Estados Unidos a las instalaciones nucleares de Irán durante el fin de semana ha dejado a la República Islámica en una posición de vulnerabilidad internacional, mientras el mundo observa con atención la reacción de su principal aliado, Rusia.
La respuesta de Moscú a la solicitud de ayuda de Teherán se ha convertido en un foco de análisis geopolítico, especialmente tras la descripción del presidente Donald Trump de la operación como una “obliteración”.
En este contexto, el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araghchi, viajó a Moscú el lunes para mantener “consultas serias” con el presidente Vladimir Putin sobre las posibles respuestas a los ataques, según informó CNBC.
La relación entre Irán y Rusia se ha fortalecido en los últimos años, particularmente a raíz de la guerra en Ucrania. Teherán ha suministrado a Moscú drones militares y tecnología, contribuyendo de manera significativa al esfuerzo bélico ruso.
Sin embargo, la reciprocidad de Rusia ante la crisis iraní parece limitada. Analistas citados por CNBC sostienen que, a pesar de la ayuda recibida, Moscú no está en condiciones de corresponder con el mismo nivel de apoyo militar.
Holger Schmieding, economista jefe de Berenberg Bank, señaló en una nota el lunes: “Irán ha apoyado masivamente la guerra de Putin contra Ucrania con armas y tecnología. En su viaje a Moscú, el ministro de Asuntos Exteriores iraní Abbas Araghchi podría ahora pedir a Moscú que le devuelva el favor”. Schmieding añadió: “Sin embargo, Putin probablemente tiene poco que ofrecer más allá de algunas palabras. Necesita sus armas para su agresión continuada contra Ucrania”.
La cautela de Rusia responde a una compleja ecuación diplomática. Por un lado, Moscú debe equilibrar su respaldo a Irán con la necesidad de mantener una relación funcional con la administración estadounidense, especialmente tras el retorno de Donald Trump, percibido como más favorable a Rusia.
Schmieding advirtió en CNBC que “si Putin irrita a Trump de manera significativa por el tema iraní, Trump podría cambiar de rumbo e imponer nuevas sanciones severas a Rusia o debilitar la posición de Putin de otras formas”.
Vladimir Putin asiste a una reunión con el ministro de Asuntos Exteriores iraní Abbas Araqchi, en el Kremlin (Reuters)
Hasta el momento, la reacción oficial rusa ha sido moderada: Moscú ha instado a Irán e Israel a negociar una salida pacífica a la crisis, evitando comprometerse con acciones concretas.
El conflicto en Irán podría tener repercusiones indirectas en la guerra de Ucrania. Analistas consultados por CNBC sugieren que la escalada en Oriente Medio podría beneficiar modestamente a Rusia, al desviar la atención y los recursos occidentales de Ucrania.
Además, el aumento de los precios del petróleo podría traducirse en mayores ingresos por exportaciones para Moscú, reforzando su capacidad financiera en el conflicto ucraniano. “El conflicto iraní podría fortalecer modestamente la posición de Rusia en Ucrania, al distraer la atención occidental y potencialmente recursos, además de incrementar los ingresos petroleros rusos”, destaca uno de los análisis.
No obstante, la situación también implica riesgos considerables para los intereses rusos en la región. La debilidad de un aliado estratégico como Irán erosiona la influencia de Moscú en Oriente Medio.
Rusia ya ha experimentado la pérdida de una alianza clave tras la caída del régimen de Bashar al Assad en Siria el año pasado, lo que ha puesto en entredicho el futuro de las bases aéreas y navales rusas en ese país. Ahora, la posible desestabilización de Irán amenaza con socavar aún más la presencia rusa y sus inversiones en la zona.
La magnitud de los intereses económicos rusos en Irán es significativa. Según CNBC, Nikita Smagin, experto en política iraní del Carnegie Russia Eurasia Center, subrayó que Moscú ha invertido de manera considerable en proyectos iraníes durante los últimos tres años. Estas inversiones abarcan sectores como el petróleo, el gas, infraestructuras y rutas de tránsito.
Smagin explicó: “Unos días antes del inicio de la operación israelí, el embajador iraní en Moscú afirmó que Rusia era el mayor inversor extranjero en Irán en 2024. El embajador no especificó los volúmenes de inversión, pero se estimó que las inversiones rusas alcanzaron los $2.760 millones el año anterior. Moscú planeaba invertir cerca de $8.000 millones solo en proyectos de petróleo y gas”.
La incertidumbre sobre el futuro de estos proyectos es ahora palpable. Smagin descartó la posibilidad de que Rusia brinde asistencia militar directa a Irán, y enfatizó que la principal preocupación de Moscú radica en la amenaza a sus inversiones y a los proyectos en los que ha participado activamente. “El futuro de esos proyectos está en duda”, afirmó Smagin, reflejando la inquietud que prevalece en los círculos económicos y políticos rusos.
La posición de Rusia frente a la crisis iraní se caracteriza por la indecisión y la cautela. Smagin, en su análisis para CNBC, señaló: “Moscú parece no tener claro qué pensar de una nueva guerra en Oriente Medio. Por un lado, ha invertido mucho en varios proyectos en Irán en los últimos tres años, todos los cuales podrían ahora perderse. Al mismo tiempo, Moscú espera beneficiarse de la inestabilidad en Oriente Medio a través del aumento de los precios del petróleo y el descenso del interés en Ucrania”.
La estrategia de Moscú consiste en sopesar cuidadosamente los beneficios y las pérdidas potenciales de intervenir o distanciarse de Irán. La posibilidad de perder inversiones millonarias y de ver debilitada su posición en Oriente Medio se enfrenta a la oportunidad de obtener ventajas económicas y estratégicas derivadas de la inestabilidad regional. Mientras tanto, la respuesta rusa se mantiene en el terreno de la diplomacia y la retórica, sin compromisos concretos de apoyo militar.
En este escenario, la visita del ministro Araghchi a Moscú adquiere un significado especial. La búsqueda de apoyo por parte de Irán pone a prueba los límites de la alianza con Rusia.