Fuente: https://actualidad.rt.com
El atentado contra el precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay el pasado 7 de junio no solo sacudió a Colombia por su gravedad, sino porque evocó de manera inmediata los magnicidios que marcaron la campaña de las elecciones de 1990, periodo en el que tres candidatos a la presidencia fueron asesinados en menos de ocho meses.
Uno de ellos fue Luis Carlos Galán Sarmiento, asesinado el 18 de agosto de 1989 en una plaza pública mientras se alistaba a pronunciar un discurso. Su muerte marcó el inicio de una campaña electoral que sería recordada como «la más sangrienta que haya vivido el país».

Juan Manuel Galán, hijo de Galán Sarmiento, considera que aquel que ignora su historia está condenado a repetirla: «Lo que yo siento es como un ‘déjà vu’ de todo esto, como que esto ya lo vivimos y lo estamos repitiendo».
«Hemos vivido décadas y décadas de violencia. Para escribir una nueva historia […] también hay que hacer un trabajo en la raíz, donde está el origen de la violencia«, señala.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
En 1989, tras el magnicidio, la familia se vio obligada a exiliarse en Francia por motivos de seguridad. Juan Manuel suspendió sus estudios de secundaria y no regresó al país hasta varios años después, con el objetivo de seguir el legado de su padre con la convicción de que la historia le ha enseñado que la violencia no puede dirimir las diferencias políticas.
Patrones constantes
Cada ciclo electoral en Colombia ha mostrado un patrón de escalamiento de violencia conforme se acercan las fechas de votación. Según el primer informe de violencia político-electoral de la Fundación Paz y Reconciliación (PARES), desde el 8 de marzo hasta el 8 de junio de 2025 se registraron 57 víctimas. Aun así, a pesar de las elevadas cifras, para algunos expertos no se compara a la situación de 1989.
Según el informe, día de por medio se registra una víctima de violencia política en Colombia. En el 79 % de los casos se desconoce al perpetrador. Cuando se logra identificar a los responsables, aparecen disidencias de las FARC en el 13 % de los casos y el Clan del Golfo en el 2%.
Esta falta de autoría clara replica patrones históricos, en los que la violencia ha sido utilizada como mecanismo de competencia electoral sin responsables visibles.
«Si no se pone cuidado a las condiciones de violencia, el escenario de cara a las elecciones de marzo y de mayo del 2026 al Congreso de la República y a la Presidencia puede estar representando una de las épocas electorales más violentas que se ha vivido en los últimos años», advierte Isaac Morales, de PARES.
Según el informe de la fundación, la polarización política creciente desde 2016, alimentada por la violencia digital en redes sociales, el deterioro del diálogo político y la reconfiguración del mapa político, está encontrando expresión en hechos de violencia física. El riesgo es que estas dinámicas se traduzcan en un incremento sistemático de víctimas en el período preelectoral.