Queremos pensar con claridad, aprender rápido, decidir con acierto y adaptarnos a los cambios sin perder el rumbo. La buena noticia es que no se trata sólo de un deseo: la ciencia ofrece estrategias concretas que cualquier persona puede aplicar para mejorar sus capacidades cognitivas. No se trata de milagros, sino de comprender y aprovechar el funcionamiento del cerebro.
A continuación, exploramos cuatro enfoques basados en estudios científicos que pueden ayudarte a mejorar tu inteligencia, tomar mejores decisiones y mantener la agilidad mental.
1. Ejercicio físico: el atajo más rápido para activar el cerebro
Pocas cosas tienen un impacto tan directo y casi inmediato en la mente como el movimiento. Un estudio publicado en Journal of Epidemiology and Community Health encontró que tan solo 6 a 10 minutos de ejercicio moderado a vigoroso mejoran la memoria operativa y habilidades cognitivas superiores como planificación, organización y toma de decisiones.
Subir escaleras a paso rápido, caminar con energía o hacer bicicleta durante unos minutos puede bastar. Incluso con sólo 2 minutos de ejercicio a intensidad media o alta, otros estudios han demostrado mejoras en la atención, la concentración y la capacidad de aprendizaje durante un par de horas.
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La razón es biológica: el ejercicio mejora el flujo sanguíneo y la oxigenación cerebral, lo que potencia las conexiones neuronales. Además, ayuda a reducir el riesgo de deterioro cognitivo al aumentar el tamaño del hipocampo, una región crucial para la memoria.
Un paseo rápido de 40 minutos tres veces por semana puede aumentar el volumen del hipocampo en más de un 2 %, según una investigación publicada en PNAS. Aunque parezca poco, este crecimiento es significativo frente al encogimiento natural que ocurre con la edad.
2. Chunking: el arte de agrupar para entender y decidir mejor
El cerebro no memoriza mejor por almacenar más, sino por organizar mejor la información. Esto se conoce como chunking, una estrategia que utilizan los expertos en cualquier campo. En lugar de recordar datos sueltos, agrupan patrones familiares y los relacionan con conocimientos previos.
El clásico experimento del psicólogo Adriaan de Groot lo demuestra: los ajedrecistas expertos recuerdan mejor una posición de partida si tiene sentido estratégico. Pero si las piezas están puestas al azar, su memoria se iguala a la de los principiantes. ¿La razón? Los expertos reconocen patrones y los conectan con experiencias anteriores, mientras que los novatos ven un caos sin estructura.
Para incorporar esta habilidad en la vida diaria, el profesor Adam Grant sugiere un proceso en tres pasos:
- Aprende algo nuevo y ponlo a prueba enseguida con una autoevaluación.
- Explícaselo a otra persona: anticipar que vas a enseñarlo mejora la retención.
- Conecta ese conocimiento con algo que ya sabes. Cuanto más contexto y asociaciones crees, más fácil será recordarlo y aplicarlo.
Esto permite desarrollar lo que Daniel Kahneman llamaba intuición experta: decisiones que parecen espontáneas, pero que se basan en experiencias previas profundamente integradas.
3. Decidir mejor con el reloj biológico a favor
Nuestro nivel de energía mental fluctúa a lo largo del día. La acumulación de tareas que requieren atención y esfuerzo mental genera fatiga y un exceso de glutamato en el cerebro, que afecta la capacidad de decidir de forma racional.
Estudios como el publicado en Current Biology muestran que tras varias horas de trabajo intelectual exigente, las personas tienden a elegir opciones más fáciles y recompensas más inmediatas. Lo mismo se observa en decisiones financieras y de consumo: somos más impulsivos en la noche que en la mañana.
Por eso, las decisiones importantes conviene tomarlas temprano en el día, cuando la corteza prefrontal está fresca. Y si no es posible, una siesta corta o una pausa activa tras el almuerzo puede recargar tus «músculos mentales».
Organizar la jornada de forma que las tareas más complejas se realicen en los momentos de mayor claridad puede marcar una gran diferencia.
4. Mantener la agilidad mental con los «tres grandes»: dieta, ejercicio y estilo de vida
A partir de los 40 años, el cerebro comienza una reorganización que reduce la especialización de ciertas áreas cognitivas. Este proceso, llamado consolidación de redes funcionales, puede afectar la memoria, la resolución de problemas y el pensamiento abstracto.
Sin embargo, las investigaciones son claras: una vida saludable puede frenar o incluso revertir estos efectos. Tres pilares son clave:
- Dieta: una alimentación rica en frutas, verduras, omega 3 y baja en azúcares y ultraprocesados protege al cerebro del deterioro. Estudios en International Journal of Molecular Science lo vinculan con una menor incidencia de enfermedades neurodegenerativas.
- Ejercicio: como ya mencionamos, no sólo mejora la memoria, sino que puede generar nuevas neuronas y conexiones sinápticas.
- Estilo de vida: dormir bien, evitar sustancias como el alcohol y el tabaco, y mantener una vida social activa impacta directamente en la longevidad y salud cerebral. Dormir poco, por ejemplo, está asociado a atrofia cerebral.
Sumado a esto, aprender cosas nuevas, asumir retos y conectarse con personas son formas eficaces de estimular el cerebro y fomentar la plasticidad neuronal, es decir, su capacidad de adaptarse y cambiar.
Cultivar la inteligencia como un hábito diario
Ser más inteligente no requiere una genetica excepcional ni una fuerza de voluntad sobrehumana. Se trata de conocer y aplicar principios sencillos pero poderosos: moverse cada día, organizar mejor lo que aprendemos, respetar nuestros ritmos biológicos y cuidar nuestra salud integral.
No es necesario hacerlo todo a la perfección. Basta con empezar por un cambio pequeño pero sostenido. Como cualquier músculo, el cerebro mejora con el uso correcto, la práctica continua y los cuidados adecuados.
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