Algún extranjero decía: «Qué extraños son los bolivianos: han tenido y aún tienen riquezas naturales extraordinarias, una ubicación geográfica estratégica, y sin embargo, hasta el día de hoy no salen del subdesarrollo.»
Con honrosas excepciones, es evidente que, desde la creación de la República, hemos sido gobernados por ciudadanos incompetentes, corruptos y, sobre todo, antipatriotas. Han permitido la enajenación de cuantiosas riquezas naturales, las cuales solo han servido para enriquecer a grandes multinacionales, dejando migajas al pueblo boliviano, que —con todo derecho— debía ser el principal beneficiado.
Basta analizar las decisiones de los gobiernos «nacionalistas», neoliberales y del llamado «socialismo del siglo XXI» durante los últimos 70 años para encontrar un sinnúmero de acciones claramente antipatrióticas, que han atentado contra los intereses del pueblo boliviano, especialmente los del grupo social más desposeído.
Así, a solo días de conmemorar el bicentenario de la creación de la República, nuestra querida patria se encuentra entre los países de menor desarrollo en el continente, ostentando vergonzosamente el título de subcampeón de la corrupción.
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El régimen del llamado “Proceso de Cambio” de los últimos 20 años, a pesar de haber tomado inicialmente decisiones valientes para renegociar las condiciones con las empresas transnacionales —lo que permitió mejorar sustancialmente los ingresos por la explotación del gas—, no logró generar condiciones de sostenibilidad económica. Si bien en un primer periodo se destinaron parte de esos extraordinarios recursos a medidas sociales e inversión en infraestructura, la falta de visión y capacidad de sus líderes, el dogmatismo ideológico y la ambición desmedida por el poder los hizo perder el rumbo histórico, sumiendo actualmente al país en una profunda crisis multidimensional de la cual será difícil salir a corto plazo.
A puertas de unas nuevas elecciones nacionales, en las que se elegirá a quienes gobernarán el país por los próximos cinco años, se espera que las tristes y amargas experiencias del pasado sirvan de lección inexcusable. Es imprescindible que quienes asuman esa gran responsabilidad, a partir de noviembre próximo, corrijan los errores históricos, se reivindiquen ante el pueblo boliviano y proyecten al país hacia el sitial que le corresponde.
A pesar de todo, aún contamos con recursos valiosos para mejorar nuestra situación general, recuperar el tiempo perdido y encaminar a nuestro país a un verdadero desarrollo sostenible en el tiempo. En esta tarea debemos involucrarnos absolutamente todos, sin excepción.
Fernando Crespo Lijeron