Cómo la desinformación digital redefine la campaña electoral boliviana.
La política atraviesa la vida cotidiana aun cuando alguien crea no “meterse” en ella; lo está, porque decide cómo vivimos. A menos de tres semanas de las elecciones generales del 17 de agosto, la disputa electoral se juega en dos frentes simultáneos: la calle (territorio) y el feed (contenido en redes sociales). Los candidatos bailan, sonríen, prometen y saturan las redes con material diseñado para capturar segundos de atención.
Sin embargo, el fenómeno dominante en las encuestas sigue siendo el “voto residual” (votos blancos, nulos e indecisos), decisivos porque en la primera vuelta definiremos también la Asamblea Legislativa, órgano que aprobará o bloqueará las normas que el próximo Ejecutivo necesite para ejecutar su plan de gobierno.
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Nada de lo anterior sería extraordinario si no fuera porque la campaña “normal” (mitines, caravanas, debates, entrevistas) está recubierta por una capa cada vez más habitual de “línea baja”, “campaña de contraste” o “guerra sucia” (estrategias que buscan erosionar al adversario mediante ataques dirigidos), amplificada ahora por herramientas de inteligencia artificial (IA) capaces de fabricar audios y videos falsos en minutos. Hablamos de deepfakes (montajes hiperrealistas generados con IA), bots (cuentas automatizadas que multiplican mensajes para instalar tendencias), microsegmentación (compra de publicidad digital dirigida a nichos con mensajes hechos a medida) y social listening (monitoreo en tiempo real de conversaciones digitales para anticipar crisis). Todo eso ya se usa aquí, y no en laboratorios académicos, sino en los “war room” de campaña de los diferentes frentes políticos.
Según we are social, en su informe de marzo de 2025, TikTok en Bolivia alcanza ya 7,63 millones de usuarios mayores de 18 años. Esa masa crítica explica por qué los equipos de campaña concentran su artillería audiovisual en la plataforma: un clip de 30 segundos puede moldear percepciones con mayor eficacia que un debate de una hora. El otro gran terreno de juego es Facebook, donde el alcance pagado sigue siendo un atajo para instalar o demoler candidaturas.
La última investigación de BoliviaVerifica, informa que páginas de Facebook recién creadas inyectaron casi 200.000 bolivianos en anuncios para realizar ataques contra Doria Medina y Quiroga, mientras favorecieron el posicionamiento de Reyes Villa.
A la par, se han difundido encuestas falsas que colocan primero, según el día y el ánimo del rumor, a Andrónico, Evo Morales, Eva Liz o Rodrigo Paz. Todas fueron desmontadas, pero cumplieron su cometido en sembrar confusión y moldear expectativas. Cuando la opinión pública cree que “X ya ganó” o que “Y no tiene ninguna chance”, intentan alterar el comportamiento estratégico del electorado.
La política atraviesa la vida cotidiana aun cuando alguien crea no “meterse” en ella; lo está, porque decide cómo vivimos. A menos de tres semanas de las elecciones generales del 17 de agosto, la disputa electoral se juega en dos frentes simultáneos: la calle (territorio) y el feed (contenido en redes sociales). Los candidatos bailan, sonríen, prometen y saturan las redes con material diseñado para capturar segundos de atención.
Sin embargo, el fenómeno dominante en las encuestas sigue siendo el “voto residual” (votos blancos, nulos e indecisos), decisivos porque en la primera vuelta definiremos también la Asamblea Legislativa, órgano que aprobará o bloqueará las normas que el próximo Ejecutivo necesite para ejecutar su plan de gobierno.
Nada de lo anterior sería extraordinario si no fuera porque la campaña “normal” (mitines, caravanas, debates, entrevistas) está recubierta por una capa cada vez más habitual de “línea baja”, “campaña de contraste” o “guerra sucia” (estrategias que buscan erosionar al adversario mediante ataques dirigidos), amplificada ahora por herramientas de inteligencia artificial (IA) capaces de fabricar audios y videos falsos en minutos. Hablamos de deepfakes (montajes hiperrealistas generados con IA), bots (cuentas automatizadas que multiplican mensajes para instalar tendencias), microsegmentación (compra de publicidad digital dirigida a nichos con mensajes hechos a medida) y social listening (monitoreo en tiempo real de conversaciones digitales para anticipar crisis). Todo eso ya se usa aquí, y no en laboratorios académicos, sino en los “war room” de campaña de los diferentes frentes políticos.
Según we are social, en su informe de marzo de 2025, TikTok en Bolivia alcanza ya 7,63 millones de usuarios mayores de 18 años. Esa masa crítica explica por qué los equipos de campaña concentran su artillería audiovisual en la plataforma: un clip de 30 segundos puede moldear percepciones con mayor eficacia que un debate de una hora. El otro gran terreno de juego es Facebook, donde el alcance pagado sigue siendo un atajo para instalar o demoler candidaturas.
La última investigación de BoliviaVerifica, informa que páginas de Facebook recién creadas inyectaron casi 200.000 bolivianos en anuncios para realizar ataques contra Doria Medina y Quiroga, mientras favorecieron el posicionamiento de Reyes Villa.
A la par, se han difundido encuestas falsas que colocan primero, según el día y el ánimo del rumor, a Andrónico, Evo Morales, Eva Liz o Rodrigo Paz. Todas fueron desmontadas, pero cumplieron su cometido en sembrar confusión y moldear expectativas. Cuando la opinión pública cree que “X ya ganó” o que “Y no tiene ninguna chance”, intentan alterar el comportamiento estratégico del electorado.
Dennys Peredo Borda, es Politólogo y Estratega en Comunicación Política.
Actual vicepresidente del Colegio de Politólogos de Santa Cruz.