Un estudio presentado en la Conferencia de la Asociación de Alzheimer revela los daños que causaba la gasolina utilizada hace 50 años.
Fuente: Globo G1
La Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimer (AAIC 2025), que se celebra en Toronto desde el domingo y continúa hasta el 31, refuerza con cada nueva edición la evidencia de que el entorno en el que vivimos es crucial para nuestros indicadores de salud. Este blog utiliza con frecuencia el término exposoma, acuñado en 2005, para describir cómo la suma de todas las exposiciones a las que estamos sometidos los seres humanos —ya sean físicas, químicas, biológicas o sociales— cobra su precio con el paso de los años.
Esto es lo que demuestra un estudio con más de 600.000 adultos mayores de 65 años, que vincula la exposición al plomo en la infancia con el deterioro cognitivo en la edad adulta. La investigación se centró en personas que crecieron en regiones con altas concentraciones atmosféricas de esta sustancia entre 1960 y 1974. Los resultados indican un 20 % más de riesgo de desarrollar problemas de memoria 50 años después. Peor aún, el cerebro se vuelve vulnerable a enfermedades relacionadas con la edad, como el Alzheimer.
En aquella época, se añadía plomo a la gasolina para aumentar la potencia de los automóviles, hasta que los científicos demostraron que esta práctica representaba un grave riesgo para la salud y el medio ambiente. Mientras tanto, el tráfico vehicular en las zonas urbanas crecía rápidamente. Se estima que la mitad de la población estadounidense (unos 170 millones de personas) estuvo expuesta a altos niveles de plomo en la infancia.
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“Cuando era niña, en 1976, nuestra sangre tenía 15 veces más plomo que la sangre de los niños de hoy”, dijo Esme Fuller-Thomson, profesora de la Universidad de Toronto y autora principal del estudio.
Fue recién en 2021, cuando las gasolineras de Argelia, el último país en adoptar la prohibición, dejaron de suministrar el carburante “turboalimentado”, que el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) pudo anunciar que el mundo se había librado del plomo en la gasolina.
Aún existen otras fuentes de contaminación, como las tuberías antiguas. Las personas mayores que viven en un radio de cinco kilómetros de industrias que liberan plomo, como las que fabrican vidrio, hormigón y componentes electrónicos, también se ven afectadas, lo que afecta su rendimiento cognitivo.
«A pesar de los avances en la reducción de su uso, los estudios demuestran que no existen niveles seguros de exposición. La mitad de los niños en Estados Unidos tienen trazas detectables de plomo en la sangre», afirmó Kathryn Conlon, profesora de epidemiología ambiental en la Universidad de California, Davis, y añadió que en 2023, más de 7500 fábricas liberaban esta sustancia en el país.