Un proyecto combina ciencia y tecnología forense para intentar localizar a algunas de las más de 130.000 víctimas desaparecidas del crimen organizado en el país; se utilizan cerdos por su parecido con cuerpos humanos.
Fuente: Globo G1
Enterrados con ropa, envueltos en mantas o bolsas de plástico, cubiertos con cal o quemados. Esto no es una escena del crimen, sino un experimento científico. En México, investigadores utilizan cerdos muertos para simular las condiciones en las que grupos vinculados al crimen organizado entierran cuerpos humanos.
El objetivo es probar tecnologías capaces de localizar fosas clandestinas y, con ello, ayudar a resolver la situación de los desaparecidos en el país, que ya supera las 130.000 personas.
La investigación se lleva a cabo en el estado de Jalisco, epicentro de la violencia relacionada con el narcotráfico y sede del Cártel Jalisco Nueva Generación. Científicos del gobierno, en colaboración con universidades mexicanas y la Universidad de Oxford, trabajan desde 2023 en el proyecto, cuyo objetivo es mejorar los métodos de detección de restos humanos ocultos.
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Los cadáveres de cerdo, debido a su similitud con el cuerpo humano (incluida la distribución de la grasa, el tamaño y la estructura de la piel), fueron elegidos como sustitutos éticos para los estudios.
Drones, cámaras hiperespectrales e insectos
Los cerdos son enterrados individualmente o en grupos, a diferentes profundidades y en distintos entornos, simulando las variaciones encontradas en entierros clandestinos reales. En la superficie, un dron colombiano equipado con una cámara hiperespectral registra los cambios en el suelo, analizando la luz reflejada por sustancias como el fósforo, el potasio y el nitrógeno, que emergen durante la descomposición de los cuerpos. También se utilizan otros equipos, como drones térmicos, escáneres láser y sensores de corriente eléctrica, para detectar anomalías.
El proyecto también investiga los elementos biológicos asociados con la descomposición. Los científicos recolectan muestras de insectos, plantas y tierra de las tumbas artificiales y las comparan con el material encontrado en entierros humanos. «Cada tumba es un microecosistema vivo», explica Tunuari Chávez, director de análisis contextual de la Comisión de Búsqueda de Jalisco.
El papel de las familias
Aunque la tecnología representa un avance, los investigadores reconocen que muchos descubrimientos de cuerpos se deben al esfuerzo de las familias de las víctimas. Sin un apoyo oficial constante, los familiares de los desaparecidos se han especializado en la búsqueda, utilizando estacas para perforar el suelo en zonas sospechosas e incluso reconociendo los patrones de vegetación en los cementerios. Al visitar cementerios experimentales, las madres identificaron tumbas simuladas simplemente por la apariencia del terreno.
«Es ciencia y acción. Todo lo que aprendemos debe aplicarse de inmediato, porque hay urgencia», afirma José Luis Silván, coordinador del proyecto e investigador del instituto federal CentroGeo. Para él, la colaboración con las familias es esencial: «El conocimiento fluye en ambas direcciones».
Guerra contra las drogas y desapariciones
El número de personas desaparecidas en México se ha disparado desde 2006, cuando el entonces presidente Felipe Calderón declaró la guerra a los cárteles. La fragmentación de los grupos criminales y la impunidad han propiciado una estrategia cruel: la desaparición de los cuerpos de las víctimas. Desde 2007, se han localizado alrededor de 6,000 fosas clandestinas, pero decenas de miles de restos aún esperan ser identificados.
La Comisión Jalisco ya ha comenzado a utilizar algunas de las tecnologías que ha desarrollado, como drones y escáneres, en búsquedas reales. Sin embargo, los expertos advierten que los recursos aún son limitados y no hay garantía de que el gobierno mexicano pueda, o quiera, expandir el uso de estas tecnologías a nivel nacional.
Aun así, los científicos afirman que no se detendrán. «Siempre hay que intentarlo, fallar, volver a fallar y seguir intentándolo», afirma el antropólogo forense Derek Congram, quien participa en el proyecto. Para muchos familiares, como Maribel Cedeño, quien lleva cuatro años buscando a su hermano desaparecido, la esperanza reside en cada intento. «Nunca imaginé que estaría en esta situación, encontrando cuerpos y convirtiéndome en una experta», afirma.