Por décadas, las familias de Manchester buscaron respuestas; ahora, las páginas ocultas de Ian Brady destapan confesiones inéditas sobre los crímenes que siguen causando conmoción.
Por Francisco González Tomadin
Fuente: Infobae
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Un manuscrito autobiográfico perdido durante décadas acaba de revelar detalles inéditos sobre uno de los casos más escalofriantes de la historia criminal británica. Ian Brady, quien junto a su cómplice Myra Hindley secuestró, torturó y asesinó a cinco niños en los páramos de Manchester durante los años sesenta, documentó meticulosamente sus crímenes en páginas que permanecieron ocultas hasta que un equipo de la BBC las descubrió para su documental The Moors Murders: A Search for Justice.
El descubrimiento del manuscrito perdido
El investigador Duncan Staff y su equipo lograron acceder a una copia incompleta de la autobiografía de Brady, un documento de 394 páginas que expone por primera vez la perspectiva directa del criminal sobre sus actos. Según reportó el Mirror, este hallazgo representa una ventana sin precedentes hacia la mente de uno de los asesinos en serie más notorios del Reino Unido.
En el manuscrito, Brady justifica explícitamente su decisión de documentar los crímenes: “La razón por la que ahora escribo es bastante simple; revelar los hechos completos del caso por primera vez jamás. Todo pensamiento y toda ofensa que encuentres en las siguientes páginas lleva la autenticidad de mi propia mano y no puede ser desmentida”.
El texto incluye descripciones detalladas de los métodos de secuestro, asesinato y ocultamiento de los cuerpos, así como la forma en que seleccionaban y acechaban a las víctimas. Particularmente revelador resulta el pasaje donde Brady describe cómo, tras asesinar a John Kilbride, él y Hindley contaron los pasos de regreso hasta una roca en la colina para poder localizar posteriormente el sitio y fotografiarlo.
La formación de un asesino en serie
Ian Brady desarrolló desde joven una personalidad perturbada que lo llevaría a convertirse en un criminal despiadado. Según informó el Daily Mail, era inteligente pero retraído, y cultivó una temprana fascinación por textos extremos como Mein Kampf y las obras del Marqués de Sade.
Sus primeros delitos consistieron en hurtos y robos menores, pero tras cumplir una condena en Borstal, un reformatorio juvenil, Brady forjó en la ira su identidad definitiva como un outsider resentido, tal como describe su biógrafo Colin Wilson.
El encuentro que cambiaría el curso de múltiples vidas ocurrió en 1961, cuando Brady conoció a Myra Hindley en la oficina de una empresa química de Manchester. Ella tenía 19 años, había recibido educación católica y quedó inmediatamente impresionada por este hombre que leía a Hitler en alemán.
La fascinación de Hindley por la inteligencia y el aura peligrosa de Brady evolucionó rápidamente hacia una relación de dominación psicológica. Como informó The New York Times, esta dinámica de sumisión condujo a Hindley a aceptar y participar activamente en los crímenes. La propia Hindley admitió posteriormente haber caído bajo el control psicológico de su pareja.
La cronología del horror
Según The Guardian, la pareja comenzó a planificar crímenes cada vez más sofisticados, motivados por una obsesión dual con el poder y el sadismo sexual. Su primera víctima fue Pauline Reade, de dieciséis años, asesinada el 12 de julio de 1963.
Hindley convenció a la adolescente para que la acompañara al páramo de Saddleworth con la excusa de buscar un guante perdido. Brady las siguió en motocicleta, violó y asesinó a la joven, y ambos enterraron el cuerpo en la pradera.
En noviembre del mismo año, la pareja recorrió un mercado en Ashton-under-Lyne donde se encontraron con John Kilbride, de doce años. Le ofrecieron llevarlo a casa, pero en su lugar lo condujeron al páramo, donde Brady lo violó y estranguló. Su cuerpo fue descubierto dos años después en una tumba superficial.
En junio de 1964 desapareció Keith Bennett, un niño de doce años que fue visto por última vez camino a casa de su abuela. Hindley lo atrajo a su vehículo con la excusa de necesitar ayuda para cargar unas cajas, mientras Brady completó el crimen en el páramo. Los restos de Keith nunca fueron encontrados, y su madre, Winnie Johnson, murió tras décadas de búsqueda infructuosa.
El día después de Navidad de 1964, según The New York Times, Lesley Ann Downey, de tan solo diez años, fue raptada en una feria y conducida a la casa que Myra compartía con su abuela. Allí fue sometida a una brutal secuencia de abuso y tortura que Brady grabó en una cinta de audio, material que posteriormente conmocionó al tribunal durante el juicio.
El último crimen fue el asesinato de Edward Evans, un joven de diecisiete años. Este homicidio, impulsado por el deseo de Brady de implicar a David Smith, cuñado de Hindley, en sus delitos, terminaría provocando su perdición. Smith presenció el brutal ataque y, horrorizado, acudió a la policía en cuanto pudo escapar.
El juicio y las condenas
El proceso judicial por los crímenes del páramo se celebró en 1966. Brady e Hindley fueron sentenciados a cadena perpetua sin mostrar vestigio alguno de arrepentimiento. El tribunal escuchó entre lágrimas la cinta de audio que documentaba la tortura de Lesley Ann Downey. Si la pena de muerte no hubiera sido recientemente abolida en el Reino Unido, ambos habrían sido ejecutados en la horca.
Los años en prisión y la muerte de los criminales
Durante su encarcelamiento, Hindley intentó desligarse de la responsabilidad culpando exclusivamente a Brady y afirmando haber estado sometida a su voluntad. Documentos recuperados tras su muerte en 2002 revelaron su fascinación y complicidad genuina con los crímenes, contradiciendo la imagen de simple víctima que intentó proyectar.
Brady fue transferido a un hospital psiquiátrico en 1985 tras ser diagnosticado como psicópata. Allí protagonizó huelgas de hambre y múltiples intentos de suicidio hasta su muerte el 15 de mayo de 2017.
El manuscrito “Black Light” se interrumpe abruptamente antes de narrar la desaparición de Keith Bennett, pero las últimas 200 páginas del documento original permanecen en posesión del abogado Robin Makin y podrían contener finalmente la respuesta que revele dónde descansan los restos del niño de doce años.