Por Manuela Castro

Samuel Doria Medina se presenta como un candidato distinto. “Un presidente empresario” que va a tomar “decisiones rápido sin hacer cálculos políticos”, según dijo él mismo en un colorido reel de Instagram, a tono con sus redes sociales, que mantuvo muy activas durante toda la campaña.



Pero, lejos de ser un outsider, su historia evidencia décadas de trayectoria política y una ambición sostenida en el tiempo: ser presidente del Estado Plurinacional de Bolivia.

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Este domingo competirá por cuarta vez en las urnas en su búsqueda de romper con casi 20 años de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS) y con un mote que lo persigue como un hechizo: el “kencha”, término que en Bolivia alude a la mala suerte. Ninguna candidatura ganada y una vida al límite.

Tras las derrotas en 2005, 2009 y 2014, y su retiro en 2019 como compañero de fórmula de Jeanine Áñez después de que renunciara a postularse en 2020, el empresario llega a estas elecciones como el candidato de centro, en la lista opositora Alianza Unidad.

En 2014 salió segundo con un 24% de los votos, pero entonces el resultado de Evo Morales fue arrasador con más del 60%, logrando un triunfo en primera vuelta. Hoy, Doria Medina mantiene un caudal de votos similar pero en un escenario completamente distinto.

Doria Medina está entre los favoritos y esta vez el rival que le pisa los talones es el expresidente Jorge “Tuto” Quiroga con quien inició la campaña siendo aliado, pero finalmente se erige como su principal competidor.

Economista de formación y arquitecto de las privatizaciones en los 90

Nació el 4 de diciembre de 1958 en La Paz, pero creció en Oruro, donde su padre trabajaba como empresario minero. Hoy tiene 66 años, seis hijos y está casado con Nidia Monje, madre de cinco de ellos.

Estudió Administración y Economía en la Universidad Católica Boliviana y luego se formó en el exterior: Economía en la Arizona State University y una maestría en Finanzas Públicas en la London School of Economics y, según su biografía, “siempre estuvo interesado en los asuntos públicos”.

A los 33 años fue nombrado ministro de Planeamiento en el gobierno de Jaime Paz Zamora, entre 1991 y 1993, cargo por el que se lo señala como uno de los grandes arquitectos del proceso de privatizaciones de los noventa.

En 2016, fue acusado en la justicia por supuesto daño económico al Estado, pero en 2020, durante el gobierno de Áñez, el proceso fue cerrado por falta de pruebas. Él sostiene que se trató de una persecución política. En 2003 fundó su propio partido, el frente de Unidad Nacional.

Perfil de empresario, el plato fuerte de su campaña

En paralelo a su carrera política, Doria Medina construyó un emporio empresarial que hoy es parte central de su discurso de campaña. En 1987 tomó el control de la cementera SOBOCE y la convirtió en líder del mercado antes de vender su participación en 2014 por 300 millones de dólares.

A través de Bolivian Foods S.A., es dueño de las franquicias de Burger King y Subway en Bolivia y adquirió el icónico Hotel Los Tajibos en Santa Cruz. También impulsó proyectos inmobiliarios como las Green Tower en La Paz y Santa Cruz. “Soy un empresario, no un político profesional”, repite. “Mis obras están ahí”.

Una vida al límite devenida en slogan de campaña

Su eslogan de campaña, “¡100 días, carajo!” -el tiempo en el que promete soluciones concretas a problemas económicos como la escasez del dólar y de combustible- es la reformulación de una frase que lo identifica, poniendo en primer plano su historia personal y dejando, otra vez, fuera de foco su perfil más político.

“Carajo, no me puedo morir”, dijo años atrás al contar que en un accidente aéreo casi pierde la vida y selló su muletilla. Fue en un viaje de La Paz a Sucre en un avión a hélice, cuando la nave se estrelló en el cerro Huaricollo, en el departamento de Oruro. Afortunadamente, nadie murió en el hecho.

En noviembre de 1995, fue secuestrado por el grupo peruano Tupac Amaru, según él mismo contó en distintas ocasiones. “Me han tenido en un cuarto oscuro de dos columnas, varias veces me han puesto una pistola en mi cabeza y me han dicho ‘es su última oración’, pero no era mi hora”, narró años después sobre lo ocurrido. Fueron 45 días de cautiverio y para su liberación se concretó un pago millonario, según confirmó a CNN su equipo de campaña.

Más recientemente, compartió públicamente que fue diagnosticado con cáncer de vejiga, una enfermedad que asegura haber superado.

¿La cuarta será la vencida?

Doria Medina se presenta como un candidato de centro que quiere gobernar para todos y con todos. Plantea un esquema de eficiencia del Estado a partir del cierre de empresas estatales deficitarias, el impulso del desarrollo de emprendedores y la apertura internacional.

En política exterior, quiere reorientar las alianzas internacionales, priorizando la relación con Estados Unidos por encima de China, Rusia o Irán, y potenciar el litio como recurso clave en la transición energética global.

Después de décadas de intentos y una vida marcada por contrastes extremos, el empresario que fue ministro, sobreviviente y rehén vuelve a ponerse a prueba en las urnas con encuestas a favor y la sombra de un mote difícil de sacudirse.

El resultado dirá si el “kencha” se convierte, por fin, en ganador.