El triunfo del centro y la lógica de los ciclos políticos. La geometría del espacio electoral se ha recentrado


En la reciente elección, Rodrigo Paz obtuvo el 31% de los votos, seguido por Jorge “Tuto” Quiroga con 27% y Samuel Doria Medina con 20%. Lo interesante no está solo en los números, sino en lo que reflejan: si sumamos las opciones centristas de Paz y Doria Medina, tenemos un 51%. Eso significa que la mayoría social se ha inclinado hacia el centro político, y no hacia los extremos.

Este resultado no es casualidad. La historia política nos muestra que los cambios nunca son saltos bruscos de un extremo a otro. Polibio, en la antigüedad, ya hablaba de la anaciclosis, el ciclo en el que las formas de gobierno se suceden de manera recurrente. Ibn Jaldún describía cómo la cohesión social eleva a nuevas élites y luego, cuando esa cohesión se debilita, éstas caen y otras las reemplazan. Sorokin veía cómo las culturas oscilan entre fases espirituales y materialistas, y Pareto explicaba que las sociedades no cambian de raíz, sino que circulan las élites que las dirigen. Todos ellos, desde distintos ángulos, apuntaban a lo mismo: la política avanza en ciclos, en péndulos, en espirales, nunca en rupturas súbitas.



Eso es justamente lo que está ocurriendo. Tras un ciclo largo de radicalismo de izquierda con Morales y Arce, el electorado no decidió saltar hacia la radicalidad de la derecha. Más bien, buscó una salida intermedia, una forma de corrección equilibrada. La teoría del votante mediano ayuda a entenderlo: cuando la sociedad está dividida, el punto de atracción se ubica en el centro. Y la teoría de la opinión pública termostática también lo explica: cuando un país siente que se ha ido demasiado lejos en una dirección, corrige hacia el otro lado, pero sin llegar al extremo.

Por eso la estrategia discursiva de Tuto Quiroga terminó siendo contraproducente. Aunque su programa no fuese extremo, su campaña fue percibida como polarizadora y confrontacional, con guerra sucia y retórica beligerante. Eso activó a sus seguidores más duros, pero al mismo tiempo alejó a una mayoría ciudadana cansada de la conflictividad política. Frente a eso, las candidaturas de Rodrigo Paz y Samuel Doria Medina representaron moderación, gobernabilidad y equilibrio, que son las cualidades que hoy resultan más atractivas para la ciudadanía.

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En el fondo, lo que ha ganado en estas elecciones no es solo un candidato, sino el centro como espacio político hegemónico. El centro es el lugar donde confluyen la mayoría de las segundas preferencias, el espacio más elástico para construir consensos y el terreno que ofrece estabilidad en tiempos de incertidumbre. Los extremos movilizan con pasión, pero el centro conquista por amplitud.

La lectura de este resultado va más allá de la aritmética electoral: muestra cómo la sociedad boliviana está cerrando un ciclo y abriendo otro, no con un salto abrupto hacia lo contrario, sino con un movimiento en espiral hacia la moderación. En esa espiral, el centro no es una postura tibia, sino la nueva fuerza de equilibrio que puede marcar la transición hacia un tiempo de mayor consenso y menos polarización.

Nadia Beller