Descifrando al capitán Lara


Quizás el capitán Lara no sepa decir lo que piensa con precisión. No es un político profesional formado, viene de la calle, del barrio, de la rutina policial que le enseñó más de golpes que de libros. Su fama nació de un hartazgo que lo disparó el día en que denunció a un camarada corrupto y al sistema. Ahí nació el Lara que hoy conocemos, el que habla sin adornos, sin racionalizar, con esa brutalidad que irrita a unos y seduce a otros.

Es torpe, sí. Tiene ese sincericidio que en la política suele ser un suicidio, pero que en su caso se convirtió en motor. Lara no es un buen comunicador, está lejos de serlo. Sus frases suenan abruptas, desordenadas, como si tropezara con las palabras antes de lanzarlas, pero en ese balbuceo hay algo que conecta con la gente que no confía en discursos medidos, con esa parte del país que desconfía de los políticos que parecen muñecos de porcelana.



Para los sectores más conservadores, Lara es un escándalo. Su tono desafiante, su manera directa, su léxico de trinchera, todo suena incendiario. Pero lo cierto es que no habla para ellos. Su mensaje, aunque mal armado, no busca convencer a las élites, sino a los que ven en él un reflejo de su propio hartazgo. Cuando habla de fiscalizar al presidente, suena a melodrama, casi a monólogo de megalómano, pero lo que quiere decir, con torpeza y mal usando ejemplos extremos, es que su guerra contra el establishment será implacable.

En este tablero electoral, se encontraron y se juntaron complementarios. Rodrigo Paz, con la solvencia política y el discurso ordenado que Lara no tiene, y Lara, con el instinto viral del que Paz carece. Han construido, casi sin proponérselo, una simbiosis, un fenómeno que la política tradicional no vio venir. El uno aporta estructura, el otro ruido. Y en un país donde el ruido vale tanto como el argumento, esa dupla ha logrado hablarle al electorado con dos voces distintas, ambas reconocibles en las dos Bolivias.

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Lara, con su brusquedad, no es el héroe que la política tradicional querría, pero sí el que una parte del país ha decidido apoyar. Y el hecho indudable, es que la dupla Paz-Lara, ha logrado lo que los secuestradores de elecciones nunca pudieron, ganarle al MAS. Donde la verdad no triunfa, la realidad abofetea.

Marcelo Ugalde Castrillo

Político y empresario