No nos referimos a la libertad de los bolivianos, la que todavía está en veremos, gracias al desbarajuste orate y disparatado del ya famoso “capitán” Lara. La libertad de la que hablamos es la de los presos políticos del masismo, sobre lo que hemos escrito cientos de páginas, sin que a la justicia impuesta o comprada por el Estado Plurinacional se le moviera un pelo. La utilización canalla de la “detención preventiva” lo arregló todo para los venales y mofletudos jueces obedientes al partido.
Nada ha habido más cobarde y denigrante que el secuestro, mediante una operación comando, de la expresidente Jeanine Añez, en el Beni, encabezada por el mismísimo ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, ahora derrotado humillantemente en las urnas. Ver al ministro en la televisión y en las páginas de los periódicos, eufórico, con ojos de victoria, como el combatiente que ha capturado a un peligroso enemigo, produjo asco. Una señal inaudita de cobardía. Imagino que, desde entonces, iniciando su pésima administración, el gobierno de Arce produjo repudio. Abusar de una expresidente, de una mujer honesta, que cumplió con un deber patriótico y constitucional, fue un acto de barbarie al mero estilo masista. Más de cuatro años y medio lleva en su celda.
Para qué decir del otro secuestro, el del Gobernador de Santa Cruz, Luís Fernando Camacho. Para proceder, el ministro del Castillo no se atrevió a venir a Santa Cruz, pero armó un escuadrón de policías de élite (como los del Hotel Las Américas) para cometer uno de los abusos más atrabiliarios de que tenemos recuerdo. Raptar a la primera autoridad del Departamento, fue un abuso desproporcionado. Por algo que no merecía mayor sanción, le cayeron a tiros y gritos los policías y lo arrastraron, lo subieron a empujones a un helicóptero y se lo llevaron a La Paz, convertida en la cárcel de todos los enemigos del régimen. De ahí a Chonchocoro fue cuestión de algunas horas. Allí aguantó, aislado, valientemente, casi tres años, sin sentencia. Ahora a Camacho se lo espera para que reasuma la Gobernación, pero superando muchas penurias de por medio y, asimismo, de su familia.
Marco Pumari fue otro de los escogidos por el masismo para pagar cuentas por el asqueroso fraude del 2019. Acusado de incendiario, el dirigente cívico potosino tuvo que pasar más de cuatro años de “detención preventiva”, lo que es una aberración jurídica que se debe eliminar.
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Ahora estamos a la espera de la liberación de todos quienes fueron encarcelados con esta “detención preventiva”, en especial los presos políticos, que son muchos y que están cumpliendo penas por el fraude que se cometió en 2019. Mientras quien debiera estar encerrado hace mucho, Evo Morales, se ha atrincherado en el Chapare esperando tiempos mejores, que pueden llegarle si el “capi” Lara quiere retribuirle favores.
Veremos qué sucede en el balotaje que viene y que nos ha puesto los pelos de punta a la mayoría. El miedo no sería que gane Rodrigo Paz, sino que imponga su sombra indeseable, el capitán Lara; sujeto ignaro, torpe, grosero, atrabiliario, un nuevo Evo, que parece no entender que Bolivia ya no quiere socialismo, populismo, experimentos irresponsables, repartija demagógica de dádivas, ni nada que se le parezca.