Probablemente, sea un éxito la estrategia de participar en el proceso electoral buscando alcanzar la mayoría indirecta para el ganador de la segunda vuelta electoral en Bolivia, mayoría indirecta que consiste en articular alianzas parlamentarias detrás de su triunfo en el balotaje.
La mayoría indirecta se presenta después de la segunda vuelta electoral, cuando el ganador que no tiene una representación parlamentaria de dos tercios ni de mayoría absoluta (50% más 1) debe lograr acuerdos con bancadas minoritarias.
Esta mayoría indirecta está cruzada por la regla de la necesidad y el “quid pro quo”, es decir: “te doy apoyo a cambio de que tú me des esto”. Lo que, por supuesto, lleva a acuerdos, presiones, chantajes, ruptura de acuerdos y otras posibilidades negativas.
Como posibilidad positiva está la construcción de un acuerdo serio, estable y programático, que siendo posible es poco probable debido a que los candidatos y las siglas que llegaron al Parlamento tiene serios problemas de conformación, al grado de no tener partidos orgánicos, sino una suma improvisada de integrantes, gente “pasa pasa”, fluctuante, resultado de la promiscuidad política, aspecto detallado anteriormente.
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La mayoría directa –por el contrario– fue la estrategia no asumida por las fuerzas opositoras ni por el MAS. Esta consiste en llevar a la contienda electoral una candidatura coordinada, previamente unida, de manera que, de ganar las elecciones en primera vuelta, se consolida una bancada con dos tercios de la representación legislativa o con una mayoría absoluta. Esto significaba una negociación previa y no post.
Si no se logró una negociación previa para una mayoría directa, ¿qué garantiza que una negociación post logre resultados favorables? El poder. El acceso al poder del gobierno; sin embargo, esa respuesta es incierta y muy poco fiable.
He formulado teóricamente, y con mucha solvencia empírica, la constatación de que “dentro del gobierno el poder no se transfiere ni comparte”. Muestra de ello es la separación entre Evo Morales y Luis Arce, con las consecuencias políticas ya conocidas por todos.
Por lo tanto, no creo que la candidatura ganadora en la segunda vuelta electoral tenga la candidez de querer compartir su gestión con fuerzas políticas parlamentarias de vocación rapaz.
¿Puede el próximo gobierno prescindir de un acuerdo parlamentario con las otras fuerzas con representación legislativa? Sí. El gobierno de Luis Arce es una muestra de aquello.
La posibilidad de no tener mayoría parlamentaria y lograr que los magistrados autoprorrogados “trabajen” para el próximo gobierno es una arista, una posibilidad, extrema pero real, toda vez que no se tiene un calendario de elecciones judiciales para renovar a cinco de los nueve miembros del Tribunal Constitucional Plurinacional. Toda vez que los autoprorrogados son delincuentes contra la Constitución y las leyes, sin ninguna ética ni moral.
Manuel Morales Alvarez es investigador.