Sabemos que, desde el final de la Guerra del Chaco, sobre todo a partir de los gobiernos de Toro y Busch, las circunstancias políticas y sociales empezaron a cambiar en Bolivia. Miles de soldados salieron de las trincheras derrotados, pero, fundamentalmente, con la sensación de que nada funcionaba bien en el país y que era necesario un cambio radical. Liberales y conservadores no habían podido satisfacer los requerimientos de un país rico, pero que cada vez se distanciaba más de sus vecinos.
Con Villarroel se acentuó la idea de constituir un gobierno nacionalista que, como había iniciado Busch con el decreto del 7 de junio de 1939, controlara impositivamente a la gran minería del estaño o todavía mejor, la nacionalizara, según los más radicales de su gobierno, que lo harían después. La Revolución Nacional de 1952, que encabezaron con el MNR Paz Estenssoro y Siles Zuazo, produjo los cambios que deseaba un importante sector de la población. Sus medidas, que son ampliamente conocidas, con no muchas luces, transformaron la nación, pero no lograron engrandecerla, y, por el contrario, la empobrecieron más.
El extenso período de administración del MNR, de 12 años, fue interrumpido finalmente, ante su ineptitud y sus luchas intestinas, por un largo ciclo de neta presencia militar, que, en realidad, no produjo cambios trascendentales y se continuó en la línea del nacionalismo revolucionario, es decir, de la preponderancia estatal en el manejo de la economía. Los años del MNR en el poder fueron políticamente duros contra la oposición, como luego lo serían los gobiernos militares, donde, en una contienda de fuerza interna, se impuso la tendencia más conservadora del Ejército, desplazando a militares y civiles izquierdistas.
Tuvo que llegar la década de los 80 para que políticos, estatistas en sus inicios, como Paz Estenssoro y Hugo Banzer, se dieran cuenta de que la economía iba por otro lado. Ambos se empeñaron en transformarla, y, el primero, Paz Estenssoro, apoyado por Banzer, dictó el decreto 21060, junto con la Nueva Política Económica de corte liberal, cuya vigencia, con modificaciones naturales, alcanza hasta nuestros días. Estas transformaciones se produjeron al inicio de la etapa democrática, luego de que el gobierno de la UDP bajo la presidencia de Hernán Siles Zuazo, cayera en una profunda recesión y fuera devorado por la hiperinflación más grave que ha sucedido en Bolivia, que desacreditó a las tendencias izquierdistas.
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A partir del 2006 se impuso un gobierno que se denominó como socialista, pero que, en el fondo, tuvo una característica indigenista-populista más que nada, sobre todo en sus inicios, durante la primera gestión de Evo Morales. El Movimiento al Socialismo (MAS) salió desde los cocales del Chapare y de la minería estatal quebrada, con una posición firmemente antiimperialista y por supuesto antinorteamericana. Ese Gobierno derivó en un incompetente y torpe autoritarismo, y, pretendiendo imitar a las falsas democracias populares, en un reprochable prorrogismo, que, burlando la letra de la Constitución, se mantuvo durante 14 años en el poder.
Morales renunció al mando, luego de que se evidenció un vil y enorme fraude en las elecciones de octubre del 2019, aunque el 2020, regresaron fortalecidos los mismos masistas con otra cara. Mas si el semblante de Evo Morales era de enfermo, la faz de Arce Catacora es la de un agonizante perdido, que quiere irse a morir en su casa sin ver médicos que no lo atormenten con más recetas. Es así como Bolivia se nos está muriendo dramáticamente en estos instantes.
La nación requiere de un cambio urgente y riguroso. Ya no más rogativas a la Pachamama para que nos vaya bien, lo que se pueden realizar en los feriados indígenas, pero no formulando planes de gobierno. La filosofía de Choquehuanca, ya tuvo su ciclo vacío y en lo único que acertó fue en hacernos caminar hacia atrás, siguiendo su original interpretación del tiempo aimara. Ciertamente, marchamos hacia la izquierda, según la esfera del reloj, hasta que la gente se cansó.
Ahora viene el cambio, después de que en las últimas elecciones desapareció del mapa el MAS, aunque subsumido en busca de otra opción. Necesitamos un firme golpe de timón para que, de la locura populista, del vocinglerío simplón y agresivo que gusta a la plebe, pasemos a los gabinetes de trabajo serios que nos salven. Efectivamente, el país ya no aguanta más pruebas de laboratorio, ya no puede ser un conejillo de Indias, ya es suficiente.
No sirven los timoratos que invocan el centro como una manera de aparecer como patriotas y buenos componedores. Porque en esta hora ya no existe el centro. Ha desaparecido mágicamente. Lo hemos dicho antes: los neutrales no tienen cabida, ya que, al no tomar partido, al no apoyar a ninguna de las partes que luchan por el poder, estarán contribuyendo al descalabro actual.