Amparo Carvajal, en el olvido, pide ayuda en la calle y espera recobrar la casa de la Apdhb


La activista defensora de los Derechos Humanos, de origen español, tiene 86 años, está delicada de salud y aún así todos los días permanece a la intemperie, haga frío o calor. Algunas personas se acercan con unas monedas y otras a dejar su denuncia.

Yolanda Mamani Cayo



Fuente: eldeber.com.bo

“Gracias por su aporte, Apdhb”, se lee en un papel pegado a un tarro rojo que tiene algunas monedas que las personas depositan cuando pasan por el lugar. Al lado se encuentra sentada en una silla la presidenta de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia (Apdhb), Amparo Carvajal (86), quien hace un año y medio instaló una vigilia permanente junto a la casa de los Derechos Humanos en la avenida 6 de Agosto de la ciudad de La Paz, de donde fue desalojada en junio de 2023.

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“No entiendo cómo puede pasar esto conmigo (…) No estoy defendiendo nada mío, estoy pidiendo la recuperación de los derechos humanos ¿Cómo puede estar una persona de 86 años, dos años y tres meses en la calle?, pues llorando”, afirmó a EL DEBER Carvajal con la voz quebrada.

Amparo, es la anciana defensora de los derechos humanos que hace 54 años llegó a Bolivia desde España en medio de una dictadura. Participó de forma activa defendiendo a indígenas y campesinos en sus reivindicaciones sociales, participó en varias marchas históricas como la marcha por el Tipnis, en las movilizaciones en defensa de los presos políticos, en el caso Hotel Las Américas, el caso Porvenir.

Entre varios reconocimientos fue personaje del año, candidata a Premio Nobel de La Paz, distinguida por su labor por el gobierno de Estados Unidos y destacada por varios medios internacionales. Ahora, la frágil memoria colectiva y la indiferencia de las instituciones estatales, la dejaron en el olvido en el ocaso de su vida, pidiendo en la calle ayuda económica para subsistir y a pesar de aquello, atendiendo las denuncias de las personas que llegan hasta el lugar.

Aportes y denuncias

“Una ayuda”, dice Carvajal levantando el tarro de los aportes y haciendo tintinear las monedas para llamar la atención de la gente que pasa por el lugar. Muy pocos se acercan a echar una moneda o dos en el recipiente rojo, la mayoría simula estar distraída, se viste de indiferencia y acelera el paso.

Y a pesar de la situación en extremo precaria, las personas que se sienten víctimas por la vulneración de sus derechos humanos, llegan hasta el lugar con sus denuncias y sus documentos que dejan a Carvajal. Ella y sus colaboradores anotan todas las denuncias en un cuaderno, como constancia de que la ‘oficina’ de la Apdhb recibió la queja.

“Estamos todos los días de 10 de la mañana a 3 de la tarde atendiendo las denuncias. Seguimos trabajando en la calle, cada día recibimos de cuatro a seis denuncias tanto de El Alto, de La Paz y del interior, y también recibimos el apoyo de la gente”, cuenta Ampro Carvajal.

El control policial

Junto a la vigilia de Carvajal también se ve a diario unos seis policías, que no están para cuidar a la activista, sino para vigilar que nadie trate siquiera de acercarse a las puertas de la casa de los Derechos Humanos.

Uno de los guardias contó a EL DEBER que hace más de dos años, nadie ha ingresado al lugar, y el único movimiento que se ve en la terraza de la casa es el flamear de la bandera boliviana y de una wiphala, que han perdido sus colores y están a punto de convertirse en hilachas azotadas por el viento, el humo de los autos, el sol y las lluvias. Estos emblemas nacionales, también son ignorados por las autoridades.

Carvajal cuenta que en varias ocasiones pidió a los policías que la dejen ingresar a las oficinas, y la única respuesta que recibió fue que ellos sólo cumplen órdenes superiores. Es por eso que mandó cartas a los ministerios de Gobierno, de Justicia, la Fiscalía, entre otras instancias en busca de respuestas, pero ninguna hizo caso a sus pedidos.

“He ido a la Defensoría del Pueblo y han venido y dicen lo mismo que decía (Eduardo) Del Castillo y el actual ministro (de Gobierno, Roberto Ríos), que presente un documento con notario diciendo que soy la presidenta de la Asamblea Permanente. También le he escrito al fiscal general (Róger Mariaca) y dice que tiene muchos problemas más graves”, cuenta Carvajal.

Más allá de esta situación, las personas que se acercan a saludar a la activista le dan ánimos, confiando en que el nuevo gobierno cambiará su situación. “Eso me dice la gente, que ya falta poco, que hay que resistir. Ya vamos a arreglar, Amparo, pero yo no sé ”, lamenta Carvajal entre lágrimas.

La odisea de Carvajal por la Apdhb empezó en diciembre de 2021 cuando se creó una dirigencia paralela con aval del gobierno del MAS y se nombró a Edgar Salazar como presidente de la entidad y ‘expulsó’ a Carvajal de la entidad, por tomar partido en los hechos de 2019.

Entre 2022 y 2023 hubo varios episodios tensos entre ambas representaciones, hasta la toma física de la Apdhb de parte de Salazar a dos oficinas de la entidad, hechos que derivaron en denuncias en la Fiscalía por allanamientos, usurpación del Numero de Identificación Tributaria y otros actos denunciados penalmente.

Este medio acudió a la Defensoría del Pueblo para consultar si hacen seguimiento al caso de Carvajal, no obstante, el delegado defensorial está fuera de la ciudad. En instancias estatales tampoco dieron respuestas.