Bolivia y el fin de las alianzas vergonzosas


 

Durante demasiados años, Bolivia ha permanecido atada a alianzas que nos han reducido en el escenario internacional y nos han convertido en cómplices de regímenes que el mundo democrático repudia. No se trata de retórica: se trata de la posición histórica de un país que ha callado ante atrocidades y ha preferido respaldar dictaduras antes que defender principios democráticos.



El silencio ante Nicaragua

Cuando en Nicaragua se encarceló, exilió y hasta asesinó a opositores, cuando las iglesias fueron asediadas y la disidencia perseguida, el gobierno boliviano guardó silencio incluso en Organismos Internacionales, como la OEA. Evo Morales, durante sus 16 años de autoritarismo, nunca se atrevió a condenar a Daniel Ortega. Y no lo hizo porque él mismo se reflejaba en ese espejo: un líder que había destruido la institucionalidad y que se sostenía a base de represión, disfrazando su dominio con un discurso falsamente revolucionario.

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La careta de Evo Morales

La mayor fortaleza de Morales en la escena internacional fue la máscara. Convirtió la figura indígena en un adorno para su narrativa, utilizó el símbolo de la Pachamama como bandera y vendió la idea de un protector de la Madre Tierra. En la práctica, sin embargo, hipotecó la soberanía boliviana en favor del gobierno chino. Hoy estamos invadidos por empresas chinas que operan con total impunidad en nuestras tierras, explotando recursos, destruyendo ecosistemas y sometiendo a comunidades locales. Esa contradicción no fue casualidad: fue una estrategia de propaganda.

China, Rusia y la hipocresía diplomática

Bolivia tampoco ha reconocido jamás el carácter antidemocrático de China y Rusia. Y lo más vergonzoso es que bajo la administración de Luis Arce no hubo una sola condena contra la invasión rusa a Ucrania. Mientras millones de ucranianos eran desplazados y miles de inocentes asesinados, nuestro país se refugió en un silencio cómplice. Eso no es neutralidad, es alinearse con el imperialismo ruso y chino, que no dudan en destruir naciones enteras para expandir sus intereses.

El Cartel de los Soles y el narcotráfico continental

A esto se suma la permisividad frente al crimen organizado. Casi todos los países democráticos en nuestro entorno han declarado al Cartel de los Soles (organización criminal venezolana que tiene a la cabeza a Nicolás Maduro) como grupo terrorista. Bolivia, en cambio, sigue dándoles oxígeno a estos carteles, permitiendo que narcotraficantes y terroristas encuentren en nuestras fronteras un espacio de respiro. La lucha contra el narcotráfico no es una consigna policial: es la defensa de la vida y la libertad de todos los ciudadanos de América.

Un cambio ineludible

Bolivia ya no puede seguir colaborando con gobiernos que han convertido la represión en doctrina, que han iniciado guerras sangrientas y que han sembrado terror en sus propios pueblos. Nuestra política exterior necesita una ruptura definitiva con las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, países que han sumido a sus ciudadanos en la miseria y que han causado una ola migratoria en el continente sin precedentes.

Es hora de un giro radical hacia las democracias que construyen, que respetan derechos y que apuestan por la libertad, por ende con la prosperidad. Bolivia no puede seguir existiendo en el mapa como un satélite de regímenes en decadencia. Necesitamos recuperar dignidad, levantar la voz contra el autoritarismo y sumarnos al bloque de naciones que entienden que la paz, la seguridad y la justicia se defienden con hechos contundentes y en unidad. .

Porque al final, nuestra verdadera responsabilidad no es con caudillos ni con potencias extranjeras: es con el pueblo boliviano y con los ciudadanos de toda América que esperan vivir en un continente libre de dictadores, narcotraficantes y guerras impuestas por imperios sin escrúpulos.

 

María Alejandra Serrate Jáuregui

Activista DDHH